2. El príncipe Daemon reclama la casa Royce

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CAPÍTULO 2

El príncipe Daemon reclama la casa Royce

Sí para una persona mayor era díficil pasar por la pérdida de un ser querido, para un niño lo era mucho más. Pues su pequeño cerebro todavía en desarrollo, no comprendía lo que era perder a alguien.

Así que, seguía teniendo cinco años cuando, escondida entre las cortinas, observé a mí tío Gerold beber litros y litros de cerveza mientras se lamentaba por Rhea.
Fruncí el ceño, sin entender por qué lloraba. ¿Rhea se había ido? Es decir... ¿Para siempre?

Pero sí ella, en ese entonces en el día de ayer; estaba bien. Dijo que saldría a dar un paseo a caballo por las montañas del valle. Entonces, por qué el tío Gerold sufría tanto mientras gritaba el nombre de mí hermana.

—Papá —lo llamó Guthor, su hijo primogénito y único. El tenía doce años y probablemente ya era más maduro que yo. —Cálmate, Beiha podría escucharte y es muy pequeña para explicarle lo que pasó.

—¡Ese canalla de Daemon Targaryen, sé que el lo hizo... ! —Gerold estaba fuera de control, pateando sillas y golpeando paredes. Yo me encontraba ligeramente asustada, jamás había visto a mí tío así— Regresó aquí después de no pisar el valle por años, y Rhea ahora está muerta. ¡No es una maldita coincidencia, Guthor!

—Esas son acusaciones muy graves en contra del hermano de nuestro Rey, papá. Y no tenemos pruebas de que Daemon haya matado a Rhea.

Fruncí mí ceño aún más. Gracias a los cuentos sabía que significaba la muerte. No a profundidad, claro. Pero estaba consciente a partir de ahí, que Rhea no regresaría... jamás. Y según tío Gerold, Daemon Targaryen era el culpable.

—Las pruebas son más que claras, Guthor. La relación de Rhea con un caballo es casi tan poderosa como la de un Targaryen con un dragón. Rhea nunca pudo haberse caído de su caballo más leal. Daemon Targaryen la asesinó para casarse con su amante. El nunca la quiso.

Daemon nunca quiso, ni querrá a nadie, padre.

—Pero, ya verás que vendrá a reclamar la herencia de mí difunta sobrina. Sin embargo, te juro por los dioses, hijo mío, que ningun solo ladrillo de Runestone le pertenecerá. Todo será delegado a Beiha, tal y como hubiese querido mí hermano.

—Estoy de acuerdo contigo, padre —en ese momento, ambos se quedaron en silencio y voltearon lentamente sus cabezas. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos y mis mejillas adquirieron un fuerte color rojizo.

—¿Rhea ya no vendrá? —es lo único que quise preguntar, con lágrimas en los ojos.

—Cariño —mí tío dejó sus cervezas de lado y extendió su mano en mí dirección— Ven con nosotros, debemos hablar contigo. Sé que lo comprenderás, siempre has sido una niña inteligente.

Asentí, yendo con ellos. A sabiendas de que mí destino había tomado otro rumbo. Pues, Rhea ya no estaba para batallar las guerras por mí.

. . .

Pasado un tiempo, finalmente había cumplido los seis años. Mí tío se esforzó en que yo la pasára bien. Me regaló una cría de oveja, para que yo la pudiera ver crecer y un nuevo vestido. Ese día, mandó a que las cocineras cocinen mí comida favorita e incluso había postre. Sin embargo, yo no podía olvidarme de algo. Era el primer cumpleaños que pasaba sin mí hermana Rhea.

Aun así, Daemon Targaryen apareció. Mí cumpleaños número seis era la excusa perfecta para su llegada a Runestone. Pero claro, el no quería felicitarme ni consolar a una estúpida niña que había perdido a su hermana mayor, a su figura materna. No, el estaba aquí para sobornarme con regalos y de paso... ser heredero de todo lo que le pertenecía a mí hermana. O eso es lo que escuché de mí tío Gerold.

JUDAS | Daemon Targaryen - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora