|CAPÍTULO 31|

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Abrí la puerta girando la dorada perilla y visualicé a Shar mirando TV desde la cocina; mientras intentaba recalentar en el horno un pedazo de pizza del día jueves. Cuando me vio entrar se giró hacia mí y me sonrió de una manera tan grande.

Traté de sonreír.

- ¿Por qué la gran sonrisa? ¿no se te quemo la pizza hoy? - Bromeé.

- Ay - se quejó como niña pequeña. 

- Eso sólo fue una vez y hace ya varios años- dijo y rio, dejando escapar el sonido leve de su risa.

Me tuve que reír también, recordando aquella escena de la pizza quemada en casa de su abuela, cuando teníamos diecisiete años.

- Bueno, pero no es por eso porque sonrío - me dijo

- Tú tienes algo que contarme - levantó las cejas una y otra vez.

- ¿Cómo qué? - me hice la que no sabía.

- No sé, tú dime, algo que tenga que ver con un chico, llamado... ¿Timothée? - tanteó.

Puse los ojos en blanco.

- Sharon, ¿Cuándo vas a entender que entre Tim y yo sólo hay una bonita amistad? Ya aclaramos el punto y ambos estamos bien siendo amigos.

- Pero yo vi...

- Un beso, ya sé - la interrumpí, de nuevo poniendo los ojos en blanco. 

- Shar, pero ese no fue un beso en la boca, fue en la mejilla, cerca, pero fue de amigos, nada más.

Se quedó en silencio como por tres segundos y luego exhaló.

- Eres aburrida - dijo y se giró para ver su pedazo de pizza girar en el plato de vidrio, dentro del horno.

- El hecho de que no me guste Tim no quiere decir que sea aburrida - me defendí.

- No, pero desde que llegaste a Venecia, no has salido con ningún chico - me dijo 

- A menos que... - se giró de nuevo y me miró, la sonrisa volvió a expandirse por su rostro

- ¿Te gusta Alex?

- ¿Qué?

- Pues, no sales con más chicos, vas de aquí para allá pero no sin las mismas personas: Tim, Alex, tu amiga la de los Agnelli e incluso Joseph.

Algo me estrujó el estómago cuando dijo su nombre.

- Bueno, ¿y qué quieres que haga? Alex se ha vuelto un amigo excelente y Timm es una persona grandiosa. A Valerie la conozco por que trabaja en el laboratorio de fotografía y es una chica sensacional. Así estoy bien, no ocupo tener tantas personas en una vida que pronto dejaré. No voy a quedarme a vivir en Venecia por siempre - dije.

- Ya lo sé Liv. Lo que trato de decir es que disfruta el tiempo que estés aquí.

- Eso lo hago, créeme.

- Pero...

- ¡Tu pizza está lista! - canté al oír el pitido del horno.

- Me voy a dormir, te quiero, buenas noches - le lancé un beso y me fui a paso apresurado a mi habitación.

Me sentía culpable, porque la verdad era que no me entusiasmaba tanto la idea de pasar el día con Sharon, al menos no si lo veía de la perspectiva de que no vería a Joseph, o mejor dicho, de que no estaría yo sola con él. Me revolqué entre las sábanas de mi cama hasta que la apenas cálida luz del sol me llegó a los ojos.

- Liv - los golpes en la puerta no fueron tan intensos, pero sí molestos.

- Ya estoy despierta - farfullé.

EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora