La fiesta no habría valido la pena hasta el día siguiente, cuando la resaca nos carcomía la cabeza a todos.
Todos, excepto Alex, que no había bebido más que energizarte —pues conductor designado—, habíamos ingerido una pastilla para el dolor.
—¿Alguien tomó de más y ahora no se aguanta el dolor de cabeza? —burló Alex al verme agarrar la bendita pastilla de la caja.
—Es que de sólo pensar que por poco te beso me da náuseas —burlé, mientras sacaba una cebolla de la heladera y la dejaba sobre la mesada para cortarla en pequeños trozos.
Y era cierto. Estuvimos a segundos de realmente considerar besarnos. Pero como era de esperarse, su novia lo impidió. Y pese a mi odio, la entendía. Yo dejaría a mi novio —que no tengo— en coma si besara a otra mujer delante mío.
—Oh, cierra la boca. Te mueres por mi, Casper.
—¡Ya basta con Casper! —La pobre Gami se sobresaltó al escuchar mi grito y debí acariciar su pelo tan suavecito para tranquilizarla—. Hiciste que mi perra se asustara.
—Eso lo hace de sólo ver tu cara. Pobresita...
—¿Debo recordarte que tengo un cuchillo? —Alcé una ceja, enseñándole el cuchillo con el que estaba cortando la verdura. El rió.
—Eres tan torpe que de seguro no sabes usarlo.
—Pruébame entonces.
—Hola, tortolitos. —Asher, como si no hubiera estado quejándose del dolor de cabeza hacía menos de diez minutos, entró alegremente a la cocina—. Una preguntita... ¿Cuánto falta para la comida?
—Cuarenta minutos.
—¡¿Cuarenta?! ¡Eso es mucho, Ali!
—Si ayudaras faltaría menos —inquirí.
Asher se encogió de hombros a la vez que tomaba asiento en el taburete y cogía una papa del paquete de frituras que había abierto.
—Por suerte soy un chico muy paciente.
—Unos flojos, eso es lo que son —acusé, tanto para Asher como para Alex. A ninguno pareció importarle demasiado aquello.
—Si, bueno. Te daré la razón e iré al living a ver una peli mientras espero la comida —respondió Asher antes de dejarnos solos otra vez. Suspiré.
—¿Estás llorando? —preguntó Alex tras unos segundos en silencio.
—Es la maldita cebolla —respondí, con ambos ojos cerrados. Alex rió.
—Luces patética.
—Gracias, qué tierno.
Alex, aún riendo, oí como tomaba una servilleta del rollo y se acercaba a mi. No tardé en sentir su tacto al secarme las lágrimas. Luego, cuando terminó, volví a abrir los ojos.
—Gracias.
—Eso ya lo dijiste.
—Antes fue algo irónico porque hiciste un comentario tan estúpido como innecesario. Ahora es porque lo siento en serio —inquirí. Él alzó una ceja con diversión.
Luego de eso, volvimos a quedarnos en silencio. Esta vez no era un silencio incómodo, sino uno lindo de estar. Cómodo.
Pero Alex lo rompió justo cuando metía la carne en la cacerola donde estaba la cebolla.
—¿Puedo... hacerte una pregunta?
—Ya la has hecho.
—Otra.
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Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]
Teen FictionCuando uno de los hermanos Davies, Nicholas, cumple los quince años, se va a vivir a la ciudad donde su padre vive, Londres. Luego de inscribirse en el instituto, a los dieciséis años decide mudarse con sus amigos a una fraternidad. Dos años después...