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Digamos que fue difícil encontrar el lugar y sitio adecuado para lograr plasmar su ferviente inspiración, no obstante, los esfuerzos para lograr aquello, fueron fructuosos; por fin, al haber superado las inquisidoras preguntas de su chismoso jefe, las prohibiciones de su querida Anē-san y la sería mirada de Akutagawa..., se hallaba en paz, y en un estado en el que se sentía capaz de iniciar.
La pluma comenzó a pasearse por toda la extensión de la hoja (nótese el sarcasmo). Sin duda alguna, por muy preparado que se sintiera, no llegaba a implantar la negra tinta en el papel.
Por mucho que pasará su visión en aquel apartado sitio en la Mafia, no lograba centrarse; provocando que, constantemente, mirara al gran y viejo ventanal. Observaba su luz, y la brillante irradiación que provocaba esta en el usado piso de madera; como parecía querer esconderse por la habitación, y también como las partículas visuales intentaban escapar de la vista humana.
Pero maldición, que debía de concentrarse.
¡Presta atención!
Asimismo, sus "alientos" fueron en vano; al contrario, fue contraproducente.
Cómo alguien siendo controlado, una vez más, se hallaba perdido y sin rumbo entre sus pensamientos.
Las ideas no llegaban, y la inspiración no pensaba irse; aquello, además de presionarlo, le molestaba. ¿Acaso no iba a rendirse? ¿Acaso no iba a continuar?
¡Diablos! Estaba a medias.
—Ah... —Tal suspiro fue insuficiente para que logrará expresar toda aquella frustración en su pecho— ¿Cómo diantres Dazai logró escribirme una carta...? —Y no, no escribiría una carta; pero ahí fue cuando se dió cuenta de lo difícil que podría ser su posible proyecto (dependiendo de la persona, el momento y el lugar), al que había decidido dedicarse, y que por razones como su orgullo y ego, no pensaba dejar de lado, o en su consecuente, desecharlo.
Sin duda alguna, una carta debe de ser más sencillo de escribir.
Y sí, se equivocaba y en parte no, pues, a fin de cuántas era su opinión propia: recreada en base a su creciente pesimismo.
Pero, no era razón para dejar todo atrás.
—¿Sabes cuándo es el momento de volver a casa?
—No lo sé.
—No existe tal momento.
¡Ah! ¡Que vergonzoso! ¿Realmente había dicho aquello?
No es como si se retractara o algo parecido, pero considerando su actual situación, le sorprende que aún tuviera cara para siquiera pensar que su frase era genial. Para muchos un sinvergüenza, para él, un producto de la mercadotecnia...
¡Oh!
¡Una idea! Había llegado una idea a su cabeza. Que mejor que iniciar su escrito con aquel chiste de un horrible gusto, que para nada le molestó, y nunca le recriminó; sí, aquel de Blancanieves.
Próximos al 19° de Junio, sus manos comenzaban a temblar.
Fue claro, y ganas no le faltaron cuando invitó a Dazai a cenar; ver su sincera muestra de alegría, le fascinó tanto, que el nerviosismo se había apagado. Exacto, había, en tiempo pasado... Hoy, en un nuevo día, él era una clara víctima de lo que era sentirse nervioso... Bastaba con mirarlo para cerciorarse.
Sí, aquello era lo que tanto esperaba, la simplicidad... Que lo único que les interesará fueran los momentos de calidad, y claro, lo material, también tenía su encanto; no obstante, que mejor que la presencia de ambos.
Y tales pensamientos, aparecían como seres endemoniados, para recordarle lo mucho que debía (cree) esforzarse en los implacables alimentos que piensa darle a Dazai. Sin duda alguna, su comida debe de ser exquisita.
Preparar los platillos que con tanto esfuerzo logró investigar, en base a los gustos del moreno, sería la tarea, que espera, sea la más laboriosa —sin contar su claro proyecto literario; el cual, asemeja más a difícil—. En cuanto a las bebidas, no fue demasiado laborioso de pensar, o en su defecto, de buscar... Sabe que un agradable vino, será el indicado; y aunque, le parezca extraordinario, un acompañamiento de leche, para lo que sería el postre y la etapa final de la cena, lo cual se asemejaría perfectamente a la ocasión.
Cálmate. De todas formas, aún faltaban dos días; por el momento, solo trataría de practicar algunas técnicas a su alcance, y también, tener consigo los ingredientes necesarios para la próxima y esperada cena.
Así que, no era sorpreso si de la nada, te topabas con un ser irradiando un aura de molestia pura: hasta los gatos de alejaban de él. Se debía a las claras asistencias que ponía al preparar algo; de forma que su obsesividad, lo llevaba a querer que las cosas salieran tal y como él quería...
—¿Chūya-san? —Para nadie era sorpresa los repentinos cambios de humor en el frenético pelirrojo, más, considerando la relación que el suicida de la Agencia y que él, como el mejor artista marcial de la Port-Mafia, tenían.
Sin embargo, verlo pelear con lo que eran unas barras de mantequilla: que si tenían sal, que si no..., no era de lo más propio para ver; además, aquello es y será siendo sorpresivo para Atsushi.
—¿¡Ah!? —Cuando la mirada de aquel bajo peli anaranjado, se clavó en todas sus sienes, por cuarta vez en su vida, Nakajima, sintió como la diferencia de altura, no era más que un pretexto para los que se sentían superior; sin duda, Nakahara demostraba que, su fuerza de voluntad y humor, eran suficientes, para expresar las claras jerarquías.
—E-esto... —Rápidamente, la expresión en el rostro del joven portuario, cambio a una de completa sorpresividad, demostrando que él joven no le molestaba en lo más mínimo.
—Con que eras tú, Atsushi-kun. —Decirle Jinkō, como se había dedicado a hacer, desde que novio se lo mencionó, jamás le pareció correcto, pues consideraba que, al este tener un nombre debía de ser llamado como tal; no obstante, cuando lo llamó de forma distinta, se da cuenta de lo parecido que se sintió a Osamu (por tal forma de llamarlo), provocándole algo de ¿asco? y bajez; además, la clara mueca descabellada de su contrario tampoco ayudaba. Y no es que le desagradará la idea de parecerse a Dazai, mucho menos algo parecido; pasa que su ego, le implora ser único: y, a fin de cuentas, mantenía su orgullo en demasía: lo mínimo era acatar sus órdenes y sentimientos de superioridad.
—Eres un niño confiado que se cree mejor que los demás. Esa es la clase de persona que más odio.
De acuerdo; nota las semejanzas de aquella frase con su estado actual, y no puede negar la parte en la que se siente superior a los demás... Pero, por algo se empieza, ¿no? Podría empezar a mejorar su visión sobre los demás, y dejar de sentirse tan superior.
—Sí... —dijo el otro; y mientras fingía una tos, volvió a hablar.
—Cambiemoslo..., ¿puedo llamarte Atsushi? —alzó su palma en muestra de "por favor". Increíblemente, el rostro del muchacho cambió a uno de agrado; y asintiendo con la cabeza, el joven respondió.
—Sí, por favor.
Al parecer, a ninguno les gustaba la sensación de sentir una clase de sintonía con las actitudes de Dazai: Chūya al imitarlo, y Atsushi al acatar el llamado creyendo que era su superior el que le hablaba.
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それはそれでした [Eso Fue Todo] «Sōkoku»
RomantizmAmbos estuvieron en la Port-Mafia; después, Chūya estuvo ahí, pero Dazai, se quedó en la Agencia Armada de Detectives... Así, sus tiempos no volvieron a coincidir... "Yo realmente no te odiaba. ¿Cómo podría odiarte? Tú, que a pesar de casi obligarme...