|EPÍLOGO|

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1 Año después

- ¿Por qué estás tan tranquilo? ¿Qué acaso sus últimas palabras para ti fueron "¿Está bien Joseph, no hay problema que te hayas enamorado de mi mejor amiga, vete en paz"? - farfullé y pensé que se iba a reír, pero en vez de eso, su rostro se volvió un poco tenso.

- No. Ya sabes que no me despedí, pero... mira, si quisieron venir a visitarnos yo creo que ya no hay rencores - se encogió de hombros. 

- Tranquila, ¿sí? - me besó la cien mientras los buscábamos a simple vista.

Hasta que los vimos sentados en las mesas de una cafetería, reconocí los cabellos rubios de Sharon, su mirada iba baja, indiferente, la seguía conociendo.

- Aun puedo huir ¿cierto? ... - murmuré temerosa, a nada de correr.

- No hay vuelta atrás, vamos - pero me interrumpió y tomándome fuertemente de la mano, me hizo correr hacía ellos. 

- ¡Alex! - gritó y levantó su mano izquierda para que lo viera. Fijé mi vista en Sharon y nada más en ella; quería saber cuál era la expresión de Sharon y si no era tan mala idea echarme a correr. Al momento de oír la voz de Joseph, levantó la vista y sus ojos al verlo, lucían distintos, era la clase de mirada que das a un viejo amigo que aprecias sinceramente. Luego me miró a mí y aunque me congelé repentinamente tensa, ella esbozó una tenue sonrisita apenas visible y volvió a bajar la mirada, haciéndome sentir confundida y atolondrada.

- ¡Joseph, Olivia! - la voz de Alex me hizo mirarle, no lucía tan distinto, de hecho, ninguno de los dos había cambiado.

- Hermano - Joseph abrazó a Alex en un cariño fraternal cuando estuvimos por fin cerca los cuatro y yo volví a mirar a Sharon, cautelosa aún.

- Hola - me dijo ella con una tenue sonrisita dibujada en su rostro.

- Hola, Sharon-  respondí tímida, era raro intercambiar con ella palabras después de un año y siendo las últimas un sin fin de maldiciones.

Miró a Joseph y le sonrió, no como lo hacía antes, pero si se notaba sincera.

- Sharon - dijo él y se inclinó para abrazarla. Un abrazo rápido e incómodo para Sharon, según pude notarlo en su rostro 

- ¿Vamos a algún restaurante? Yo invito, como bienvenida. ¿Qué dicen? - ofreció Joseph.

- Suena bien - admitió Alex 

- ¿Me acompañas por las maletas? - le preguntó, pero lo conocía lo suficiente como para darme cuenta de que lo hacía por dejarme a solas con Sharon.

Estuve a punto de ir tras ellos cuando la voz de Joseph me detuvo.

- Espérenos aquí, no tardamos, ¿está bien? - me guiñó un ojo y siguió a su hermano entre el tumulto de gente.

Me mordí el labio inferior con nerviosismo y giré sobre mis talones para ver a Sharon, su mirada seguía baja hasta el momento en que notó que la miré, fue entonces que poco a poco comenzó a alzarla.

- Dime, ¿has visto a Tim o Valerie? . pregunté, como para entablar conversación, haciéndome recordar irónicamente cómo antes no había huecos de silencio en nuestras pláticas.

- Oh, sí, Tim te envía saludos, bueno, Tim y Valerie, los dos — sonrió.

- Oh... genial - fue todo lo que pude articular.

Bajé la mirada y me dediqué a golpetear nerviosamente el suelo con la suela de mi tennis, mientras las manos en los bolsillos de mi chaqueta se removían ansiosas entre el pequeño espacio.

- Escucha... - la firme voz de Sharon me hizo levantar la mirada rápidamente 

- Sé... sé que nuestra relación se... se quebró al último - estaba nerviosa, igual o poco más que yo 

- Y, tuviste razón, creo que fue falta de comunicación o algo así - hizo un mohín. 

- Sólo... quiero decirte que no te guardo rencores y que... espero no me los guardes a mí. Reaccioné bastante mal y dije palabras que no debí de haberte dicho. Supongo que también le debo una disculpa a Joseph por eso - dijo como para sí. 

- El punto es, que quizá no volvamos a ser las... mejores amigas que éramos antes; pero... al menos no seamos enemigas. Yo la verdad te... estimo mucho - se encogió de hombros.

La miré y respiré, era increíble que aun adivinara mis pensamientos.

- Gracias Sharon - dije. 

- Gracias por, bueno, por no odiarme - ella rió y movió la cabeza 

- Disculpa por... todo. Yo... -me interrumpió.

- Olivia, no tienes darme explicaciones ahora, digo, el tiempo que ya pasó y bueno, yo estoy con Alex- me sonrió.

- ¡Hablando de eso, en serio me alegra que estén juntos! Alex es genial y te ama demasiado.

- Sí, lo sé, me lo ha demostrado y a decir verdad estoy feliz.

Aquella confesión me hizo respirar.

- Tú más que nadie merece ser feliz, Sharo- dije.

- Tú también. Yo espero que...

- ¡Listo! — dijo Alex a mi espalda, interrumpiendo a Sharon

- Vayamos a comer.

Alex le extendió la mano a Sharon y ella la tomó, luego caminaron juntos hasta la salida. Detrás íbamos a Joseph y yo, él cargaba las maletas de Alex con una mano y con la otra me tomaba de la cintura. Me miró y yo hice lo mismo, luego me sonrió.

- ¿Todo bien cariño? - susurró con una peculiar sonrisa.

Asentí y le devolví la sonrisa.

- Alex me contó que va muy bien con Sharon y que espera que ella sea la mujer de su vida - se acercó a mi oído al susurrarlo y la piel se me erizó completo.

Me alejé un poco para poder mirarle.

- Me alegra que estén felices. Lo merecen - musité.

- Por supuesto, como nosotros lo estamos siendo ahora - me dio un corto beso en mis labios.

Al salir la luz de medio día nos alumbró y Alex ya se encontraba subiendo sus maletas al taxi. Joseph corrió en su ayuda y subió también las que él venía cargando, me quedé de pie a unos metros. Alex y Joseph reían haciendo bromas y ese tipo de cosas entre hermanos, mientras que Sharon miraba a uno de ellos como jamás había mirado a alguien. Podía ver en sus ojos que realmente estaba enamorada y de la forma más sincera y profunda que jamás haya visto. Alex le devolvió la mirada y le sonrió y ella, al notarse en el reflejo de sus ojos, una chispa le iluminó el rostro. Ello me dio una tranquilidad tan profunda.

Sonreí ante la idea que era así cuando Joseph y yo compartimos las mismas miradas chispeantes, me sentía dichosa porque realmente me sentía feliz a su lado; Joseph me miro y recordé aquella vez que me dijo que todas sus sonrisas, sus miradas, sus risas tenían un motivo y el propósito de hacerme feliz.

Entonces, ¿Qué se volvía ahora todo el sufrimiento anterior? No había nada en el mundo capaz de separarme del hombre que yo amaba, ni fuerza sobrenatural que separara a Alex de Sharon. Es que así era como debía de estar el mundo, así era como debió de ser desde un principio; pero, si no hubiéramos sufrido, jamás podríamos haber llegado hasta donde estábamos ahora. No traía mi cámara, pero fue como si tomara una fotografía en mi mente de aquella escena del mundo correcto, revelándola donde iba a permanecer guardada por siempre. En mi corazón.

EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora