Especial 11: Será así [1]

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Para cuándo Mayo estaba en sus últimas por terminar, y Junio empezaba a arribar a gran velocidad..., las preguntas inquisidoras de él, y también de Dazai, se dieron a conocer con más regularidad.

Chū-chū, ¿y qué vas a regalarme? —La clara mueca de "no tengo idea de lo que estás hablándome" se daba, otra vez, a conocer en el rostro del nombrado— Antes de que digas que no sabes de lo que habló, te diré, que me refiero a mí regalo de cumpleaños. —Tocó su pecho, mostrándose algo engreído.

—Ah... es eso... —Con facilidad desvió la mirada, como si aquella inquisidora y, hasta cierto punto, molesta pregunta, no le fuera de su agrado. Sin embargo, aclaremos; la razón por la que evitaba tocar aquel tema, se debía a qué era de "lengua suelta", como muchas veces le habían dicho: significando qué hablaría de más, y contaría lo que él consideraría, una sorpresa.

—Sí, "eso". ¿Ya has pensado en mí regalo? —Volvió a indagar— Porque yo ya pensé en todo lo que quiero hacer. —Y cuando decía "todo", se refería a todo. Sabiendo armar planes, y cumplirlos casi al pie de la letra, el facilitarse uno para el día de su cumpleaños, no sería nada fuera del otro mundo.

Exacto, Dazai sabía mejor que cualquiera lo que le gustaría recibir y hacer aquel 19° de Junio; razón por la que Chūya, constantemente se cerraba en su burbuja de pensamientos. No quería ser convencional, tampoco común, ni mucho menos extravagante; lo único que quería, era lograr una maravillosa velada para el joven.

Y pensar en regalos ya hechos entre ambos, no era lo suyo. Claro que, podría darse el tiempo, y preparar los mejores platillos culinarios por el haber, en obvia dedicación a Osamu: como por ejemplo, descartar los alimentos, que a su pareja le disgustaban.

Además, no es como si viera a la dedicatoria de alimentos, algo común; pues, para fortuna de Nakahara, su imaginación no llegaba a tal punto. Es más, en muchísimas ocasiones, pensó que el moreno le regalaría algo similar —fruto de sus esfuerzos en la cocina—, no obstante, no fue nada parecido; a cambio le obsequio algo que jamás se habría podido imaginar.

Exacto, la esencia de la novedad, de la intención. Aquello lo buscaba con desespero. ¿Qué, además de sus muestras gastronómicas, podría regalar? Algo significativo, si es que se podía poner exigente.

Y entonces, la inspiración se implantó en él.

Pero, cuando se sentaba en la parecida silla de madera, a plasmar su inspiración, está de las peores formas, se cortaba

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Pero, cuando se sentaba en la parecida silla de madera, a plasmar su inspiración, está de las peores formas, se cortaba. ¿Por qué? No lo sabía. Probablemente, se debía a sus faltas de práctica, desde que, asegura, se unió a la Mafia.

¿Por qué lo dejo? Se preguntaba mientras poscicionaba su frente sobre la mesa.

—No es suficiente.

La marcada fecha en la blanquecina hoja, cada segundo, le recordaba su fecha límite; aquel tiempo, para al menos terminar.

Pero, ¿qué debía de hacer?

Tomó libros; y usandolos como referencias, los leyó, una y otra vez.

Sabía que quería expresar a Dazai; pero, inegablemente, parecía que sus palabras, no poseían la misma intención.

Tampoco tenía demasiado tiempo libre. Día con día, su parlanchín novio, trataba de insmicuirse en su posible regalo de cumpleaños. Por ello mismo, decidió continuarlo en las grandes instalaciones de la Port-Mafia; no obstante, el ambiente sombrío no era el mejor, para expresar.

En ese sentido, consideraba que mantenerse cerca de los entes compartientes de su misma energía, le ayudaría, para al menos, plasmar una sola palabra en la vacía hoja de papel.

Asimismo, aprovechando que se sentó en uno de los sofás libres, en los que se instruía, educaba y se practican con "lagarto negro"..., trato de buscar en el sitio una fuente de inspiración; no obstante, cuando veía a Hirotsu regañar a los otros dos, por el trato a los reclutas más jóvenes o nuevos, su mano, simplemente no podía tomar a su pluma.

Pero, si cambiaba de lugar, y se instalaba en la vacía y, seguramente, amargada habitación de Akutagawa, temía que tendría que escuchar los constantes tosidos, del chico..., y que para su desagrado, algunos, serían poseedores de la roja sangre que, no odiaba, pero prefería no ver, no si se trataba de un compañero suyo.

Así que sí, por seres del destino, llegó hasta la oficina de Mori, el cual lo recibió con una gran sonrisa de oreja a oreja, sobre aquel largo escritorio, como si, desde un inicio, supiera de los planes, en cuanto a que regalar a su pareja, refería.

Y ver cómo Kyūsaku y Elise, se divertían dibujando uno que otro garabato, le confortaban el alma, logrando así, algo de relajación y comodidad. Por lo que, tan solo era cuestión de tiempo, que su hoja se llenará de incontables palabras, capaces de expresar sus sentimientos. Eso hasta que las puertas, hubieran dejado de ser abiertas.

En primera estancia,la llegada de Kōyo, no le pareció un problema, pues, Chūya apreciaba a la mujer, y mejor que nadie, sabía que el precioso ser, no sería capaz de armar un escándalo, o comportarse de manera irracional. No obstante, el ambiente cambiaba cuando comenzaba a hablar de Kyōka.

—Mi niña, tan pequeña que es; lo que más necesita en este momento, es de la compañía de alguien, capaz de ponerse en peligro para protegerla. —Se lamentaba la mujer.

—Pues, está ese chico, el tal Jinkō; es el encargado de aquello, ¿no? —contestó Mori.

Bosu, si me lo permite, a aquel chico le faltan demasiadas cualidades, para siquiera considerar que protege a Kyōka —expresó a su manera Kōyo, diciendo verdades y mentiras, a su vez.

—Sí, ese Jinkō no está hecho para nada, tan solo para molestar. —Hizo acto de presencia el joven, que en su momento, fue entrenado por Dazai— ¿Me buscaba, bosu?

A partir de entonces, las partes, continuaron su charla; en un momento, para Chūya pareció un deja vu; sin embargo, al notar como Kōyo y Akutagawa estaban de acuerdo —mostrando su lado sobreprotector—, descartó la idea.

Mas, eso no impedía la aparición de más miembros: todos a la vez. De un momento a otro, la mayoría de los mejores miembros en la Port-Mafia, se hallaban dentro de la oficina del jefe de la ya mencionada. Todos platicaban temas distintos, pero, singularmente, en relación con los miembros de la Agencia...

Supo entonces, que ahí, no lograría plasmar su inspiración...

それはそれでした [Eso Fue Todo]  «Sōkoku»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora