Hacía un calor de infarto.
Me encontraba tirada en el sofá. No recostada, sino tirada; esa era la palabra correcta. Estiraba mi brazo derecho por fuera del sofá y con la mano de ese mismo brazo sostenía el control remoto, con el cuál pasaba los canales casi sin mirar.
Llevaba puesta la parte de arriba de una bikini y debajo tenía un short de tela. Las ventanas estaban abiertas, aunque no corría una sola gota de aire.
El calor de hoy era insoportable. Ya estábamos en Agosto, a mediados del verano. Podría encender el aire acondicionado, pero lo cierto era que no tenía ni la menor idea de dónde podría estar su control.
El timbre de la casa sonó y solté un gran suspiro lleno de cansancio. Caminar hasta la puerta implicaba esfuerzo, y el esfuerzo implicaba sudor.
Sin embargo, como sabía que ninguno de los chicos vendría desde el patio trasero sólo para abrir la puerta, debí arrastrarme del sofá hasta caer al suelo y, luego, levantarme e ir a abrir.
—Ho... ¿Qué haces aquí?
Camille sonrió, desde luego, simpáticamente, como cada vez que me veía.
Nótese el sarcasmo.
—Me encantaría responderte, pero vengo a ver a mi novio, no a solucionar tus dudas, dulce.
—Acabas de decírmelo, dulce —murmuré por lo bajo. No obstante, ella me escuchó e hizo una mueca.
—¿Está Alex?
—Si.
—¿Puedo verlo?
—¿Cómo no? Tienes ojos, supongo.
—¿Y me vas a hacer entrar?
Sonreí con su misma amabilidad.
—No, ¿por qué? ¿Se te ofrece algo?
—¡Te estoy diciendo que vine a ver a Alex! ¿Eres tonta o sorda?
—Por ahora oigo bien, y no me considero ninguna tonta, pero gracias por preocuparte. Adiós.
Hice el ademán de cerrar la puerta y ella la detuvo con su mano. Comprimí una risa al ver su cara de frustración.
Tal vez me vaya al infierno, pero fastidiarla había alegrado mi día.
—Lo buscaré yo.
Sin pedir permiso, Camille pasó por mi lado empujándome con su hombro y se metió a la casa. Imité sus palabras y gestos de manera burlona y silenciosa, luego cerré la puerta y regresé a la sala.
Desde el ventanal pude notar como la rubia ya había encontrado a Alex y lo obligaba a salir de la piscina para arrastrarlo dentro de la casa. Cuando entraron, él intercambió una mirada rápida conmigo.
Sin más, apagué la televisión y salí afuera con el resto de los chicos.
—¿Y Gami?
—¡Aquí! —exclamó Nick. Estaba en el agua, con la pobre perra en brazos, enseñándole a nadar. Sonreí.
—Eh, muñeca.
Me giré a ver a Logan. Había salido de la piscina y se acercaba a mi. No voy a negar que le eché una rápida mirada a sus abdominales marcados y mojados.
—¿Qué? —cuestioné cuando lo tuve de frente.
—¿Te metes conmigo? —preguntó, señalando en dirección a la pileta—. Puedo ayudarte a sacarte ese short, si quieres.
—No, no quiero.
El bufó.
—¿Por qué no?
—Porque te le tiras a todo lo que respira, ¿quizás? —inquirí en un tono obvio. Logan frunció el ceño, como si estuviera trabajando ese cerebrito que tiene para pensar.
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Viviendo con 5 idiotas [COMPLETA]
Teen FictionCuando uno de los hermanos Davies, Nicholas, cumple los quince años, se va a vivir a la ciudad donde su padre vive, Londres. Luego de inscribirse en el instituto, a los dieciséis años decide mudarse con sus amigos a una fraternidad. Dos años después...