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Pasaron cuatro años. Dazai se mantenía estable en la Agencia, haciendo de las suyas como claro estaba, comportándose y molestando a otros como siempre había sabido hacer.
Pero fueron cuatro años. De cierta forma, tuvo que soportar estar separado de la única luz en su vida, del único que le había otorgado la oportunidad de dar forma a su existencia: el único ser por el que desistió, actualmente, del suicidio. Pues realmente, admiraba la idea de suicidarse; le parecía, en ocasiones, un acto de cobardía, pero también uno de valentía, gracia y tranquilidad. Pero se decidió a detener sus intentos, esperando volverlo a ver.
Sin embargo, en sus últimos años de separación, ya no le veía el caso a esperar, por lo que los intentos regresaban. No obstante, estos nunca fueron planeados, pues este, aún quería vivir; pues, ¿cómo alguien tan inteligente, no podría prever los posibles fallos de sus planes, y contrarrestarlos? Por obvias razones, sus "intentos de suicidio" nunca resultaban... Así que ganó fama; ya sea con los miembros de la Agencia Armada de Detectives, o en su círculo social.
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Pero fue atrapado, la Mafia lo había "capturado". Y se lo encontró.
Una voz bastante arrogante se oía, junto al acompañamiento de las pisadas hechas con unos obscuros zapatos poseedores de aquella voz. Dijo tantas cosas, que a cualquiera le habrían molestado, pero sabía la razón y el porqué de esas palabras en el chico: ninguno de los dos quería mencionar temas del pasado, no querían que la conversación se tornará sería, no al menos de un tema referente a ellos. Dazai le siguió el juego, por lo que, por su parte también decía muchas incoherencias.
Lo único que querían era revivir el tipo de conversación que hace cuatro años no tenían.Mas ahí estaba su presioso Nakahara Chūya. Ese bello ser, que ahora bestia un saco y un sombrero más feo. ¿Por qué feo? Porque no le permitía ver desde todos los ángulos posibles la belleza de su hermoso ser, y porque además, escondía sus inigualables y rebeldes cabellos anaranjados. Maldito sombrero.
Se le quedó viendo, pues no sabía que decir.
Veía sus obscuros guantes de cuero poseyendo la ausencia de color; y sentía envidia hacia aquellas quirotecas, pues él, más que nadie en la existencia, querría tocar aquellas delgadas y blanquecinas manos: lamer cada dedo suyo, cada tramo, tanto que las huellas que se mantienen en la piel desaparecerían; mordería cada uña suya y se tragaría lenta y detenidamente esos esbeltos dedos; dejaría sus rastros de saliva en cualquier sitio posible, y si podía, le daría besos a toda aquella apetecible carne.
Eso a sus manos, y ni hablar sobre su bello y único rostro, tampoco de su impecable y blanco pecho...Pero entonces se perdía, sus pensamientos iban y flotaban; porque claro, si por él fuera, fanteasearía día a día, hora con hora, y minuto por minuto, a ese humano, a esa obra de arte. Mas, se controlaba; pues estaba seguro, era capaz de romper el plan y con ello las cadenas que lo ataban, para así cumplir sus impulsos y atacar al dueño de sus delirios frente suyo. Así que habló:
—No has cambiado en nada, Chūya. —El otro pareció molestarse.
—¡¿Ah?! ¿A qué viene eso?
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それはそれでした [Eso Fue Todo] «Sōkoku»
RomanceAmbos estuvieron en la Port-Mafia; después, Chūya estuvo ahí, pero Dazai, se quedó en la Agencia Armada de Detectives... Así, sus tiempos no volvieron a coincidir... "Yo realmente no te odiaba. ¿Cómo podría odiarte? Tú, que a pesar de casi obligarme...