Spy x love ♥︎

Capítulo 12

Anya.

—¡Oye! ¿Llamas a un taxi para mí?

Esa es la pregunta que Damián me hace, ha dejado sobre una silla su teléfono. Es pequeño por lo que veo, tiene teclas sobresalientes, así que esos son los teléfonos portátiles.

Aúnque quiera responderle no puedo, en seguida notaría que es mi voz pues aún no puedo disfrazarla. No hay nadie más en esta piscina aparte de él y yo. Sylvia se retiró desde hace aproximadamente una hora, le dije que me quedaría para vigilar al segundo hijo.

—¡Al fin que ni quería tú ayuda! —vuelve a gritarme, alzando la botella—. ¡Saluuuuud! —Noto cómo pierde el equilibrio en esos momentos, cayendo hacia la piscina.

—¡Damián! —exclamo, no sé si me ha escuchado o no, pero es lo menos importante ahora.

Sin pensarlo dos veces me lanzo a la piscina, nadando hasta dónde se encuentra sumergido. Por suerte, he aprendido a nadar.

Al encontrarlo, lo abrazo nadando hasta la superficie de la piscina, me aseguro que su rostro esté fuera del agua hasta que llegamos a la escalera.

—Vamos, ayúdame un poco —susurro, a medida que lo empujo para que suba. Unos intentos después hemos logrado subir, pongo su cabeza sobre mis muslos y empiezo a golpear sus mejillas—. Hey, segundo, reacciona. —Me acercó hasta sus labios, dándole respiración boca a boca, hasta entonces empieza a tocer.

—¿Qué pasó? —pregunta, aún tociendo.

—Te caíste a la piscina, pero estarás bien. —Volteo a ver a los alrededores, no hay nadie cerca.

—¿Eres Anya? ¿O estoy viendo visiones?

Vuelo la vista a él, entonces toco mi cabello, la peluca está en el piso a un lado de ambos.

—Eso no importa ahora, vamos, ayúdame a ponerte de pie. —Tomo con ambas manos su cabeza. Él se mueve a un lado cayendo boca abajo en el piso, fué una terrible idea.

—Tengo sueño...

—Nada de dormir, tenemos que irnos de aquí.

—Mi auto está afuera.

—No vas a conducir en esas condiciones —reclamo, tomándolo del antebrazo, ayudándolo hasta que logra estar de pie.

—Hasta enojada te ves linda, creo.

—¿Eh?

—Es que creo que eres Anya, pero si no lo eres entonces no.

—Ya deja de decir tonterías segundo.

—¿Tú conduces? —cuestiona. Le ayudo a sentarse en una silla y abro la maleta que han dejado. Está su ropa de la académia y una bata gris, así que le paso la bata.

—El año pasado tuvimos las clases para aprender a conducir, así que si quieres sí.

—Si quiero —responde, intentando ponerse de forma tonta la bata, fallando en todos sus intentos.

—Deja te ayudo. —Doy un suspiro, me acerco y le ayudo a ponerse correctamente la bata. En esos momentos quedamos frente a frente—. ¿Ves que no era tan difícil?

Sin responderme, solo estampa sus labios contra los míos. Sus besos de nuevo saben a alcohol, me separo del beso y observo fijo a sus ojos.

—¿Qué respondiste?

¿Qué respondí? ¿Se refiere a lo que me dijo Emile?

—Ya hablaremos de eso luego —me vuelvo hacia la maleta, tomando las llaves de su auto—. Ahora es momento de irnos, así que apoyate en mí.