-¡Olivia, levántate ya! -gritó.
Me removí entre las sábanas y no hice intento alguno por abrir los ojos.
-¡Bestia! -volvió a golpear la puerta - Joseph vendrá en cualquier momento.
¿Joseph? Abrí los ojos, completamente despierta y aventé las sábanas hacía un lado. Salí de la cama en un santiamén y abrí la puerta. Sharon corría de un lugar a otro en busca de algo.
- Yo creí que no te levantarías nunca -farfulló.
-¿Qué buscas? - Pregunté.
-Mi bolso, puedo jurar que la dejé aquí -apuntó al sofá.
Miré el reloj, faltaban veinte minutos para las seis de la mañana. ¿Cuánto se tardaría Joseph en llegar?...
¿Por qué me pregunto eso?
-Busca en tu cuarto, Sharon -musité.
Ella me miró y salió corriendo a su habitación. Dos segundo después llamaron a la puerta.
-Liv, por favor abre -me gritó Sharon desde su cuarto.
Caminé perezosamente hasta la puerta y la abrí. Lo que vi me deslumbró por completo.
-Buenos días -me sonrió y aquella fierecilla enjaulada saltó de un lado a otro en su pequeña cárcel.
-Buenos días, Joseph- le devolví la sonrisa.
-Pasa.
Le abrí camino y me le quedé mirando mientras pasaba a mi lado, llevaba puesta una chaqueta negra al igual que los apretados pantalones que traía, por dentro de la chaqueta se alcanzaba a ver una camisa en tono rojo. Usaba unas gafas de sol que le daba un aspecto más comercial a su rostro, parecía de esos modelos que sólo ves en televisión.
- Bonita pijama -musitó mirando mi atuendo.
Enrojecí hasta los hueso y me mordí el labio inferior, completamente apenada. Nadie, exceptuando a Sharon, me había visto en pijama.
-Gracias -murmuré.
-¿Dónde está Sharon?
-En...
-¡Aquí! - la interpelada salió de su habitación con el bolso en la mano y me interrumpió.
- Hola, preciosa -dijo él y luego se acercó para besarla.
Desvié mi mirada, dándoles privacidad y me escabullí hasta mi cuarto. Privacidad, ¿eso quería darles? O sólo quería calmar a la fierecilla que de pronto se sintió incómoda.
Me vestí rápidamente y me hice una coleta.
- ¡Liv! Debo irme -gritó Sharon, desde algún lugar cercano a la puerta.
Salí del cuarto no sin antes tomar mi cámara fotográfica.
- Te veo más tarde, espero se diviertan -dijo.
- Los amo, a los dos.
-¡Suerte! -dije, pero ella ya había cerrado la puerta.
Miré entonces a Joseph, quien se encontraba parado mirándome a mí.
-Creí que íbamos a desayunar en pijama -musitó, divertido al notar mi cambió de ropa.
El rubor corrió de nuevo por mis mejillas y bajé la cabeza.
-Es muy temprano para desayunar - musité.
El rio.
-¿Entonces... quieres que nos vayamos ya? El camino no es muy corto.
-Claro -sonreí y él me hizo seña de que saliera del departamento.
Tomé mi bolso y me lo crucé por el cuerpo, echando allí mí cámara; luego él me abrió la puerta y me dejó pasar primero. Se deslizó después hacia mi lado y caminó junto a mí, su perfume, mezcla de miel y frutas tropicales se introdujo en mi nariz.
-¿Escaleras o ascensor? -preguntó.
-Escaleras, es el tercer piso -decidí.
Sonrió como si le hubiera gustado mi elección. Esperó a que yo me adelantara y luego me siguió muy cerca.
Cuando salimos del edificio, caminé hacia la derecha, muy decidida.
-¿A dónde vas? -Preguntó Joseph y me giré a mirarle, entonces me di cuenta de que ya no me seguía sino que estaba parado y reía.
-Pues, a tomar un taxi o un autobús -me encogí de hombros, confundida.
El rio con ganas y sus carcajadas atronaron en mis oídos como la entonación de una cascada al caer al lago.
No comprendí qué le resultaba tan gracioso y fruncí el ceño.
-No pensarás que tomemos un taxi hasta allá, ¿verdad? -dijo, medio serenado
-Porque si es así, no creo que tengas el dinero suficiente como para pagar el viaje, recuerda que no está muy cerca el lugar -rio de nuevo
-Y no hay autobuses hasta ese lugar, a menos de que tomes tres o cuatro.
Me quedé en silencio y relacioné sus palabras con sus acciones.
-¿Te estás burlando? -volví a fruncir el ceño.
La carcajada melodiosa que aún salía de su garganta enmudeció, y su rostro se volvió serio y cauteloso.
-No -dijo.
-¿Entonces por qué te ríes? -enarqué una ceja.
-Porque me pareció un poco... gracioso -aún bajo las gafas de sol, su expresión era como la de un niño que es regañado por su madre.
-Para mí no es es gracioso -dije, severa pareciendo enojada.
-Lo siento yo...
Estallé en fuertes risotadas interrumpiendo su disculpa y se me quedó mirando extrañado.
-¡Caíste! Creíste que me había disgustado -alcancé a soltar entre risas.
Su rostro dejó la seriedad y precaución y se dibujó en él una bella sonrisa.
-Eres mala -musitó y luego río.
-Sólo a veces -reí - Pero bueno, ya hablando en serio, ¿en qué nos vamos a ir? -inquirí
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EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINN
Romansa¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista de "No toques, no codicies" pero que cada momento te incita más a tenerlo. Falso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era d...