34. Atrapados

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Recibieron una llamada de los Choi en la noche, por suerte ya se habían relajado lo suficiente para ocultar que habían tenido problemas el día anterior con dos lobos.

—¿Se puede saber que están haciendo? —el señor Choi mostró una mueca, intimidando a los policías— mi hijo desapareció el día de ayer y ustedes estaban descansado.

Leedo parpadeo confundido hasta que logró captar que había pasado, formó una mueca de forma inconsciente sabiendo que Jongho estaría con los Alfas de la banda 1-1-8.

—Lo sentimos, ayer hubo problemas que tuvimos que resolver —Ravn se apresuró a contestar sabiendo que Leedo no estaba en todas sus facultades— no volverá a pasar —hizo una reverencia, tratando que su equipo no fuera castigado.

—¿Pues que esperan? Busquen a Jongho —gruñó molesto— ¡Lo quiero para la cena! —y con eso se fue.

—No somos sus niñeras —se quejo Xion, pero tenían que obedecer.

Odiaba admitirlo, pero eran sus jefes y debían hacer todo lo posible para mantenerlos contentos y así no perder el trabajo de sus vidas.

—¿Dónde comenzamos? —preguntó Seoho mostrando una sonrisa incomoda.

—Seguro está con ellos, solo debemos esperar a que hagan algo estúpido —suspiro Leedo mientras se alejaba de la mansión— pueden volver, yo haré una ronda —les dijo con una sonrisa.

Sus amigos no querían dejarlo solo, pero sabían que lo necesitaba, después de haber sufrido tanto la noche anterior.

De alguna forma el lobo de Leedo hace que se mueva de forma automática, el Alfa no lo pensó demasiado, hasta que se dio cuenta de que estaba caminando hacia donde podría estar Jongho, cuando lo ve con ropa que por obvias razones no es suya su estómago se revuelve.

Lo ve con una sonrisa mientras parece comprar algo. Leedo sabe que debe alejarse. No está bien que siga pensando en él, cuando su lazo ya está, de cierta forma, roto. No es bueno que su lobo siga insistiendo cuando quiere superarlo.

—Muchas gracias —Jongho le sonríe a la vendedora, mientras saca de su bolsa el dinero, la señora también se ve preocupada por los golpes, pero el menor solo lo ignora. 

Leedo puede ver las heridas que todavía perduran en su rostro, lo cual de cierta forma le hace preocuparse ya que sabe que Jongho estuvo pidiendo ayuda hace nada, quiere alejarse de ahí, sin embargo su lobo quiere acercarse, es una guerra que termina ganando su lobo.

Jongho ya está dando la vuelta con una bolsa llena de pan, se ve feliz y sabe que en verdad debe dejarlo, no quiere sentir como su corazón se emociona al verlo, como su lobo todavía lo reconoce como su Omega a pesar de todo, creyendo en la esperanza del futuro a su lado, cuando eso ya se había destruido.

—¿Qué traes ahí? —escucho la voz de alguien más y alzó la vista para descubrir que Jongho era tomado por otro Alfa.

—Un antojo.

Esa sonrisa que antes era para él, se mostraba a otra persona, todo parecía caer, la esperanza se derrumbaba y la ira crecía, estaba dividido en dos y sabia que lo mejor que podría hacer era no espiarlos, su corazón no podría soportarlo, sin embargo decidió seguirlos.

—Debemos apurarnos, nos esperan en casa —hablo el Alfa mientras enredaba sus dedos con los de Jongho.

—Mmm —Jongho sacó el pan de la bolsa de papel, brillaba con azúcar, era en extremo dulce.

—Pensé que no te gustaba lo dulce —miró a su Omega saborear el pan dulce que había comprado.

—No me gusta mucho, pero hoy... Tenía antojo —sus mejillas se volvieron rojas ver los ojos de Mingi sobre él.

1-1-8: LuminiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora