Especial 16: Será así [6]

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—Chūya... —El silencio continúo— Hay algo que debo preguntarte... —Con lentitud, comenzó a abrir el pequeño joyero— Quisieras... ¿Te casarías conmigo?

Y a partir de ese momento, dejó de escuchar cualquier ruido o sonido a su alrededor. Todos sus sentidos fueron desapareciendo levemente; y aunque tratará de reafirmarse, el sentimiento tan vibrante y lucido que sintió le recordaba una vez más que no, no eran nervios, miedo o algo por estilo... porque si lo fuera, no sentiría esas enormes ganas de llorar.

Todo a su alrededor se desvanecía, como si se opacara —oscureciéndose por una fuerza superior—; sin embargo, de entre todo ello, había algo que aún se mantenía: porque podía apreciar con claridad y divinidad la estética en aquel hombre; de hermosos risos color chocolate, portando su usual conjunto pero con uno que otro detalle más a su imagen.

Por supuesto que se halló perdido: buscando la respuesta adecuada para el hombre que en su momento fue su perdición; ¿y cómo no tendría motivos? Desde el día que se conocieron hasta la hermosa noche ya vivida, la relación siempre se mantuvo de cierta forma estancada: ninguno expresaba sus sentimientos, y no necesariamente por temor a la reacción en el otro, sino porque no se sentían merecedores; que toda acción en sus vidas implicaba mantenerse fuera del cambio y no mejorar en sus vidas actuales: porque al menos así parecían comportarse.

A través de aquella decisión progresista en Dazai, era su deber dar una respuesta apropiada y para nada insuficiente. No estaba obligado, ni mucho menos, pero naturalmente, si su pareja progresaba, era esperado (en sus estándares) el querer seguir un rumbo juntos, con él.

Y aunque lo pensará y lo pensará, simplemente no podía decidir en negar la propuesta; pero tenía miedo. La confianza depositada y el tamaño del compromiso, le aterraban. No era su estilo, pero el temblor y sudor recorriendo toda la extensión de sus manos, le evocaban esa inexplicable comeson: estaba nervioso, otra vez.

En su momento, y en muchísimas ocasiones pensó que su presencia al lado de Osamu, le mantenían al margen, provocando que el moreno fuera humano; y supone, tal vez, aquella fue la razón por la que se separó y se fue de su lado: porque también le tenía miedo, miedo al cambio. Naturalmente la distancia se agrando.

Asimismo, la situación actual también era aterradora; implicó un cambio en el de ojos cafés y la sorpresa en él. Por supuesto, Chūya aceptó su cambio y lo siguió —sin contar el actual, en el que se encontraba "dudoso"—. Y no significaba que el problema solo le incumbiera al moreno, sin embargo, era de esperar que tales acciones en su pasado provocaran los recientes altercados, valga la redundancia.

En fin, el punto al que quería llegar no era en relación a aquello que trataba de expresar. Se había decidido; sabía cual era su respuesta: diría que sí..., con esas simples y sencillas palabras; no esperaría más y se lo expresaría.

Aún si las manos le sudaban a chorros, y la frente parecía inflarsele al punto en que su ceño se le fruncía haciéndolo parecer enfadado, no era razón para abandonarlo todo. Casi al punto en que sus piernas le flaqueaban y pudiera derrumbarse hasta caer de lleno al piso, con el temblor y el frío inminente. 

A pesar de todo ello, se mantuvo firme.

Articulo sus labios y se preparo para hablar:

—Dazai, yo... —Y justo en el momento en que contaría todo su sentir, se trabó; la vergüenza le arribó y las ganas de querer salir corriendo le tentaron.

No obstante, su contraparte, completamente centrado en su acción, no se inmuto en ningún solo momento, tan solo se mantuvo en compostura...

Respiró hondo y volvió a hablar:

—Con gusto... me casaría contigo.

A lo largo de toda su vida, desconocieron el peso que tenían aquellas palabras. Además no es como si se hubiera repetido en más de una ocasión, pues a diferencia de lo que pensaban, su entorno siempre fue muy en cuanto a ese ámbito refería.

Y siendo objetivos, cuando sus oídos correspondieron a lo anteriormente dicho, ninguno reacciono como lo esperaban: el moreno flaqueó y por poco cae al piso: desconcertado, obviamente, por lo escuchado; no es como si pensara que su propuesta llegara a ser rechazada, peor no estaba de más imaginarlo. Y por el contrario, el joven Nakahara, era completamente inútil ante lo dicho; no creyó que la reacción en Osamu sería tan cómica, ni que él mismo lo aceptara de tal forma. 

 Así, en pocas palabras, el desenfoque en ambos se notó; ninguno parecía en preposición de querer superarlo y tampoco les urgía. Subjetivamente, ambos esperaban alguna clase de respuesta en el otro, no silencio y tranquilidad: estaban eufóricos.

En posición de cuclillas el más alto y menor, estiró sus piernas y se levantó, sacudiendose en el proceso. Le gustaba más la idea de provocar al peli anaranjado y que este reaccionara; mas el deber que le implico su propuesta, se lo negó.

—Entonces, Chū-chū... —Ante el apodo, el pequeño sintió sistemáticamente un escalofrío por toda la extensión de su cuerpo, no obstante, no reclamó en lo absoluto y esperó pacientemente— ¿Cuándo nos casaremos? ¿Qué clase de boda te gustaría? —Y su relato intensivo de preguntas inquisidoras, continúo...

No parecía querer callarse, y hablando sinceramente, el otro desconecto su atención en cuanto se extendió.

Estaba tan feliz e interesado por que su propuesta fue aceptada con gusto, que la clara mueca de felicidad, alegría, y cualquier otro sinónimo, fue notoria: nunca, hasta que conoció a Chūya, se sintió el hombre más dichoso.

Concluyó sus argumentos y siguieron su rumbo; continuaron su charla, y aunque el peli anaranjado pareciera perdido y con desconcierto, se agregó con bastante naturalidad, por lo que no era novedoso que hablaran por demasiado tiempo.

Sin embargo, al encontrarse con tal alivio en sus sentires ignoraron todo a su alrededor. Los alimentos habían sido ingeridos y sus regalos también.

En más de una ocasión, el encargado de toda aquella situación se sintió feliz pero insuficiente: ¿cómo era posible qué a pesar de los momentos, el moreno siempre pensara en él? Al hablarlo, se le confirió la respuesta que menos esperaba y que le quito toda inseguridad:

—Porque te amo.


それはそれでした [Eso Fue Todo]  «Sōkoku»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora