Lloré inconteniblemente sobre su hombro, porque me sentía solA; sentía que tarde o temprano así me quedaría. Sola.
Tardé unos minutos en recuperarme y vi cómo había empapado su camisa.
- Perdón - murmuré mirando lo que había producido mi llorar.
- No te preocupes - me limpió con su pulgar una lágrima que caía por mi mejilla y me recordó a Joseph esta mañana.
- No puedo creer que haya sucedido - musitó.
- Fue mi culpa.
- No - me contradijo firmemente
- No sólo ha sido culpa tuya, Joseph también es culpable, y yo diría que más de la mitad de la culpa cae en él. ¿Por qué no lo evitó? Digo, tú... estabas borracha, pero, ¿él? Él estaba en sus cinco sentidos - meneó la cabeza en forma de reproche. Se quedó en silencio un momento y luego pareció darse cuenta de otra cosa. Me miró.
- Pensé que odiabas el alcohol - musitó.
- Lo sigo odiando, Tim. Ahora más que nunca - siseé y luego gemí con dolor
- Pero es que la mente se me nubló y... fue la única estupidez que se me ocurrió para olvidar - admití.
- Prométeme que nunca más volverás a hacerlo - me pidió.
- En lo que me resta de vida-— levanté la mano, jurándolo. Tim volvió a abrazarme, pero esta vez fue un abrazo corto.
- ¿Ya no hay vuelta atrás? - me miró, congojado.
Negué con la cabeza baja.
- Me voy, mañana en la mañana - murmuré.
- Joseph es un idiota - resopló.
- No puedo creer que tengas que irte, es decir, no tan pronto.
- Es lo mejor, de todas maneras ya lo había pensado. Me tardé demasiado analizándolo, ese fue el problema.
- ¿Le dirás a Sharon? - me preguntó, como no queriendo la cosa.
Me tembló la boca y la quijada al contestar.
- Tiene que saberlo - tomé aire.
- Pero no estoy muy segura de cómo - bajé la mirada.
- Todo va a salir bien, Liv - me tranquilizó, pero yo sabía que más allá de sus palabras, la verdad era otra.
- ¿Te despedirás?
- ¿De quién?
- De Valerie.
Otro pinchazo de dolor a mi corazón. Otra persona que extrañaría bastante.
- No me gustan las despedidas - musité, con el dolor en mi voz.
- Oh, vamos. No puedes irte sin decirle adiós. Sabes que ella te aprecia mucho.
- Pero me va a doler - dije.
- Y le va doler más a ella si no lo haces.
Suspiré.
- De acuerdo - acepté.
- Ahora llévame al departamento, por favor - dije, sobándome la cabeza, que sentía explotar.
- Gracias - me hizo un cariño en el mentón y luego abrió el cajón de delante de mí
- Toma, te ayudarán un poco - me ofreció unos lentes de sol y cuando me los puse y mi vista se oscureció, el dolor disminuyó quedamente.
Arrancó el auto y condujo hasta el departamento, tenía que comenzar a hacer mis maletas. Cuando llegamos y subimos, Tim me preparó una extraña malteada blanca.
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EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINN
Romance¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista de "No toques, no codicies" pero que cada momento te incita más a tenerlo. Falso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era d...