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Cuando desperté, habían dos cosas diferentes. La primera, era que ya no llovía. El cielo gris de ayer había sido reemplazado por uno celeste, totalmente despejado y con el sol iluminando. La segunda, era que ya nadie me abrazaba. Alex se había marchado del cuarto antes de que despertara.

Sin cambiarme el pijama, bajé al comedor. Los chicos, como de costumbre, estaban recostados en el sofá, excepto el pelinegro con el que había pasado la noche. Los cuatro estaban exhaustos, con los ojos cerrados, y soltaron un gruñido en cuando me lancé sobre sus regazos. Mis pies quedaron sobre Nick y mi carita sobre Logan.

—Buenos días para ustedes también —ironicé.

—Shh. —Logan, sin abrir los ojos, estiró su brazo y tapó mi rostro con su enorme mano. No desaproveché el momento y le mordí un dedo. Este quitó la mano apresuradamente y chilló.

—¿Hace cuánto llegaron?

—Como una hora —respondió Ash, al igual que Logan, no abrió los ojos para verme.

—No deberían salir de fiesta un miércoles si luego no soportan el sueño —inquirí.

—Cierra la boca, pequeña Davies —protestó Logan.

—¡Ni siquiera pueden abrir los ojos para verme!

—Nadie quiere verte, engreída —esta vez, fue Nick quien habló. Abrí mi boca en una gran O, aunque no pudieran verla. Alex, quien en ese momento bajaba por las escaleras ya alistado, dejó escapar una risilla al oír las palabras de mi hermano. Lo miré mal.

—Cretinos.

—Shh —dijeron los cuatro a la vez.

—¡No pueden callarme!

—Si, si podemos —intervino Logan, volviendo a estirar su brazo para intentar cubrir mi rostro con su mano. Logré esquivarlo.

—Más les vale que vayan a la escuela. No llevan ni la primera semana de cursada. Ahora se harán cargo de sus decisiones y asumirán sus responsabilidades.

—No eres nuestra madre —acusó Nick.

—¡Pero soy tu hermana! Y más grande, así que te callas y obedeces.

—¡Soy mayor que tú!

—No mentalmente —repliqué. Nick abrió los ojos para lanzarme un almohadón y le saqué la lengua al lograr atraparlo.

—Me voy —informó Alex, tomando las llaves del coche. Rodé hasta caer del sofá y levantarme.

—¡Espera, voy contigo!

El pelinegro me observó de arriba abajo y alzó ambas cejas. Luego, se encogió de hombros y abrió la puerta principal.

—Las damas primero —dijo, sonriente. Sonreí yo también antes de salir.

—Parece que alguien ha despertado de buen humor —inquirí.

—Digamos que verte hoy me ha hecho sonreír.

Alcé una ceja, entre divertida y confusa. No creí que la situación de ayer afectaría tanto su manera de tratarme. Sin embargo, no me disgustaba en lo absoluto. Me parecía hasta lindo que se esforzase por tratarme bien.

Alex y yo subimos al coche. Aceleró apenas un metro y detuvo la velocidad. Lo observé.

—¿Qué sucede?

—¿No se te olvida nada? —preguntó.

—¿Nada...?

Alex rodó los ojos, como si mi presencia le molestara. ¿Por qué ese cambio de actitud? ¡Si ahora no había hecho nada para que le molestara!

Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora