23. El sol y las nubes blancas

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CAPÍTULO 23

El sol y las nubes blancas

No pude pegar ojo, no me sentía lo suficientemente cómoda como para dormir. Me sentía observada, acechada, no podía tener paz.

En la madrugada, las criadas me ayudaron a vestir. Escogí el vestido más bonito y me recogieron el cabello, pero mí rostro reflejaba tristeza.
Me miré en el espejo, en la dirección de mi cuello. Tenía varios moretones con marca de dedos, era horrible. Las criadas se ofrecieron en cubrirlo, pero me negué. Quería que todos lo vean, que todos se den cuenta de que King's Landing no era un lugar de cuentos de hadas.

Además, ver esas marcas me recordaba porque no podía confiar en Aemond, o en algún miembro de su familia.

Las criadas se marcharon y los guardias volvieron a encerrarme dentro de la habitación, sin permitirme la salida. Yo, la gran regente de la casa Royce, era una prisionera de éste lugar. Era simplemente una ofensa total para mi casa y para mí misma.

Extraje de bajo de la almohada, el barco de piedra que representaba a Driftmark. Luke me lo dió cuando tuve que marcharme, para recordarlo. Sonreí al ver el barco y en ese momento las puertas de mi habitación se abrieron.

Aemond entró, con una larga chaqueta negra que le llegaba a las rodillas. Sus manos estaban cubiertas por guantes de cuero y jamás se vió tan imponente como hoy.

—Vhagar está listo —me avisó, con seriedad.

—¿Qué vamos a hacer en la casa Baratheon? ¿Por qué debo acompañarte? —inquirí, frunciendo el ceño.

—Mis asuntos no son tu problema, Beiha —vaya, había vuelto su personalidad sádica— Lleva una capa, la ubicación de la casa Baratheon es conocida por ser la cuna de las tormentas.

—Debería ir en carruaje —opiné, no muy segura de viajar en el lomo de un dragón.

—Llegarías mucho más tarde que yo.

—Entonces no voy.

—¡Tú vas a hacer lo que yo diga! —me gritó y me callé, pero no bajé la mirada. Aemond suavizó su expresión y soltó un suspiro cansado. Se acercó a mí y dejó un beso en mí frente— Creo que el regente de la casa Baratheon quiere comprometerme con una de sus hijas, si te llevo conmigo podremos negociar de otra forma para obtener su alianza.

—Podrías aceptar casarte con una de sus hijas, no tengo problema —solté, hablando muy en serio.

—No se trata de lo que tu quieras, futura esposa —sonrió con arrogancia y me acarició la mejilla, observándome de forma lasciva. —Estoy completamente enamorado de ti y con la única que quiero casarme eres tu. Ya has aceptado, no hay vuelta atrás.

Ciertamente nunca acepté, pero tampoco me negué en su momento. Entonces técnicamente todo lo que ocurrió es mí culpa, si hubiese tenido las agallas de decir no desde el principio...

Pero el hubiese no existe y ahora debía lidiar con las consecuencias.

—Creí que ya no se comportaría como un imbécil, me lo prometió justo ayer.

—Entonces deja de renegarme.

Salimos de mi habitación y caminamos juntos a través de los pasillos. Al salir del castillo, fuimos a donde tenían a Vhagar retenida. Allí, Aemond me ayudó a salir y los dos partimos a Bastion de Tormentas sobre Vhagar. Por alguna razón, presentía que en éste viaje algo saldría mal.

Volamos por un rato hasta que nos adentramos a unas espesas y oscuras nubes. Todo indicaba que llovería pronto y comprendí porque el lugar se llamaba así, realmente era la cuna de las tormentas.

JUDAS | Daemon Targaryen - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora