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—Veo veo.

—¿Qué ves?

—Una cosa.

—¿Qué cosa?

—Maravillosa.

—¿De qué color?

—Color, color... verde.

—¡Por el amor de Dios, Logan! ¡Ya dijiste tres veces verde! Lo único que hay de ese color son las hojas de los árboles —espeté.

—¡Esta vez no son las hojas?

Suspiré, cruzada de brazos, y observé todo a mi alrededor sin mover la cabeza.

—No hay nada más verde.

—Claro que sí, Davies, piensa.

—Mmh... ¿Mi remera?

—Tu remera es negra.

—Quizá tienes problemas en la vista, qué se yo.

—Pues no.

—¿Tus calzones?

—¿Cómo sabes el color?

—Conociéndote...

El rodó los ojos.

—No son mis calzones. Y puedes comprobarlo si quieres, nena —respondió, guiñando un ojo.

—Me rindo.

—Eran las hojas de esa planta —concluyó, señalándola.

—¡Dijiste que esta vez no eran los árboles!

—¡Y no lo es! Eso es una planta, no un árbol.

—Eres un tramposo.

—Lo que yo tengo de tramposo, tú lo tienes de mala perdedora —replicó. Le saqué la lengua.

Llevábamos casi una hora varados en esa maldita calle. Los autos no pasaban, y el único que pasó, nos trató de ladrones y aceleró.

Logan se puso en contacto con una grúa, pero no con los chicos. Ninguno de los dos tenía batería, pues la marca de nuestros queridísimos celulares no era reconocida por tener una batería que durara mucho tiempo, en lo concreto.

Así que allí nos encontrábamos, esperando a que algún señor se apiade de nosotros y venga a rescatarnos. Yo propuse caminar hasta llegar a algún negocio que nos prestase un teléfono, pero Logan se negaba a dejar solo a su coche y a que caminara sola por estas calles.

¿Lo peor de todo? Que ni siquiera pude conducir. ¡Vaya injusticia!

—Ya me aburrí. ¿A qué jugamos ahora?

—Conozco un juego muy bueno. Se llama Siete minutos en el cielo —inquirió y negué con la cabeza, cansada de sus idioteces.

Estaba segura de que si escuchaba un chiste provocativo más de parte de Logan, uno de los dos acabaría sin vida y no era yo. Iba a cortarle esa lengua tan puerca que tenía.

—Yo conozco uno muy bueno también, se llama dejar sin hijos a Logan.

—Ese no suena muy divertido...

Aburrida de estar en el coche, me bajé para estirar las piernas y apoyé mi cuerpo en la puerta. Como no, Logan hizo lo mismo y se posicionó a mi lado.

—¿Qué haces?

—Estoy aburrida allí adentro.

—Aquí afuera también —razonó.

—Pero hay aire.

—Y adentro estoy yo.

—Gana estar afuera, entonces —concluí, y Logan, entre risas, codeó mi brazo en forma de protesta.

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora