Esa misma noche, tal y como Alex detalló, la tormenta apareció a eso de las dos y media de la madrugada.
Me encontraba en mi cuarto, con Gami durmiendo a mi lado y la cortina de la ventana abierta. El cielo estaba completamente negro y los rayos lo iluminaban de vez en cuando. Me gustaba dormir con el sonido de la lluvia, pero esta vez, el clima estaba horrible.
Gami comenzó a lloriquear, lo que me dió ganas de llorar a mi. Odiaba verla triste. Una vez, Asher y yo la llevamos a la veterinaria para que le dieran su primera vacuna. Ambos salimos de allí derramando lágrimas como si nos hubiesen anunciado la separación de One Direction. Fue durísimo.
Pensé en dirigirme con Gami a la habitación de Alex, quien era el único que se encontraba en la casa, pero al abrir la puerta de mi habitación, él ya estaba allí, parado, a punto de tocar. Sin decir nada, abrí más la puerta para que pasara.
No se veía bien. Parecía asustado. Por un momento me pregunté si le daría miedo la lluvia, pero era Alex: tenía el corazón de piedra. Nada le daba miedo ni tampoco le asustaba.
—¿Estás bien?
—Yo... —Era la primera vez que lo veía tan inseguro—. ¿Puedo quedarme contigo?
Dudé por un segundo. No porque no quisiera dejarlo entrar, sino por su aspecto. Su piel estaba algo más pálida de lo normal, resaltando así el azulado de sus ojos. Los músculos de sus brazos estaban tensos, y jugueteaba con sus dedos. Ya no llevaba la ropa de salir, sino que ahora tenía un pantalón de pijama y, a diferencia de la noche anterior, una musculosa blanca. Carraspeé, aún sorprendida, al recordar que esperaba una respuesta.
—Claro, pasa.
Me hice a un costado y Alex pasó. Lo observé sentarse en el pie de la cama y dejar de juguetear con los dedos para levantar y bajar su pie derecho repetidas veces, rápido.
—Puedes acostarte si quieres —inquirí.
—Es sólo un rato. No quiero molestar.
—No molestas, Alex. Además, no es la primera vez que compartiríamos cama —dije, recordando la noche anterior, cuando Gami hizo de las suyas en la cama del pelinegro. Este curvó sus labios ligeramente, en una sonrisa casi inexistente, sin enseñar los dientes.
—Está bien. Gracias, Alisson.
—¿Apago la luz? —pregunté tras unos segundos. Alex asintió con la cabeza y me acerqué a mi lado de la cama tras oprimir el botón. La luz del pasillo que entraba por la puerta entrecerrada iluminaba tan solo un poco. Me levanté para apagarla, pero él tomó mi muñeca antes de que pudiera hacerlo.
—No molesta.
—Alex... ¿Está todo en orden?
—¿Dónde está tu perro? —evadió.
—En su camita.
—¿No dormirá con nosotros?
Sonreí.
—¿Por qué? ¿Te encariñaste?
—No. Déjala ahí —bufó.
Me recosté en la cama y cubrí mi cuerpo con la sábana. Me agradecí mentalmente por haber tomado la decisión de ponerme un pijama decente y no ese que tenía los rostros de mis personajes favoritos de Grey's Anatomy repartidos por toda la tela. Hubiera sido vergonzoso. Y un objeto de burla.
—Buenas noches, Alisson.
Aquello me había pillado por sorpresa. Había pasado un rato desde que se recostó en la cama y cerró los ojos, por lo que lo creía dormido. Me atreví a observarlo. Su cuerpo estaba de costado y sus manos acurrucadas debajo de la cabeza que apuntaba en mi dirección, sólo que tenía los ojos cerrados. Viéndolo desde esa perspectiva, no parecía ese gruñón que estaba siempre a la defensiva y con ganas de pelear, todo lo contrario, parecía tierno e indefenso.
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Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]
Teen FictionCuando uno de los hermanos Davies, Nicholas, cumple los quince años, se va a vivir a la ciudad donde su padre vive, Londres. Luego de inscribirse en el instituto, a los dieciséis años decide mudarse con sus amigos a una fraternidad. Dos años después...