30. El Norte Recuerda

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CAPÍTULO 30

El Norte Recuerda

Té de lunas, jamás lo había probado antes, sin embargo... su sabor amargo era ciertamente tolerable.

—Gracias, Sir Criston —le entregué la taza, dejando de sentir su calidez. —¿Crees que funcione?

—Cuando me lo pidió, me aseguré de que los sacerdotes lo preparen bien y aseguraron que éste té... no falla —me aseguró, con determinación— ¿Por qué se entregó al joven Aemond, mí Lady?

Sir Criston y yo caminabamos por los pasillos que llevaban a mí habitación. Luego de haber estado con Aemond, le pedí al caballero un té de lunas y el... Al verme salir de la habitación de Aemond, ya supo lo que había pasado.

—Las acciones impulsivas a menudo no tienen un por qué —respondí de forma vaga, preguntándome si ya era lo suficientemente tarde como para emprender mí huida. Ya le había dejado una carta a Aemond, mintiéndole de que me marcharía al valle de Arryn ya que Lady Jeyne Arryn me requería.

Ésto no era del todo mentira, ésta mañana me llegó una carta de la reina del Valle. Sin embargo, no pretendo ir ahí tan rápido. Primero iré al norte.

—Debe cuidarse, Lady Royce. El príncipe ya es un hombre comprometido y aunque usted era su prometida antes, ahora se encuentra sola. No crea ni por un segundo que la estoy ofendiendo o juzgando, solo me preocupo por su integridad.

Llegamos a mí habitación y volteé a ver a Sir Criston. Le sonreí y dejé una caricia en su mejilla.

—Gracias por su preocupación, mí noble caballero. Sí me permite, voy a descansar lo que queda de la noche.

—Claro, mí lady —Sir Criston se marchó y entré a mí habitación rápidamente. Me quité el vestido y me dí un baño rápido, con agua fría, ya que mandar a calentar las aguas a éstas horas era muy sospechoso.

Luego de bañarme, me vestí con la ropa que las criadas habían preparado para mí. Sería la primera vez que no usaría un vestido y vestiría casi igual a los hombres. Era una chaqueta de cuero marrón, con cordones y parches duros en los codos, también había un pantalón y unas botas planas repleta de cordones y hebillas.

Junto a la silla, había una pequeña, pero peligrosa espada. Seguramente mis criadas consiguieron los que le pedí. Dudé en tomarla, pero al final la coloqué junto a mi cinturón. Esperaba no tener que necesitarla.

Me terminé de vestir y fue un alivio sentir la comodidad que los pesados vestidos no me otorgaban. Decidí dejar mí pelo suelto y luego de tomar el bolso donde tenía frutas, panes y agua para aguantar el camino, salí de mí habitación de forma sigilosa.

Tuve que bajar la fortaleza roja lo más que pude, escaleras tras escaleras. Hasta que el goteo de las alcantarillas comenzaron a oírse.
Fuí silenciosa y burlé a los guardias y sirvientes.

Llegué a los pisos de barro, donde habían muchos hombres bebiendo y trabajando, a la vez habían guardias. Varios carruajes de mercancía reposaban junto a los muros y me mantuve escondida detrás de una columna,

—¡Lady Royce! —susurraron con fuerza y volteé asustada, pero me llenó de alivio ver que solo se trataban de Dargo y Fuger, escondidos detrás de un carruaje.

Ví mi liberación junto a ellos y cuando dí los primeros pasos, fuí interrumpida por unos guardias de capas rojas. Lannister.

—Creí oír mal... —habló un hombre, cuando sus guardias extendieron sus brazos para impedirme el paso— Pero su belleza la delata, Lady Beiha Royce de piedra de las runas.

JUDAS | Daemon Targaryen - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora