18. El baile de los Siete

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CAPÍTULO 18

El baile de los Siete

Regresar a King's Landing se sentía extraño. Más bien, era una combinación de emociones efímeras.
Estaba completamente feliz, ya que volvería a ver a mí amada Helaena y a sus preciosos hijos, al igual que a la reina y al Rey. Sin embargo, extrañaría Dragonstone y a su gente.

Sin incluir a Daemon, claro estaba.

Ser Criston había propuesto regresar a caballo, ya que los príncipes regresarían a King's Landing en sus dragones, pero la princesa Rhaenyra no aceptó. Nos delegó un carruaje y un cochero que nos llevaría sanos y salvos a la fortaleza roja.

El viaje había durado horas, aunque se hizo entretenido escuchando a Ser Criston hablar sobre sus hazañas, el era un gran guerrero. Los príncipes ya nos habían sobrevolado con sus dragones hace horas, sin embargo luego de tanta espera... Al fin habíamos llegado.

Al pisar la fortaleza, rápidamente me dí cuenta que todo era un caos. El castillo ya estaba decorado como para recibir a los miles de invitados que arribarían el Castillo el día de mañana. Las guirnaldas en rojo y negro, las antorchas y el gran árbol en medio del patio real eran la principal atracción. El baile de los siete era una tradición muy grande, que siempre alegraba a cada niño de Westeros. Era un evento que se celebraba cuando el sol se marchaba, las altas temperaturas permitían a todos lucir sus mejores trajes y vestidos.

El baile de los siete era una tradición que festejaba la fe de todos los habitantes hacía los 7 dioses de la antigua Valyria, y los Targaryen debían ser los principales Anfitriones. En éste caso, el Rey.

Yo estaba ilusionada, no iba mentir. Mi familia estaría aquí y estaba emocionada por verlos, los extrañaba demasiado. Además, desde muy pequeña adoraba las fiestas. Eran mí actividad favorita.

Pasamos la fortaleza y el escaneo de los guardias, para adentrarnos a la entrada del Castillo. Ser Criston bajó primero y me abrió la pequeña puerta del lujoso carruaje. Aemond y Aegon ya estaban ahí, cuando su madre salió del castillo con la expresión aliviada.

—Mí príncipe —al primero que abrazó fue a Aemond y noté cómo Aegon rodaba los ojos mientras se cruzaba de brazos.

—Madre, estamos aquí —Aemond sonrió mínimamente.

Alicent se separó de su hijo menor y fue a por el mayor dándole un brazo rápido, luego puso su atención en mí.

—Lady Beiha... —sonrió con dulzura, me acerqué a ella y tomó mis manos en un gesto maternal— Gracias a los siete te encuentras bien, me diste un susto de muerte.

—Lo lamento mí reina —hice una reverencia— Sin embargo, estoy bien. Salí viva de aquel cruel ataque.

Gracias a Daemon susurró mí subconsciente, pero la ignoré.

Alicent siguió hablando, cuando observé como Helaena salió de la mano de sus dos hijos. Ella vió a Aemond y le regaló una sonrisa tímida, a lo que el también sonrió. Jahaera y Jahaerys notaron a su tío y corrieron junto a él a abrazarlo, ignorando completamente a Aegon.

Aegon no le mostró importancia a nada de eso y con un gesto vago, simplemente se largó dentro del castillo. Aquello me hizo fruncir el ceño y mientras la familia feliz hablaba, seguí a mí favorito de los verdes; Aegon.

—¿A dónde va mí príncipe? —lo enfrenté, en cuanto tuve la oportunidad.

Nos encontrábamos en una sala de descanso, uno que la familia real solía usar para sus reuniones familiares e íntimas. Habían sillas de madera oscura, repletas de mantas cómodas y delicadas. Una gran mesa plana, con comida y té. También había un área de bebidas alcohólicas, rincón al que Aegon fué a parar.

JUDAS | Daemon Targaryen - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora