29. Dos dragones

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CAPÍTULO 29

Dos dragones

—Para usted, Lady Royce —sonreí con amor, cuando Jaehaerys se acercó a mí y me extendió una flor rosa. Nunca la había visto de ese color, supongo que crecían junto al agua.

—Gracias, cielo —dejé un beso en su frente y acaricié los pétalos de la flor— ¿Dónde estan tus hermanos y tu madre?

—Jaehaera tiene clases con su septa y madre está alimentando a Maelor en su habitación. Yo estaba con ellos pero me escapé —se rió traviesamente, propio de un niño.

Estábamos en la sala de tronos, sentados junto a las escaleras del trono de hierro. Le indiqué a Jaehaerys que se siente lo más alejado posible de las espadas letales del trono.

Desde que llegué a King's Landing, intenté comportarme lo mejor posible. Aemond casi no estaba, creo que fue a buscar a su nueva prometida, la hija de Lord Baratheon. Aunque otros rumoreaban que se encontraba en Tierra de Ríos, cortejando a una mujer bastarda llamada Alys. Yo la verdad no tenía idea de nada, y poco me importaba. Era como una sombra, me mantenía oculta y escuchaba información que me serviría más tarde.

Con el pasar de las horas y de los días desde mi llegada. Poco a poco iba ganándome de nuevo la confianza de los verdes. Otto Hightower volvía a sonreírme y las sonrisas de la reina Alicent ya no se sentían falsas.
Con Aemond fuera, podía relacionarme mejor con Helaena y le ayudaba con los niños. Algo que ella agradecía enormemente.

La cuestión aquí era que detestaba éste lugar, y ya no soportaba estar aquí, debía armar una jugada pronto para escapar. Con Aemond fuera de aquí, quizás podría intentarlo.

—Lady Royce —Jaehaerys y yo elevamos la mirada cuando Lord Otto apareció en el salón— Príncipe, ¿Han visto al Rey?

Con rey supongo que se refería a Aegon.

—¿No se encontraba en un campamento en las afueras? —fruncí el ceño.

—Regresó en la mañana —informó Lord Otto— Quizás el Rey esté en su habitación.

—Puedo ir a buscarlo —me ofrecí, amable. Aegon era el único que no me había tratado mal ni una sola vez, y siendo el rey, y con unas cuantas palabras dulces... quizás podría ayudarme a escapar.

—¿Segura? —Lord Otto frunció el ceño.

—Claro, no tengo problema. Jaehaerys, mí niño, ¿puedes ir con tu madre?

El niño de pelo plateado asintió efusivamente.

—Sí, mí Lady —y luego corrió en dirección a los pasillos. Otto y yo nos quedamos a solas.

—Cuando encuentre al Rey, infórmele que necesitamos de su presencia en la sala de consejos —ordenó, palmeando mí hombro con carisma— Te hará caso, pareces gustarle más que un viejo arrugado como yo.

—Sí, señor —asentí sonriendo y caminé en dirección hasta el cuarto de Aegon.

—¡Ah y Lady Royce! —Lord Otto había llamado cuando ya pensaba marcharme del todo— Asegúrese de que el rey llegue vestido y sobrio a la reunión. Ya que se ha tomado las molestias...

—No se preocupe, llevaré un jarrón de agua fría —bromeé, haciendo reír a Lord Otto.

Finalmente pude ir a las escaleras, a sabiendas de que ahora la nueva habitación de Aegon era de las más grandes, custodiadas y por supuesto... llena de mujeres de dudosa procedencia.

Nunca había visitado un burdel, menos aquí en King's Landing donde se hallaban los burdeles más horrorosos y sádicos de todo Poniente, pero supongo que la habitación de Aegon era lo más parecido a uno.
Cuando entré a su recamara, habían mujeres por todos lados. Mujeres que se besaban, mujeres que se daban placer, mujeres desnudas, mujeres ebrias. En serio, no sé de donde conseguía tantas. Había licor, botellas rotas y vestidos tirados por todos lados.

JUDAS | Daemon Targaryen - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora