Capítulo 34

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Damián

—¿Gustas tomar algo? —me pregunta.

Me sorprende que tenga una mesa preparada,tiene lo que parece una botella de champagne al centro y dos copas en los extremos de la mesa.

—Preferiría no tomar, quiero ir al punto de por que estoy aquí.

—No seas des agradecido. ¿No dices que será la última vez que hablemos?

Se acerca a la mesa y sirve las dos copas, me da un tanto de desconfianza. Aunque me da a elegir. Una vez que he sostenido mi copa él le da un sorbo a la suya. Al ver que sigo sin responderle vuelve a hablar.

—Tómalo como el único regalo que recibirás hoy de mi parte. Por tu cumpleaños.

—Bien —respondo, aún con desconfianza. Tomo la copa de vino y bebo un sorbo. Papá se aleja hasta sentarse en el sofá, tomando otro trago—. ¿Por qué haces esto?

—Ya te había explicado mis razones.

—Sigo sin entenderlas —acuso. Bebiendo otro sorbo—. ¿Es en serio? ¿Piensas iniciar una guerra en el día de mi cumpleaños?

—No me has llamado padre ni una vez desde que entraste acá, ¿debería tener consideraciones por este día?

—No —le digo, con un tono muy seco—. Pero quiero saber una cosa, ¿acaso tanto me odias?

—No te odio, te tenía más cariño del que te imaginas. Hijo, más del que le tenía a tú madre.

Escuchar sus palabras me hace apretar los labios. Mi madre...

—¿Dónde está mi madre? —cuestiono, elevando un poco la voz.

Él no pierde su tranquilidad nunca, mientras que a mí... Pensar en que quizás le haya hecho algo me hace centrarme únicamente en este tema.

—Si tú, que eres su hijo más querido no lo sabes, ¿cómo lo voy a saber yo?

—Antes me dijiste que se fué. Ahora estoy considerando seriamente que le hiciste algo.

—Si quieres pensarlo adelante, no tengo por que darte explicaciones de cosas que no he hecho.

—¿Podrías ser sincero al menos una vez conmigo padre? —cuestiono, volviéndo a decirle esa palabra.

Aunque sé que esta vez no se la he dicho con ninguna clase de afecto.

—Tu madre está loca —pronuncia, mi cejo se frunce al ver la manera tan tranquila en que lo dice. ¿Es que acaso se cree un ejemplo a seguir?—, siempre intenté comprenderla. No obstante jamás pude.

—Pues seguro no te esforzaste lo suficiente.

—Yo en tu lugar, no metería las manos al fuego por alguien cómo ella. Claro que lo intenté una y otra vez. Pero nuestro matrimonio se enfriaba cada vez más, a tal punto de llegar a un vacío sepulcral. Intentamos revivirlo varias veces. Incluso llegamos a pensar que otro hijo nos uniría aún más. Que tontería, tú sólo llegaste para hacernos ver que nos equivocabamos al seguir intentando ser una pareja normal.

»Como lo había dicho antes, Melinda venía de una buena familia. ¿Cómo no ser perfecta para ser mi esposa? Pero nunca congeniamos, porque cambiaba mucho de humor. Jamás entendí esos cambios tan bruzcos. ¿Cómo podía ser una madre amorosa y una psicópata controladora sin el mínimo afecto a la vez? Sólo en las veces que se mostraba afectuosa contigo cuando eras un bebé, pensaba que había esperanza para nosotros. Pero luego te rechazaba de la nada y no quería verte ni en pintura. Llegué a pensar que parte de su odio hacia tí fué a causa mía. Intenté mejorar pero no sirvió de nada, entonces llegué a una conclusión; yo nunca tuve la culpa de nada, ustedes nunca pensaron cómo yo. Fuí yo el que se equivocó al intentar obtener una familia perfecta. Ustedes siempre fueron los culpables de que las cosas no funcionaran. Ustedes y todas las personas que pensaran diferente a mí.

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