Especial 14: Será así [4]

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Mejor que nadie sabe cómo piensa su peli anaranjado: aunque claro, siempre lo supo. Pero en fin, el punto no era alardear de sí mismo, ni de lo increíble (se considera) que era.

Sin embargo, las sorpresas y acciones inesperadas que ha estado recibiendo día con día, acompañadas de esa dulzura y sinceridad en toda la extensión de su ser..., solo le provocan dudas hacia su egoísmo. Por primera vez, adora estar vivo, y por primera vez, sentimientos de nobleza empiezan a nacer —en realidad ya lo hacían, pero prefería no notarlos, ni mucho menos, expresarlos—.

Más tarde, cuando arribaba al departamento con sus aires de grandeza, fue recibido por su maravilloso y absoluto novio. Se saludaron y tras uno que otro comentario burlón, que claro, hizo reír a ambos, fueron capaces de relajarse.

Nunca sentía nervios; era algo que nunca cruzaba por su mente. Los tenía en absoluto, completamente controlados. No obstante, los sintió cuando se confesó a Chūya, al llevarlo de viaje, y segundos antes. Tampoco los demostraría, por supuesto, pero con el solo hecho de haberse fijado en ellos, le provocaba "dolor" en el ego.

—¿Cenamos?

Nakahara siempre fue y será hermoso ante sus ojos, pero a diferencia de días anteriores, se le ocurrió vestir diferente; llevando unos jeans aciando sus piernas como si las abrazara, una camisa color rojo vino de escote en "V", y los negros zapatos (que tanto le gustaban) de cuero. Pero aquello no era todo; de alguna forma la coleta que formó con su cabello, le impactó; esos pequeños mechones anaranjados asentuando su rostro, la bella y maravillosa altura que profanaba el amarre y el despeinado que demostraba.

—Hermoso.

—¿Mm? —Su palabra podría ser referida hacia cualquier otra cosa, ¿no? Por alguna razón (la conoce) no sintió que fuera dirigida para él.

—Hablo de ti, Chūya; eres hermoso.

Tal vez, era cansado estar constantemente al pendiente de las frases tan bonitas que Dazai dedica hacia el peli anaranjado..., no obstante, decirlas para Osamu, es una de sus acciones favoritas, sin precedentes y tan maravillosas; y en cuanto al chico bonito, le fascina escucharlas: logran que su corazón lata, sienta aprecio y que le motive. Sin duda alguna, ninguno quisiera que su relación fuera algo seca; porque algo de lo que están seguros, es que se encontraron por el vacío su pasado y la falta de cariño en ambas partes.

Verse día con día, amarse momento a momento, se convirtió en el impulsante perfecto.

—Sí, s-sí. De todas formas, sentemosnos.

No usurpó más, no tampoco trato de molestar más; acató a las palabras de su dulce peli anaranjado, y se sentó en la única silla sobrante e indicada para él.

Sabiendo de antemano que el joven Nakahara poco fue discreto para preguntarles sus preferencias culinarias, espero con bastante apego la deliciosa bebida llamada "leche" frente a sus ojos: la cual nuca llegó.

Y mientras sorbía los delicados y suaves spaghettis entre sus labios, fue víctima del acompañamiento perfecto, pero que para nada fue esperado.

—Ten, un poco de vino.

En fin, no le daría mayor importancia; si Chūya veía factible el alcohol en su cumpleaños, no debía de dudar de ello.

—Gracias.

Y la casualidad en la plática fue tan tranquila y común que ninguno quiso cambiar los rumbos. No cuando saboreaban el crujiente trozo de carne, bañado en una deliciosa salsa con acompañamientos de champiñones. Delicioso.

No sabía cocinar, y además nunca fue atento a lo que comía, simplemente buscaba saciar su hambre. Ahora que por fin vive con el chico de espectacular físico, se da cuenta de lo mucho que adora la comidas, y de lo maravilloso que puede llegar a ser saborearlas.

Sentir las mejillas llenas, el atragantarse de tanto comer; que cada bocado suyo sea saboreado como si se tratara de un manjar..., y que por supuesto, el ferviente cariño se agrande en su pecho cada vez más.

—Delicioso.

Mas, aún esperándolo, ver cómo llegaba su cheesecake de un chocolate puro y adornado de pequeños pedazos encima del ya mencionado, provocó un huracán en su vocalidad. Quería probarlo lo antes posible.

—Se que esperabas con anhelo tu bebida favorita, pero a cambio te preparé esto.

Frente a sus ojos, poscicionado en el portavasos de la mesa, con un popote dentro suyo..., se hallaba una gran cantidad de té con leche; preparada con ese espectacular lácteo, clavos de olor y té de jengibre...

El vapor saliente del recipiente llegaba hasta sus pupilas con un ferviente calor y aroma.

Al probarlo, sus cachetes se inflaron y lo que pareció una ardilla en pleno éxtasis, pronto se hallaba disfrutando al máximo la bebida. Saciandose del agradable sabor en sus papilas; y creyendo que Chūya era un experto: pues, ni una sola ramita, hoja o algún perteneciente de aquella infusión, se logró notar en el caliente líquido. Y estaba completamente seguro de que era natural, por lo que colarlo con tanta dedicación debió de ser cansado...

—Gracias.

Sobraba decir lo feliz que se hallaba. Era el hombre más afortunado; más que quien ganase la lotería.

Por supuesto, en algún momento llegarán los altos y bajos, aún así, una vez más, se siente capaz de afrontarlos.

Los problemas nunca se detendrán, y tampoco está dispuesto a maldecir la vida que le tocó, ya no.

Sabe que no es su estilo, pero a pesar de ello, las ganas de agradecer lo consumen y desde hacía mucho, se siente dichoso.

Lo repite y lo repetirá las veces que sean necesarias: no se arrepiente.

No dudaba de sus actos culinarios ni por un apice, pero cuando ve la cara de completa saciedad en el rostro de su pareja el orgullo le crece

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No dudaba de sus actos culinarios ni por un apice, pero cuando ve la cara de completa saciedad en el rostro de su pareja el orgullo le crece.

—¿Te gusta?

—Claro, Chū-chū.

Partió el último trozo carnoso que a su boca ingreso, limpio sus labios y concluyó sus fideos, tragó de su bebida y agradeció por su comida. La contraparte tampoco tardó; y luego de que sus cometidos fallaran al tratar de robar uno que otro cachito del plato de Chūya, se dió por concluida su alimentación, ambas partes se levantaron limpiando del lugar.

No habría sido demasiado tiempo, si el moreno no hubiera tratado de jugar de aquí para allá; corretarlo, abrazarlo y bromear con él.

Parecía un niño, uno tan contento; seguramente debido a su "fiesta de cumpleaños".

El día acababa, y las dos partes se sentían listas. Era hora de dar su presente.


Atrevidamente, ofrezco una disculpa, por la ya notoria tardanza. Digamos, me mantuve en un bloqueo creativo... Pero, no lo usaré de excusa.

それはそれでした [Eso Fue Todo]  «Sōkoku»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora