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—¡Quiero entrar! —protesté.

—Que no, Elizabeth —respondió Alex.

—¿Elizabeth? ¿Quién te dijo mi segundo nombre?

—¿Te piensas que no hablo de ti con tu hermano? —Alzó una ceja, y yo abrí mis ojos con sorpresa.

—Déjame entrar, porfisss...

—No.

—¡Te lo compensaré!

Él lo pensó.

—Serán los mejores cinco minutos de mi vida.

—¿La masa de los tacos lleva harina leudante o común? —escuché la voz de Tyler desde afuera de la cocina.

La situación era esta: Los simios con los que convivía querían "recompensarme" por todas las veces que había alimentado sus cuerpecitos, y decidieron unirse para prepararme la cena. No me dejaban entrar a la cocina desde hacía ya media hora, y Alex estaba de seguridad en la puerta para que no pudiera pasar. Valoraba el detalle, pero era más castigo que premio.

—¡Mira lo que se están preguntando! Van a quemar la cocina y te arrepentirás de no haberme dejado... —Alex me calló de un beso. Sonreí—. Vaya, tendré que seguir quejándome.

—Quéjate todo lo que quieras, no vas a entrar.

—¿En serio avalas lo que están haciendo? ¡Esos cuatro son capaces de causar un cortocircuito en toda la calle por intentar encender el horno!

—El horno es a gas, no eléctrico, burra. Y recuerda que yo estaría ayudándolos si no fuera porque eres una entrometida que quiere ver lo que hacen.

—¡Oye, no! ¡Eso es tóxico! —oí otro grito.

Abrí mis ojos como platos y Alex rió. Me aterraba probar su comida. Bueno, tal vez si seguían alguna receta de YouTube al pie de la letra no saldría tan mal...

—Quedaría más divertido si le pusiéramos colorante —oí decir a Asher.

Dios, estoy cansada de ser tu mejor guerrera.

—¡Alex! —exclamé.

—¡¿Qué?! Tú eres la que no me deja ir a controlar.

—¡Claro que te dejo, idiota!

—Entonces deja de intentar pasar y vete.

—No.

—Entonces tendrás que comer tacos color rosa.

—¡Al menos déjame entrar para darle de comer a la perra! —pedí.

—Ese perro ya se ha comido como tres platos de comida hoy. Es un glotón.

—¡Es perra! —chillé. Alex rió y tocó con su dedo índice mi nariz de manera juguetona.

—Me encanta hacerte enfadar.

—Y a mi me encantaría que me dejaras...

—No —interrumpió y bufé.

—Eres el peor amigo que existe.

Alex abrió su boca en una gran O a la vez que llevaba una mano a su pecho exageradamente.

—¿Amigo?

—Conocido, mejor dicho. Perdiste todo el derecho al no dejarme entrar a la cocina. Por tu culpa moriré de estómago intoxicado.

—Así no se dice.

—Pero moriré de eso, a fin de cuentas.

—Eres demasiado drástica.

—Y tú demasiado idiota.

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora