La fierecilla se emocionó al oír la pregunta que esperaba. "Dile que sí, dile que sí" me decía, pero la ignoré mandándola al rincón de donde había salido.
- Tim es... un gran chico. Pero...
- Tu le gustas - me interrumpió.
- No creo gustarle más que Valerie. Y la respuesta es... que quizá me agrade un poco, pero, me quedo como su amiga.
- Eres sincera - esbozó una delicada sonrisita - Y, quiero conocer a esa chica, Valerie. Me hablas de ella y no sé siquiera quién es.
Me reí...
- Es la chica del laboratorio de fotografía de los Agnelli. Un día te llevaré.
- ¿Prometido?
- Prometido - reí - Siguiente pregunta
- ¿Qué te contó Alex el otro día?
- ¡Tramposo! - negué con la cabeza riendo - No te voy a decir, no seas curioso, Quinn.
Me miró y enarcó una ceja.
- Perdón, Joseph.
Sonrió.
- Y no te diré.
- ¿Tiene algo que ver conmigo?
- Emm... contigo, conmigo, con Tim, con todos - divagué, saliéndome por la tangente - Última pregunta.
- ¿Ya es la última?
- Así es, curioso - asentí.
- Está bien. Bueno, tú conoces a Sharon mejor que nadie, y me conoces bastante también a mí, ¿cierto? - asentí
- Bien, ¿crees realmente que Sharon y yo...? No, ya sé, ¿crees que Sharon es lo mejor para mí y yo para ella?
Abrí los ojos de par en par, ¿qué? ¿Ahora dudaba? ¿Y me preguntaba a mí?
- Bueno, mira - balbuceé y me humedecí los labios, repentinamente secos - no se trata de lo que opine o lo que la gente diga: aunque tú los has oído, dicen que ustedes son la pareja perfecta; pero te repito, los comentarios de la gente no importan, lo que verdaderamente importa es lo que tú y ella sienten. Si la amas, y ella a ti, ¿Qué importan los demás?
Tenía la mirada baja al igual que la cabeza que ligeramente se inclinaba hacia abajo.
- Gracias - musitó.
- Cuando quieras, Joseph.
Levantó la mirada de pronto e hizo que me corriera hacía atrás por el repentino movimiento.
- Tengo que irme, discúlpame con Sharon, ¿sí? - se levantó del sofá y caminó hasta la puerta.
- ¿Por qué te vas? - inquirí, desorientada, aún sentada sobre el sillón.
- Las preguntas se acabaron - sonrió - Hasta mañana, Liv - y salió por la puerta.
Dejó la habitación vacía y a mí en ella. Cuando lo capté, pude distinguir también un fiero deseo de mantener su presencia aún allí, conmigo.
Giré sobre mi asiento y miré la rosa sobre la mesa, suspiré. Salí disparada a mi habitación y rebusqué en el cajón inferior de mi buró aquellas fotos con el rostro de ángel. Me quedé sentada en el suelo de la habitación, recargaba en uno de los lados de mi cama, mirando lo que tenía en las manos. ¿Qué era eso que sentía en mi estómago? ¿Por qué el corazón se me aceleraba cuando no debía? ¿Por qué... sentía que Joseph me gustaba? Era sumamente atractivo, sin duda y sensacional, también.
Estar a su lado era como no querer que el tiempo avanzara, querer detener las manecillas del reloj y mandarlas en sentido contrario. Su mirada angelical de miel era como la fábrica de luces para Navidad. Me hace sentir bonita con el beso en la mejilla, la sonrisa que miraba en su rostro me llenaba de algo que me es inexplicable. Él de alguna forma me hace recordar lo que es sentir, saber que una existe.
Quinn, Joseph, como sea; el nombre es lo de menos, porque ahora me invadía una angustia palpable que me comenzó a cortar la respiración y hacía que las manos desprendieran sudor frío.
No. Yo podía fijarme en cualquier chico, cualquiera. Excepto en uno. Arrojé las fotografías dejándolas desparpajadas por todo el interior del cajón y lo cerré abruptamente. Yo no podía fijarme en Joseph.
- ¡Liv! - la voz de Sharon apareció lejos, junto a la puerta de entrada que apenas había cerrado para introducirse al departamento y como impulsada me levanté del piso y salí de mi habitación. Miré a Sharon.
- Hola - musité.
- ¿Dónde está Joseph? - preguntó, dejando su bolso sobre el sofá.
- Se fue.
- ¿Como? ¿Vino y se fue?
- Sí - me encogí de hombros - Me dijo que los disculpara contigo pero que tenía que irse - tragué saliva escandalosamente.
- ¿Estás bien?
- ¿Yo? Claro, ¿por qué no he de estarlo? - farfullé, queriendo sonreír.
- Pues, te conozco y pareces nerviosa.
- ¿Nerviosa? ¿Yo? - reí - No, para nada.
- Liv - me miró, con esos grandes ojos color verde que me acusaban conjeturantes
- ay, ¿sabes qué? Olvídalo - manoteó restándole importancia al asunto - vengo muy cansada hoy - bostezo y luego me miró hacía la mesita de centro
- ¿Y esa rosa?
Abrí los ojos como platos
- Eh... emm... - tartamudeé.
- ¿Te la dio Tim? - especuló con el rostro ansioso.
- Joseph - solté-
- ¿Te la dio Joseph? - su ceño se frunció, y la voz se le bañó radicalmente de un matiz de confusión.
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EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINN
Romance¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista de "No toques, no codicies" pero que cada momento te incita más a tenerlo. Falso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era d...