Especial 7: De viaje [4]

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Al día siguiente, 14° de mayo, específicamente..., los acontecimientos no fueron muy distintos a los ya contados con anterioridad; la diferencia aquí, es que ellos, como pareja, pasaron más tiempo dentro del ryokan, buscando divertirse entre sí y disfrutar de todas las maravillas que el hospedaje les regalaba. Como tal, los lujosos (de alguna forma) platillos tradicionales, por supuesto que las aguas termales, y claro, su habitación, donde no era necesario que me extendiera más.

Dazai tenía pensado hacer que Chūya se relajara lo máximo posible, pues tenía planeado que el joven caminará bastante el día de mañana, y además, ese aquella fecha en la que partirían a su siguiente y último destino. Por lo tanto, que el castaño haya consentido a su pareja, tanto como en su vida había podido hacer, no era de extrañar.

Sí el chico quería dulces (de cualquier tipo) hacia lo posible por conseguírselos; sí quería un baño se lo daba; si quería ver animales, lo llevaba al zoológico... Hizo de todo, hasta conseguirle platillos de otro país que no tenía idea de que existieran (solo algunos) —tampoco de dónde diantres los había escuchado Nakahara—; especialidades, que agradecía a los extranjeros por haber traído a Japón.

Igual, todo valdría la pena, pensaba con constancia; realmente no era su fuerte dar el todo de sí mismo.

Y cuando la luna se asomaba, junto a la oscuridad de la noche y provocar al par de tortolitos dormir... para que a la mañana siguiente, solo dejar un tenue rastro de sí; y aquello sólo les confirmo una cosa: la hora de despertar, se acercaba.

Argh, mugre ventana... En fin pensamientos de este estilo y demás eran constantemente transitorios en la mente del moreno.

Al levantarse, y por fin deshacerse de cualquier rastro que en sus rostros aún dijera "quiero dormir", fue el resultado que lograron con acciones como bañarse, peinarse/cepillarse, lavarse los dientes, y despojarse de aquellas ropas que el ryokan les había ofrecido, para cambiarlas por las yukatas que —en este caso— usarían para salir. Claro, todo esto habría funcionado, para dar una agradable imagen de estos dos, si el ojo-marrón, cambiara su actitud y dejara esa cara de pocos amigos...

Y sí, todo el transcurso que dieron estos dos, en las calles de Kioto, que por alguna razón se hallaban algo desoladas, fue así: Dazai con sus comentarios y humor para nada agradables.

Mientras andaban, se quejaba de que los rayos del Sol eran muy fuertes, y cuando sus argumentos se acababan, culpaba no llevar consigo algo que lo protegiera de estos, o en su defensa, que su piel era demasiado débil. En todo momento, Chūya pudo quejarse y reclamar que, si seguiría así, lo mejor era que se fuera..., no obstante, cuando intentaba decirlo era interrumpido por increíbles coqueteos de su parte, razón que, además de sonrojarlo, le gustaba y le incapacitaban contradecir.

Pero volvían, sus constantes quejas. "¿Qué por qué habían vendedores ambulantes cada tantos puntos en las calles por Kyoto?" "¿Qué por qué usaban yukata cuando estaba haciendo calor (no tanto)?" E incontables irracionalidades más.

Parecía un viejo decrépito.

—¿Ves eso, Chū-chū? —Indicó con su índice a un punto en específico.

—¿Qué cosa? —Inocente preguntó el otro.

—Eso. —Ya enterado, el peli anaranjado le preguntó que qué tenía aquello en especial, a lo que contestó:— A eso me refiero cuando digo que las personas son repulsivas.

Su molestia tenía que ver en qué el punto señalado por su dedo, era algo así como los sobrantes de una aglomeración. En pocas palabras, eran muchas personas.

Y entonces lo recordó. Recordó la razón por la que quería llevar a Chūya a Kioto; el porqué específicamente, llevarlo ese día de paseo. Recordó que quería mostrarle algo, solo una cosa, del Aoi Matsuri.

A gran velocidad, tomó su mano y salió corriendo en dirección a aquella gran cantidad de gente: como si todas las energías que en el día no tuvo, regresarán de sobremanera.

Aquel desfile, no era necesariamente un festival; no obstante, lo único que quería mostrarle a su pareja era el centro de atención, el punto en que la mayoría de personas dirigían sus miradas. La Saiō-Dai.

—¡Ahí! ¿¡La ves, Chūya!?

En cuanto al de orbes azulados, se halló en un presente lío. La luz y la gran cantidad de personas que se hallaban a su alrededor, le llegaron de golpe; sin embargo, decidió no prestarle atención a sus malestares y se centró en poner atención a lo que su novio le decía. Buscó con su mirada a lo este se refería, hasta que comprendió que Dazai señalaba a la bella mujer que se encontraba debajo de una gran sombrilla.

—Sí, sí; la veo. ¿Qué pasa con ella?

Sin duda alguna, aquella señorita, representaba con magnifiquidad las tradiciones decididas hace siglos para aquel ritual, en el que se creía, las cosechas progresarían o dejarían de dañarse por las fuertes lluvias.

Era una mujer hermosa: llamaba la atención a primera vista. A pesar de no haber entablado conversación alguna con ella, Nakahara pudo decir, que aquel ser, poseía una gran carisma. Estaba vislumbrado.

—Tú Chūya, eres más hermoso, bello, lindo, bonito, precioso... —Y tantos más sinónimos sobre ello— que ella.

Y lo pudo ver, su enorme y sincera sonrisa, capaz de decirle que todo aquello dicho era verdad. Amó esas facciones. Nunca las olvidaría.

—¿Y-yo?

—Sí. —Estaba más que confirmado.

A partir de ahí, lo único que sucedió fue como ambos se retiraban de aquel sitio, sin haberse quedado tan siquiera cinco minutos. Pues, al menos, lo que Osamu quería hacer, ya se había hecho.

Caminaron y caminaron. Además de que, el humor en el castaño estaba mejor que nunca. Era agradable.

Sus manos entrelazadas eran las únicas espectadoras de tales sucesos entre sí, porque todo aquel que en algún momento estuvo ahí, estaba en el Aoi Matsuri...

—Así que estás mejor.

—Sí. Ese comentario hacia tu persona, fue el mejor para que recuperará mis ánimos.

—Lo noté.

—Es porque eres mi medicina. —Instantáneamente se pegó a su cuerpo, abrazándolo y dándole besos en el proceso.

—¡N-no te me pegues tanto!

Y lo mejor era la privacidad que mantenían, o al menos así lo pensó Dazai.

Más tarde, cuando Chūya creyó que sus pies probablemente tendrían callos, su querido novio, ofreciéndose como en veces anteriores, lo decidió a cargar, como se suele ser visto en películas de princesas. Sé sintió especial y querido.

Y antes de poder siquiera quedarse dormido entre sus brazos, pronto ya se hallaba durmiendo a lado de su persona favorita, en aquel ryokan, en aquel futón.

Aoi Matsuri: festividad de los santuarios Kamo del Norte de la ciudad, los santuarios Shimogamo y Kamigamo.

Saiō-Dai: mujer elegida entre las hermanas y las hijas del emperador para dedicarse al santuario de Shimogamo.

それはそれでした [Eso Fue Todo]  «Sōkoku»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora