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—¡Hola, Ashibonito! —exclamé en cuanto entré a la casa. No tardé más de un minuto en lanzarme sobre él en el sofá para abrazarlo. Él intentó quitarme.

—¡Qué asco, estás toda sudada?

—Hoy corrimos cinco kilómetros —comentó Alex muy orgulloso de nosotros mientras cerraba la puerta detrás de él.

—Wao, los felicito, tortolitos... ¡Y tú, deja de llamarme Ashibonito! Harás que las chicas me vean menos atractivo —protestó y reí.

Llevaba apenas tres días utilizando aquel apodo. Creo que su invención fue lo mejor que pude haber hecho en todo este tiempo. Es que... su expresión de horror al oírme pronunciar «Ashibonito» era merecedora de ser ilustrada en un cuadro.

—Lo que digas, Ashibonito. ¿Dónde están los chicos?

—Salieron a comprar. Yo me quedé, porque a las cuatro en punto darán Cars 3 en Disney —explicó.

—¿Para qué pagamos tantas plataformas si vas a esperar a verla en la televisión? —protestó Alex.

—¡Es que no puedo no verla si sé que la van a dar!

Alex rodó los ojos. Cuando creí que mantendría su postura firme y aburrida, carraspeó.

—¿Quieres que prepare palomitas para verla?

La sonrisa de Asher se ensanchó.

—¡Tienes dieciséis minutos! ¡Apresúrate!

Esta vez, la que rodó los ojos fui yo. Aquí estaban las pruebas de que esos dos chicos no madurarían jamás. Aunque, si lo pensaba dos veces, yo no dudaría en tirarme de culo al sofá y supiera que pasarían alguna película como Rapunzel o La Sirenita 2.

Me senté junto a Asher y apoyé mi cabeza en su regazo. No tenía intenciones de ver la película, pero sí de echarme una buena siesta. Últimamente, correr agotaba todas mis energías, y me dolían tanto las piernas que podía jurar que no podría volver a subir las escaleras jamás. ¡Ni siquiera podía flexionar las rodillas sin dejar escapar un jadeo!

Las caricias de Asher en mi cabeza fue lo último que necesité para poner los ojos en blanco y envolverme en un sueño profundo que esperaba que durase un buen rato.

Desperté con el llanto de dos monos.

—S-siempre me hace llorar esta parte... —sollozó Asher.

Abrí mis ojos lentamente para encontrarme con una montaña de pañuelos usados al rededor de mi cuerpo. Contuve la arcada. ¿Qué estaba pasando aquí? Asher le lloraba a la televisión como desquiciado y, a mi otro lado, Alex se mantenía serio, con los ojos aguados y un camino de lágrimas. Reí y ambos se giraron a verme.

—¿C-cómo dormiste? —titubeó el rubio.

—Mejor de lo que están ustedes, seguro.

—El rayo tuvo un accidente —explicó Alex.

—Y la pobre Sally lo vió todo...

—¿En serio están llorando por esa tonte...?

Asher tapó mi mano con su asquerosa y sudorosa mano. Hice una mueca.

—¡Lávate la boca antes de hablar de una escena de Cars, inculta!

—Sí, ¿en dónde quedó tu corazón, Alisson? —apoyó su amigo.

¿Por qué rayos no me quedé durmiendo?

—Ya dejen de molestarme. Al menos yo soy una chica productiva, no como ustedes, que se la pasan llorando por un coche de caricatura.

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora