12. Las buenas acciones de Beiha

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CAPÍTULO 12

Las buenas acciones de Beiha

El Castillo se sentía solitario con las personas nerviosas. Cada uno estaba ocupado en sus propios pensamientos y comenzaba a hostigarme tanto vacío en tanta grandeza.
El Rey estaba enfermo y su estado parecía empeorar cada vez más. Aproveché que nadie se estaba fijando en mí y viajé al valle, a mí hogar.

Allí, mí tío Gerold me recibió con entusiasmo y Guthor también se alegró de verme.

—¿Te están tratando bien, cariño? —inquirió desde su cama, con la voz débil. Me senté junto a él, pasando un pañuelo húmedo por su frente sudorosa. Tío Gerold y el Rey Viserys me eran muy iguales en ese aspecto, ambos cariñosos y hogareños, pero enfermos.

—Claro que sí, tío. La reina Alicent me ha recibido como su propia hija —claro que omití los detalles de mí historia con Aemond. No era importante.

Entendía que Aemond era un muchacho todavía, pero sus acciones eran ciertamente cuestionables. No me gustaba ese jueguito de un día sí, un día no. Era bastante obvio que yo le gustaba, pero el no se atrevía a demostrarlo. No sabía la razón.

Y yo era joven, pero no estúpida. No le daría mí virtud a cualquier joven guapo y de cuna real o noble, solamente por un día de su atención. Yo merecía más, sabía que merecía más. Porque yo pensaba darlo todo.

—Le dí instrucciones claras a Otto sobre tu estadía en King's Landing. Le dije que te cuidára como si fueras su propia hija —mi tío sonrió y acarició mí mejilla. —Mírate, tan hermosa. Seguro tienes muchos pretendientes en King's Landing.

—Un montón —le dí un manotazo a mí cabello y tío Gerold soltó una risotada que le causó tos— Por cierto, tío. En King's Landing me encontré con... Daemon.

Mí tío se tensó.

—¿El canalla de Daemon Targaryen?

—Ese mismo —suspiré.

—Ruego a los dioses que no te haya reconocido.

—Lo hizo, tío —también omití todos los detalles sobre mí encuentro con Daemon, por la salud cardiaca de mí tío. El odiaba a ese hombre. —Pero el resto del tiempo no me notó.

—Mejor para tí, cielo —tío Gerold sonrió y colocó su mano sobre la mía— Ese hombre no merece siquiera tu atención. El mató a tu hermana.

Una criada entró a la habitación con una olla de agua, con mucho vapor. Parecía tener pequeños pétalos amarillos dentro.

—Lo sé —fruncí el ceño— ¿Qué es eso?

—Una infusión, mí señora —respondió la mujer, dejando la olla a un lado de la cama y lo sirvió en una taza.

—Tranquila —mi tío sonrió, calmado— Se hizo a base de una flor que hay en el valle, las ancianas de nuestro pueblo me trajeron ésto al castillo para mí recuperación. La flor tiene propiedades curativas y hace que mis huesos duelan menos.

—¿Algo así como un analgésico? —pregunté interesada, siempre me había interesado la sanación y la medicina de la antigua Valyria. Aunque en ese tiempo era más moderna. Luego de su destrucción, muchos documentos valiosos se perdieron.

—Sí, mí señora —asintió la criada, dándole la taza a mí tío. El comenzó a beber gustoso.

—Erza —la llamé— Manda a un guardia a las montañas a por más de esas flores. Le llevaré unas cuantas al rey Viserys, ha estado muy enfermo últimamente.

JUDAS | Daemon Targaryen - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora