Quédate

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La semana pasó velozmente en teoría, pero en la práctica para los trabajadores de la película «Traidor» avanzó más lenta que un caracol, pues los días de grabación se modificaron, ya no serían los viernes, sino los martes y jueves, por lo tanto, el equipo técnico estaba sumamente atiborrado de trabajo. Para Tom y Ann los seis días de grabaciones fueron sumamente pesados debido a que tenían que ocultarse y ser discretos con demostrar cualquier señal de atracción entre ellos, debían ser cuidadosos, especialmente en los pasillos, pues el set de grabación nunca estaba abandonado, siempre había alguien por allí. No se ignoraban, ni pretendían que no existían, más bien se seguían tratando como colegas.

Cada mañana, Tom le enviaba un mensaje de texto a Ann para decirle qué tanto la extrañaba, sin embargo, ella contestaba horas después, cuando la jornada terminaba. Constantemente se dedicaban miraditas enamoradas, de esas en las que se demuestra con los ojos cuánto se quiere. Tom le hacía ojitos a Ann y ella le correspondía con una sonrisa coqueta.

A través de mensaje de texto, acordaron que se reunirían el día domingo en la casa de Ann para estar juntos y así compensar la semana que terminó, donde no se dieron ningún beso. Ese fin de semana, Tom llegó a las once de la mañana, de modo que tuvo que pagar un taxi para que lo acercara al lugar. Después de bajar del vehículo, no sin antes haber pagado el importe del viaje, llamó a Ann para avisarle que estaba afuera, esperando. La actriz presionó el botón para abrir la reja automática, e indicarle, por teléfono, que podía pasar. Así lo hizo Tom, se adentró al jardín de la casa y caminó a través de las baldosas de piedra. Ann abrió la puerta principal y cuando lo vio acercarse, corrió para abrazarlo fuertemente. De igual modo, le regaló varios besos a Tom, como si hubiera estado esperando por ello.

—No creo que pueda aguantar que nos estemos escondiendo. —confesó Ann, abrazando a Tom con fuerza, casi a punto de dejarlo sin aire.

Tom arrojó un suspiro lleno de frustración, al mismo tiempo que correspondió el abrazo de la actriz, sin dejar de acariciar su cabello, dorado.

—¿Hay alguna sanción en caso de que contemos lo que está pasado entre nosotros?

—No lo sé. —dijo con tono de voz aburrido, a Ann le fastidiaba los asuntos legales, además, leer contratos laborales no era su fuerte—. La verdad, no leí el contrato, le dejé esa tarea a mi mánager.

—Yo tampoco estoy seguro… —Tom llevó la vista hacia arriba tratando de recodar algún párrafo— a veces los contratos tienen cláusulas confusas o poco específicas. Le preguntaré a Luke.

Ann se apartó de Tom, lo tomó de los antebrazos y lo miró con las cejas fruncidas.

—¿Cómo, Luke sabe de esto?

—Claro que sí, es mi amigo. ¿No te lo conté? —preguntó Tom, confundido.

—No, no lo hiciste. —Ann negó con la cabeza, sintiéndose ofendida.

—Pues ya lo sabes. Luke está al tanto de lo que tenemos, tal vez él pueda ayudarnos.

—Tal vez no sea una buena idea. —Ann se cruzó de brazos.

—¿Por qué piensas eso?

—Porque, eh, —Ann se encogió de hombros— no creo que él pueda ser el más adecuado para ayudarnos, puede que complique las cosas.

—Descuida, Luke es un experto en relaciones públicas. —contestó Tom con una sonrisa.

—Pero no en relaciones amorosas.

—Ah… —Tom dudó antes de contestar—… es un experto en contratos.

—De cualquier modo, le preguntaré a mi abogada y a partir de lo que ella diga, decidiremos.

𝐓𝐨𝐝𝐨 𝖬𝗎𝗒 𝐵𝑖𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora