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—¿Oreos?

—No como.

—¿Pepitos?

—Tampoco.

—¿Milka?

—Me asqueó.

—¿Papas?

—Pero no las de paquete.

—¡Tú no comes nada, mujer! —exclamó Asher.

Estábamos en el centro comercial. Debíamos comprar cosas para todos y Asher se entretenía nombrando productos para saber si me gustaban o no desde que pasamos por la góndola de galletas y le dije que no me gustaban sus galletas preferidas.

—Tengo una idea —dijo—. ¿Por qué no damos una vuelta por el centro comercial, hacemos una lista y luego volvemos a comprar?

Lo único que había en nuestro carrito eran cinco paquetes de fideos. Nick nos había recordado más de tres veces llevar la lista y acabamos olvidándola.

—Mmh... De acuerdo.

Guardamos las cosas en donde iban y salimos del super mercado. Mientras tanto, nombrábamos algunos de los ingredientes infalibles a la vez que los anotaba en las notas de mi celular.

—Arroz, harina, azúcar, huevos...

—¡Perritos! —exclamó Ash.

—¿Perritos? ¿Qué? ¿Calientes? —Alcé la vista, confusa, al verlo abalanzarse hacía ellos. ¡Sí eran perritos! Ambos sonreímos, embobados.

—Están en adopción —comentó una viejita, parada junto a ellos. Parecía un ángel, o tal vez eso me pareció luego de habernos dicho que estaba dando en adopción a los perritos.

—¡Quiero todos! —exclamó Asher, dejando que uno de ellos lama su rostro.

—No podemos con tantos... —dije a duras penas. En verdad, yo también quería llevarme a cada uno de ellos a casa, pero apenas podíamos alimentarnos a nosotros mismos (y a base de comida a domicilio). Mucho menos podríamos con un perro.

—¿Por qué los obsequia?

—Mi perra tuvo cachorros. Ahora que superaron la etapa de la leche materna, no puedo quedarme con todos. Si no consigo un hogar para ellos, tendré que llevarlos a la perrera.

Asher y yo nos miramos con terror en la cara.

—Uno no nos hará daño...

—Si, podemos con uno...

—Los chicos no se enojarán...

—Desde luego, se encariñarán...

—Además evitaríamos que lo envíen a una perrera...

—Queremos uno —sentenció Ash.

—Claro, ¿cuál?

Asher y yo volvimos a cruzar miradas. Habían tres cachorritos marrón claro acostados casi uno encima de otro. Más al costado, uno solito. Creo que ambos nos decidimos mentalmente por ese, porque lo señalamos a la vez.

Tomé al perrito en brazos. Eran tan suavecito... Y tenía aroma a cachorro... Era extraño, pero real. Al igual que los bebes, este tenía un olor particular.

Ash y yo volvimos al super mercado, esta vez decididos a lo que compraríamos. Esquivamos la góndola de las galletas, harinas y gaseosas hasta llegar a la sección de animales.

—¿Una camita?

—Mejor dos, por si crece —respondió Ash. Asentí mientras las metía dentro del carrito.

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora