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Desperté. Estaba abrazando algo y no era mi almohada. Abrí los ojos para encontrarme con Alex a mi lado, parecía recién despierto. Mi brazo rodeaba su cintura, un poco más abajo de sus desnudos abdominales. Mientras tanto, él permanecía quiero, con los brazos flexionados detrás de su cabeza y una ligera sonrisa burlona al cruzar miradas. Agradecí la falta de luz y que no se notara lo colorada que me había puesto antes de soltarlo y alejarme.

—Con que yo iba a abrazarte... —burló. Su voz sonaba ronca.

—Cierra la boca.

—Buenos días para ti también —ironizó.

Busqué con la vista a Gami, quien estaba a los pies de la cama. Sobre Alex. Intenté aguantar la risa.

—Le caes bien —inquirí.

—No me gustan los perros.

—A ella le gustas.

Alex se levantó de la cama y estiró su cuerpo. No me molesté en fingir que me había quedado embobada viendo su cuerpo. El tatuaje que tenía en el brazo, la bermuda que se había bajado tan solo un poco al levantar los brazos, la pequeña cicatriz que nunca había notado en su hombro derecho, su pelo negro más revuelto de lo normal...

—Deja de mirarme.

—¿Por qué? ¿Te molesta?

—Empezaré a creer que te gusto.

Hice una mueca.

—¿Por qué no dormiste en el sofá? —solté, de repente. Era una pregunta que había formulado en mi cabeza la noche anterior. Teniendo el sofá o parte de la cama de Ash, por ejemplo, optó por venir aquí. Y no es que me sienta especial, pero si su novia se entera de ello...

—El sofá es frío e incómodo.

Alex no acotó nada más. Simplemente se dirigió a la puerta, abrió y cerró detrás de él. Mientras tanto, yo tardé unos minutos en decidir que ya era tiempo de levantarme de la cama y afrontar otro día más de instituto. Abrí las cortinas, escogí la ropa y entré al cuarto de baño.

Ya lista, bajé a la cocina con todos los demás. Escogí una banana para desayunar y le serví a Gamora algo de comida en su platito.

—¿No quieres una galleta? —ofreció Asher, extendiéndome el paquete de oreos. Negué con la cabeza.

—No. Gracias, Ash.

—Como quieras. Más para mi.

—Y para mi —intervino Nick, quitándole una galleta del paquete que Asher no llegó a esconder. Reí.

—¿Nos vamos ya? —preguntó Alex.

—Hablando de eso... Nick, ¿me dejas conducir hoy? —pedí, enseñándole una sonrisa a mi hermano.

—Es que... Este... No tiene gasolina.

—Claro que tiene, le cargaste ayer —bufé.

—¿Por qué quieres conducir?

—¡Para aprender! Ya tengo diecisiete y todavía no sé hacerlo. ¿Cómo voy a llevar a mis hijos a la escuela, eh? ¿O a Gami al veterinario? ¿O a...?

—Ya entendí.

—¿Entonces...?

—Tal vez papá quiera enseñarte.

—¡Nicholas!

—Yo puedo enseñarle —propuso Ash. Todos lo observaron aterrorizados, mientras que yo sonreí.

—En definitiva, no —negó Nick.

—¡Al menos él quiere enseñarme!

—Yo te enseño, cariño —ahora habló Logan.

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora