Después de los negocios: B.E.N.Y. [Parte 2]

Les dije que no debía ir. (Betty POV)

Todo el vuelo de ida me la pasé viendo fotos de los niños, de Marcela... Ya los extrañaba y apenas los había visto hace unos minutos.
Aterrizamos y mi teléfono estaba muerto sin batería, para mi suerte no tenía batería externa, no importaba eso porque sabía que Marcela se las ingeniaría sola con los niños, y si no, llamaría a mis papás.
Mi habitación me esperaba, y ni un minuto me sobraba, lastimosamente, ya iba tarde a la reunión con los inversionistas para el hotel... No podía faltar, era algo grande para internacionalizar la franquicia. Ya no pensaba en mi, en dinero, pensaba en dejarles algo a los niños, lo suficiente para que no sufran nada... Supongo que es uno de los efectos colaterales de SER MADRE.

La cita era en un restaurante, llegué antes y logré encontrar un espacio para conectar mi celular. Preparaba la mesa con mis contratos, con plumas y sobre todo, el mejor discurso y sonrisa para que estos tiburones aceptaran.

Entraron tres caballeros, un alto afroamericano que después se presentaría como Paul, un caucásico de nombre Bob y por último... ¿¡DANTE?!

Se me fue la sangre al piso.

—Buenas tardes, caballeros... — Estreché la mano de cada uno de los hombres, incluido ya-saben-quién.
—Buenas tardes, señora Rincón. — Este Bob fue el que mejor me cayó.
—Al fin sabemos de la flamante economista, Dante nos ha hablado maravillas de usted en los negocios. — Paul dijo mientras tomábamos asiento.
—¿Si? Me atemoriza ahondar en el tema, señores... — Me reí un poco incómoda.

Ya-saben-quién... Permaneció callado la mayor parte de la reunión. Mejor para mi.

Paul y Bob estuvieron de acuerdo con todo, acordamos firmar al día siguiente. El que no concordaba con el arreglo, era el indeseable.

-Beatriz, ¿Podría quedarme a discutir un punto contigo? Hay algo aquí que no me parece.
-Supongo, siempre y cuando no toquemos otro punto.

Despedimos a los ejecutivos y volvimos a sentarnos.

-¿Me das un segundo? Necesito ver mi celular.
-Ay, Beatriz, no te voy a hacer nada. No te angusties, no tienes que inventarte excusas para zafarte de mi.
-Permíteme.
Tomé mi celular y habían dos mensajes de voz y un par de llamadas de Marcela.. La llamé unas cinco veces sin éxito alguno. Volví a mi asiento.
-¿Está todo bien?
-No me contestan...
-Entonces, no ha de ser tan urgente.
-Continuemos con lo pendiente.
-Te sentó muy bien el matrimonio.
Veía el anillo en mi dedo.
-Mira, si gustas, te comparto el número de mi abogado, contáctalo para que discutan el contrato.
-¡No! Perdón por entrometerme. No te vayas, hablemos de negocios.

Las horas se fueron entre litigios y tragos, algunas concesiones aprobadas y otras denegadas... Ya el sol se había puesto y no me encontraba en posición de estar otro momento más fuera del hotel. Lo bueno es que Dante aceptó firmar el contrato mañana, con las adaptaciones hechas.

-¿Te acompaño a tu cuarto?
-No quiero molestar a tu esposa...
-Tranquila, ella entiende.
Subimos a la habitación y en la puerta le agradecí por el gesto.
-¿No sería mejor que te ayude a revisar si no hay intrusos?
-No creo que haya, es un hotel muy seguro.
Resbalé y la puerta se abrió.
-Bueno, no está de más que revisemos.

Mi cabeza daba vueltas como no imaginan, me pasé de la ralla.

-Me voy a sentar aquí a cambiarme, tu ya puedes irte, gracias.
-¿Adónde? Si acabo de llegar.
-Tu esposa está esperando.
-Nunca me dejaste decirte que no era mi esposa, es mi asistente.
-Como sea... Debes retirarte...
-¿Y dejarte así?... Tan vulnerable... Tan alcoholizada.
-Dante... Aléjate.
-¿E irme sin mi regalo de despedida? Claro que no.
-¿De qué hablas?
-Fui tu imbécil y tu tapadera por meses, me usaste para tu beneficio, creo que lo mínimo que me merezco es propina.
-¡LARGATE O GRITO!
-¿Quién le va a creer a la pobre borracha?
-¡Lárgate!
Tomé el teléfono para pedir auxilio a recepción. Me lo arrebató y lo tiró por la ventana, dudo que haya sobrevivido porque era una caída de siete pisos.
-¡Oops!
-¿Qué estás haciendo?
-Te amé, y me usaste... Creo que me toca usarte.