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Comencé a reír como loca. Reía, reía, y reía, mientras que Logan seguía allí: serio, por primera vez. Siempre que hacía o le hacían una broma, se echaba a reír a las carcajadas. Sus brazos permanecían firmes a cada lado de su cuerpo, ya no jugueteaba con las manos. Y me miraba serio, con una ligera mueca en el rostro.

Mi risa comenzó a cesar y mi rostro pasó a transformarse en uno de total preocupación. ¿Y si... no lo decía en broma?

—No lo dices en serio, ¿no?

—Yo...

Tragué saliva. ¿Cómo podía ser verdad?

—Pero... Si apenas cruzamos palabras. No puedo gustarte yo. Lo que tu tienes es atracción. Si, eso es. O, bueno, de hecho, tu no tienes nada. No tengo ni un pelo de parecido a todas esas chicas guapas y voluminosas con las que te veo salir, y...

—¿Te crees menos que todas esas chicas por no tener los pechos operados? Ali, tú eres la chica más linda y dulce y simpática que he conocido en toda mi patética vida. Y me gusta como eres. Me gusta que te sepas hacer valer y no te creas el primer halago que te hacen, me gusta lo inteligente que eres y lo lindo de estar en tu compañía. Puede parecerte una broma, pero esto que siento, Ali, es muy en serio.

Logan me había dejado sin palabras. Sin nada, nadita, que decir. ¿Cómo iba a poder gustarle yo? Si siempre salía con rubias, altas, extrovertidas, de un cuerpo mucho mejor que el mío. Y luego estaba yo, que también tenía el cabello claro, pero me consideraba un palo. De madera. Introvertida, poco interesante y aburrida.

Y lo peor de todo, es que le gustaba a su amigo. Y él a mí. No. Debía estar bromeando.

—Di algo, por favor.

—Eh... Yo... ¿E-estás seguro?

Logan rodó los ojos. Mordí mi labio interior cuando lo vi tan frustrado. Detestaba hacer sentir mal a la gente. Mucho más si era mi compañero de casa. Entonces, recordé lo que acababa de decirle hacía unos pocos segundos:

—Siento haberte gritado antes, Logan. Creí que habías hecho todo eso para molestarme. No sabía...

—Claro que no lo sabías —espetó—. ¿Sabes qué? Es hora de volver. Podemos caminar hasta alguna tienda. Ya veré que hacer con el coche. —Él comenzó a caminar, pero lo detuve.

—Logan, tenemos que hablar.

—¿Sobre qué?

—¡Sobre esto! Lo que acabas de decirme...

—No tiene importancia, ya se me pasará. Ya sabes cómo soy, todo un perro alzado.

—No quise lastimarte.

—Y yo no quiero hablar sobre esto ahora. No debí decírtelo, lo siento.

Logan acabó por meterse al coche y yo lo imité. En cuando mi vista se giró a él, salió nuevamente y apoyó su cuerpo en el auto.

Estaba claro que no quería hablar de esto ni estar conmigo, pero tampoco podía dejarlo pasar como si nada. Acababa de confesarme sus sentimientos, no era una idiotez. Además, sabía cómo podía sentirse ahora. Su inusual expresión triste era horrible.

Acabé por dejarlo sólo algunos minutos. Después de todo, yo también los necesitaba para pensar. No sabía si contárselo a Alex o guardarlo para mí. Estaba claro que aquello ocasionaría una fea pelea.

Por Dios... ¿Logan gustaba de mi? Sonaba irreal. Él era un mujeriego, no de los que se enamoraban. ¡Mucho menos de alguien como yo! Qué, por cierto, tampoco era que habíamos compartido tantos momentos juntos. Sólo algunas charlas y películas en el sofá, juegos en la piscina o recetas en la cocina. Ah, y cómo olvidar las incontables bromas que hacía sobre mi cuerpo y nosotros en una misma cama.

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora