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Cuando desperté, Alex continuaba durmiendo a mi lado. Seguíamos en la misma pose.

Con cuidado de no despertarlo, volteé ligeramente para quedar cara a cara. Jamás lo había contemplado tan de cerca. Tampoco lo había tenido tan cerca, jamás. Nuestras respiraciones se mezclaban, y nuestras narices casi se rozaban. Si me acercaba tan solo unos pocos centímetros, podría sacarme la duda de cómo se sentiría probar sus labios.

Su cabello estaba algo revuelto, y su rostro no resaltaba tanto sin sus oceánicos ojos abiertos, pero de igual modo, se veía increíblemente perfecto. Sí, incluso cuando dormía. Luego le pediría su rutina para no tener ni un sólo rastro de ojeras.

Dí un pequeño respingo cuando entrecerró los ojos con lentitud. Me observó detalladamente por algunos segundos y luego sonrió.

—¿Me estabas observando, loca?

—¿Qué? ¡No, no, no! Sólo... Yo... Mmh...

Alex rió.

—No tienes que avergonzarte, Gasper. Estoy acostumbrado a que las chicas se me queden viendo.

—¿Se supone que eso es algo bueno?

—Si, porque tú eres la única chica que me gusta que me mire —concluyó.

Por un segundo, tuve el impulso de acortar la poca distancia que quedaba entre nosotros y plantar un beso en sus labios, pero luego volví a la realidad y recordé que Alex y yo lo éramos nada. Pero la confianza y lo cómoda que me sentía en ese momento... Dioos, podría pasarme una vida entera tirada en la cama con él.

—¿Lo dices en serio?

—¿Cuánto te dije algo que no era verdad?

Lo pensé.

—Nunca. ¡No, espera! ¡Fue ayer! Cuando dijiste que yo no era una señorita —bromeé. Alex rió.

—Te estás mintiendo a ti misma.

—Cierra la boca.

—Tú ciérrala, Gasper.

—Y sino, ¿qué? —lo dije como en un murmuro. Pero estábamos tan cerca que me había escuchado a la perfección. Su mirada se entrelazaba con la mía, y el dedo de su mano, que nunca había abandonado mi cintura, trazaba pequeños círculos en ella.

—Tendré que hacerlo yo —respondió tras unos pocos segundos, en un murmuro.

Bajé la vista a sus labios cuando los entreabrió. Mi corazón, que comenzaba a descontrolarse, subía y bajaba a máxima velocidad.

Y cuando cerré los ojos...

—Eh, Alex, es día de colada, ¿tienes algo que...?

Asher, quien entró al cuarto sin llamar, nos analizaba boquiabierto, con los ojos como platos y una mano en el pecho, justo en el corazón. Luego entrecerró los ojos. Pero qué exagerado.

—Ese canasto de allá —respondió el pelinegro con indiferencia. Por mi parte, me alejé tanto de él que casi caigo de la cama.

—¡¿Qué haces tú en su cama?! ¡¿Y qué rayos haces tú con ella en la cama?! ¿Cómo...? —Su ceño, cambió a uno mucho más expresivo, y se oyó un «oh» cuando volvió a abrir su boca en una O—. ¡¿Y no me lo contaron?! ¡Pero qué traición!

—No ha pasado nada —le aclaró Alex.

—¡Pero ella está aquí! ¡Y tú estás allí!

—Si, y tú también estás aquí —replicó.

En el momento menos oportuno, cabe aclarar. Gracias, Ash.

—¿Nick lo sabe?

—Nick no debe saber nada —intervine.

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora