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Jiraide se apresuró para alcanzar a Obito al término del entrenamiento del equipo, el día anterior habían pasado la prueba que Minato les puso, claro, al inicio todos actuaron por su cuenta hasta que finalmente se percataron de las intenciones del Namikaze.
—¡Obito! —exclamó la rubia yendo hacia él.
El azabache se detuvo y agitó su mano con una bonita sonrisa.
—Raide-chan, creí que te quedarías con Minato-sensei.
—Nah, Kakashi estaba hablando con él sobre cosas aburridas, pensé que sería buena idea acompañarte.
Mentira, Jiraide no quería regresar a su casa y decidió seguir al primero en el que pensó.
—Esta bien por mi —dijo con una risilla y volviendo a caminar.
Obito sentía que Jiraide podría llegar a ser cercana a él, una muy buena amiga, el hecho de que ella fuera la primera en apoyarlo a pesar de recién conocerlo le hizo feliz.
Incluso Rin, ella jamás dijo algo al respecto de ser hokage, no lo alentó, pero tampoco fue igual de imbecil que Kakashi, quien le dijo que era imposible para un debilucho como él.
—¿Vas a casa o a otro lado? —cuestionó Obito.
—A dónde me lleve el viento, no me gusta estar en mi casa.
—¿Problemas con tus padres?
Jiraide soltó una risilla mientras negaba.
—No, en realidad no, eso es imposible.
—¿Por qué?
—Por qué están en el cementerio —respondió metiendo ambas manos en sus bolsillos.
—Oh... Lo siento.
—¿Por qué te disculpas? No fue tu culpa.
—Si te hace sentir mejor, yo tampoco tengo a mis padres, pero si a mi abuela.
—Eso es genial —Jiraide reaccionó rápidamente —No la parte de que no tengas padres, me referí a que al menos tienes a tu abuelita.
Obito empezó a reír.
—Lo sé, lo sé.
La rubia se ruborizo ligeramente por la vergüenza, desvío la mirada.
—¿Quieres cenar en mi casa? —ofreció Obito.
Jiraide dudo unos segundo, pero sonrió mientras asentía.
—Me gustaría.
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