Shouto no lo iba a llamar, a Izuku le había costado un tiempo entenderlo, reunir las piezas: las llegadas tarde, los viajes de negocio sin sentido, los textos a media noche y las pequeñas marcas que su esposo intentaba ocultar discretamente.
Izuku se había obligado a sonreír y a mirar hacia otro lado. La verdad es que amaba a su esposo, amaba lo que había sido su vida juntos, aunque ahora esa vida no fuera más que un eco lejano.
Contra todo pronóstico, su teléfono personal sonó, un mensaje corto que anunciaba que Shouto no llegaría a dormir esa noche. Izuku miró de reojo la botella vacía entre sus manos y se decidió a tomar otra de la alacena, pero no encontró ninguna. Al parecer, su reserva se había agotado antes de terminar la semana.
Frustrado, arrojó el teléfono y se fue a tomar una ducha. Luego sacó uno de sus trajes Fiorivanti, uno de los tantos regalos que Shouto le había hecho luego de ser ascendido a presidente de la firma. Después perfumó su cuello, y dejó que las notas suaves del cedro, el ládano y el ambroxan, impregnaran su piel. El aroma terroso de su botella de Sauvage siempre le había encantado.
Tomó las llaves de su auto y dio una última mirada al departamento. Apagó la luz y cerró la puerta. No había nada para él allí adentro.
Las luces violáceas y la música sugerente fueron lo primero en recibirlo al cruzar la entrada del club. Había cierta tensión en el aire que no pasó desapercibida, sospechaba que esta provenía del aroma dulce de los cócteles con granadina y de un puñado de extraños demasiado desinhibidos que rozaban sus cuerpos con evidente descaro.
Izuku se sentó en la barra y apoyó sus codos en la madera. Sus dedos juguetearon con la rugosa textura, mientras esperaba al bartender, quien hacía innecesarios trucos para impresionar a un par de rubias al otro lado de la barra.
Izuku carraspeó un par de veces hasta que el joven pelirrojo se percató de su presencia.
—¿Qué te puedo servir? —dijo, y le dio una mirada curiosa.
—Un bourbon, por favor.
El vaso dio un pequeño golpe sobre la barra, e Izuku giró distraído su dedo en el líquido parduzco. Dio un pequeño sorbo y disfrutó de la sensación del licor que bajaba por su garganta. Hace algunos años la idea de beber lo habría espantado, pero para su buena o mala suerte había descubierto que el alcohol adormecía sus sentidos, y mientras más ebrio estaba mejor parecía sentirse. Incluso se había percatado de cierta debilidad por las esencias dulces, de modo que cuando el sabor acaramelado del bourbon llenaba su paladar, le proporcionaba un poco de consuelo a su insípida vida.
La noche terminó por avanzar lenta y tranquila. Su vaso había sido rellenado las veces suficientes como para sentirse un poco más a gusto con su existencia. Izuku giró su muñeca y observó la hora, era tarde. Se paró de su asiento y su visión se tornó borrosa por unos segundos.
—Oye, ¿te encuentras bien? —escuchó una voz gruesa y profunda que erizó cada vello de su cuerpo. El extraño lo sujetó con fuerza cuando trató de dar un paso y su cuerpo se tambaleó—. Creo que has bebido demás —dijo el desconocido con voz burlona.
—Estoy bien —le contestó Izuku en un intento bastante pobre por rescatar algo de su ya perdida dignidad.
—Lo que tú digas, pecoso. —El hombre sonrió.
Izuku se apoyó en la barra y mantuvo toda su atención en el tipo que tenía al frente. Abrió su boca para decir algo, y luego la cerró. Izuku no decía malas palabras, pero su mente no pudo pensar en otra cosa que no fuera un gran: ¡Mierda!
El sujeto parecía un pecado andante, un gladiador romano en tiempos actuales. Tenía un cabello rubio, desordenado y espeso, unos ojos profundos y depredadores. Izuku los observó fijamente, parecían tener un destello rojizo que los hacía aún más inquietantes. Izuku apartó su mirada en el momento en que el tipo sonrió complacido por el efecto que había tenido en él. Izuku tragó grueso, ahora estaba muy consciente del bourbon en su sistema. Todas las alarmas en su cabeza sonaron. Parecía que el hombre te llevaría al infierno y seguramente te encantaría. Izuku aflojó un poco su corbata, ¿por qué se sentía tan sofocado?
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Dulce Tentación [KatsuDeku]
FanfictionMidoriya se derrumba luego de descubrir que su esposo Shouto Todoroki lo estaba engañando. Terriblemente herido Izuku termina en un club bebiendo para tratar de olvidar los retazos de su fracasado matrimonio. La noche oscura, las luces tenues y la p...