- Sólo quiero hablar con ella - era su voz, sin duda, la que se oía a través del pasillo con eco propio.
Me quedé helada, mis pies no se movieron más y mi cuerpo quedó escondido tras la pared continua.
- Pero ella no quiere hablar contigo, pervertido - esa otra voz era la de Tim , aireada.
¿Qué estaba sucediendo? pensé yo
- ¿Pervertido? –repitió Joseph, escandalizado.
- ¿La llevas a tu casa sabiendo que no está en sus cinco sentidos? No te hagas el santo - alegó Timothée.
- La llevé a mi casa por eso mismo- explicó.
- No iba a dejarla aquí sola en ese estado, además, yo no tenía llave de este departamento, ¿Qué querías? ¿Qué la dejara en el pasillo? - replicó.
- Como sea, ella no quiere verte.
- Tú no decidas, no tienes derecho - decía Joseph.
- No decido, sólo te estoy repitiendo lo que ella me dijo esta tarde –refutó Tim.
- Necesito hablar con ella, y tú no me lo vas a impedir - advirtió Joseph.
- Pues, ojala la encuentres - la voz de Tim parecía ocultar una sonrisa malévola.
Hubo un silencio y me eché a correr al captar que la conversación entre ellos había terminado y que Joseph pasaría por donde yo estaba escuchando todo.
Corrí hacía el ascensor, Joseph no lo tomaría, de eso estaba segura. Las puertas se abrieron a tiempo y me escondí antes de que sus ojos me vieran. Apreté el botón para el cuarto piso, sólo por si acaso y el estómago se me encogió, evidentemente más sensible, cuando el ascensor subió un piso arriba.
Cuando las puertas se abrieron de nuevo y me dejaron salir, bajé rápidamente las escaleras hasta mi piso y llamé a la puerta del departamento trecientos ocho. Alguien dentro refunfuñó palabras ininteligibles y luego la tía de Tim me abrió la puerta y me puso mala cara, deformando su rostro con más arrugas de las que ya tenía. Su cabello blanco estaba atado en una desecha coleta y algunos cuántos pelos se salían de su lugar.
- Disculpe que la moleste, ¿está Tim? - pregunté.
- ¡Timothée ! - lo llamó, luego sin decir nada más, se dio media vuelta y volvió al sofá en el que seguro estaba antes.
Tim salió de una de las habitaciones y después de que miró a su tía me captó en la puerta de entrada, esperando.
- Oh - musitó y se acercó a toda velocidad.
- ¿Qué pasa, Liv? - dijo, saliendo un poco y cerrando la puerta tras de sí.
- Escuché la discusión que tuviste con Joseph, ¿por qué? ¿A qué vino? - inquirí, desesperada.
Él exhaló.
- Venía a hablar contigo, pero le dije que tú no querías hablar con él - musitó.
- Eso lo escuché, pero ¿por qué le dijiste que yo no quería hablar con él?
- Pues, ¿no es obvio? yo sé que te lastimaría más de lo que ya lo ha hecho. No quiero que te sientas culpable de nada, Joseph es el que tiene la culpa aquí y quiero que lo acepte. Además ya has llorado bastante.
- Pero...
- A menos de que quieras despedirte de él, yo no puedo impedirlo - se encogió de hombros.
- No - negué rotundamente.
- Ni siquiera le diré que me voy.
- No digas que te vas, se siente horrible - musitó, bajando la mirada.
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EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINN
Romance¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista de "No toques, no codicies" pero que cada momento te incita más a tenerlo. Falso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era d...