|CAPÍTULO 44|

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- ¡Marie! - Me levanté, desconcertada 

- Yo no... - intenté explicar.

- ¿Tú no qué? Te acabo de escuchar, Olivia - las lágrimas salían de sus ojos como si fueran caballos de carrera, desatrampados por ganar. 

- Oí cuando se lo dijiste a Alex, ¡eres una traidora! - gritó y al instante, sentí el sonoro golpe de la palma de su mano contra mi mejilla, produciendo un ardor instantáneo y el seguro enrojecimiento de mi piel.

Tan duro fue el golpe que, la cara se me desvió hacía un lado y Alex tuvo que retener a Sharon.

- ¡Sharon, tranquila! - le ordenó, asustado.

- ¿Cómo quieres que esté tranquila? Si mi mejor amiga me traicionó, claro, ahora entiendo todo - no dejaba de llorar y el coraje era leíble en su rostro.

Los nudos se habían quedado atascados en mi garganta, y el corazón, hecho pedazos en mi pecho, latía angustiado. Mis lágrimas eran de amargura, deseaba fervientemente que todo esto fuera una pesadilla.

- ¿Cómo no me di cuenta antes? ¡¿Y tú no pensabas decírmelo?! - me empujó y Alex volvió a sujetarla.

- Sharon...

- ¡Te abrí las puertas de mi casa! ¿Y me pagas robándote a mi novio? - Seguía farfullando llena de furia e hizo caso omiso a la voz de Alex 

- ¡Qué estúpida! No puedo creer que tú... - se quedó a la mitad de la frase, le dolía bastante. La conocía y sabía que estaba hecha pedazos, cosa que sólo sirvió para hundirme más en la miseria. Seguía sin poder hablar, sólo lloraba y miraba a Sharon. 

- Hace algunos minutos estaba llorando porque te ibas - farfulló.

- Ahora entiendo la razón, qué cobarde - siseó. 

- Pero ¿sabes? Me da gusto que te largues, hipócrita - me dio una última mirada despectiva, dolida, y se dio media vuelta para salir de la habitación.

Me quedé inmóvil, dejando que mis lágrimas se suicidaran sin piedad; respirar me era difícil y sentía que me faltaba el aire. Alex me miró, decepcionado.

- Ve - alcancé a susurrar, con el hilo de voz que salió de mi garganta 

- No la dejes sola.

Se me quedó mirando, era una mirada extraña, estaba entre la frustración y la angustia. Pero enseguida salió detrás de Sharon. Entonces me quedé sola.

Las lágrimas no se cansaban de salir y parecía como si nunca se acabaran, esto no debió de haber terminado así, ni siquiera debió tener comienzo.

Me quedé inmóvil durante un par de minutos y luego, miré a mi alrededor, ya no volvería a ver a Alex y no había tenido la oportunidad de decirle adiós. Busqué con la mirada algún cuadernillo y divisé una hoja encima de su escritorio; tomé un bolígrafo y garabateé sobre el papel en trazos largos:

"Me lo dijiste, lo sé.

Disculpa todo el daño que hice, que le hice a ella. Era lo que menos hubiera querido que pasara. Agradezco todo lo que hiciste por mí, gracias por entenderme.

Fuiste mi mejor amigo y nunca voy a olvidarte.

Perdóname.

- Te quiere Olivia."

Lo dejé sobre su cama y luego, con un nuevo dolor en el pecho, salí de aquella habitación. Me deslicé como ánima en pena escaleras abajo y cuando bajé a la sala para cruzarla y llegar hasta la puerta, la mirada de la madre de Alex me detuvo.

EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora