Me estaba confundiendo horriblemente; estaba entre el sí y el no acerca de descifrar y sus sentimientos hacía mí. Juro que no lo entendía.
Cuando me senté, los miré acomodados en la pista, bailando una canción y no una melodía, aunque era igual de lenta.
Tenía que deshacerme de inmediato de todas mis especulaciones, de todo tipo de pensamiento en el que cavilara a Joseph. Él no debía de estar rondando en mi cabeza, vagando junto a las fantasías implacables que desataban con cada mirada o tacto suyo.
Volví a prestar atención a ellos. Eran la pareja perfecta, sin duda. Y aunque estaba terriblemente confundida por el actuar de Joseph; sí tenía una cosa en claro... no permitiría que jugara conmigo, ni mucho menos con Sharon, y por supuesto, tampoco que le rompiera el corazón.
- Vuoi ballare con me? (¿Quieres bailar conmigo?) - la voz de un joven de cabello castaño, algo alborotado me hizo mirarle.
Me tendía la mano, como Joseph lo había hecho antes. Pude adivinar entonces que me pedía un baile. Pero no tenía muchas ganas de bailar.
- Lo siento, no hablo italiano - dije, sonriéndole.
- Oh, parli spagnolo. Per favore, di ballare con me (Oh, hablas español. Por favor, baila conmigo) - no sabía qué había dicho, pero no quitaba la mano extendida hacía mí.
Miré hacía la pista de baile y Sharon y Joseph seguían allí, moviéndose al sonido de la música. Yo no tenía que quedarme aquí sentada, abandonada; además el muchacho que me pedía un baile era apuesto. Sus ojos cafés y sus labios rosados y rellenos me recordaron en cierta parte a Joseph.
- Qué más da - farfullé y me levanté de la silla, aceptando la invitación de baile.
Él me sonrió y me condujo hasta la pista, en donde al instante atrajimos la atención de la pareja a mi lado. Sharon y Joseph.
Ella me sonrió, mientras que él frunció el ceño. ¿Y ahora qué pretendía? ¿Quería tenernos a nosotras dos para él nada más? Pues estaba muy equivocado, aun así me doliera en lo más profundo de mi alma, él sólo sería de Sharon, nada más.
Les di una sonrisa de autosuficiencia, sintiéndome orgullosa no sé de qué. Y volví mi mirada al chico que bailaba conmigo, mientras que la de Joseph no se despegaba de mí.
[...]
No podía conseguir pegar los párpados después de esa noche, daba vueltas y vueltas en mi cama, siendo la una de la madrugada; apenas había pasado una hora y media desde que habíamos llegado al departamento.
Exhalé agobiada y me levanté por un vaso de leche, para ver si así conseguía que el sueño se compadeciera de mí. Serví el líquido blanco en un vaso y luego de darle un sorbo, escuché un murmullo en la habitación de Sharon. Curiosa me acerqué a su puerta, con paso sigiloso, seguro estaría hablando dormida. Cuando estuve detrás de la puerta, alcancé a percibir su vos perfectamente sobria, sin atisbo alguno de somnolencia, hablaba con alguien, pero, ¿a estas horas? ¿Con quién?
Agudicé el oído, queriendo encontrarle sonido entendible a su murmullo.
- Es que no sé qué pasa, Alex. Siento que no va muy bien...
¿Alex? ¿Estaba hablando con Alex? ¿Qué era lo que no iba bien? ¿No sabía qué cosa? Las preguntas comenzaron a formularse en mi cabeza por sí solas. Pero decidí mejor darle privacidad, a fin de cuentas esperaba a que me lo contara mañana.
Los delicados rayos de sol que apenas se colaban por mi ventana iluminaron lo suficiente mi habitación como para hacer que me despertara. Me revolví entre las sábanas y miré la hora cuando abrí por completo los ojos, iban a ser las once de la mañana. Me estiré haciendo que un montón de huesos me tronaran, luego le abrí el paso a un bostezo.
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EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINN
Romance¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista de "No toques, no codicies" pero que cada momento te incita más a tenerlo. Falso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era d...