|CAPÍTULO 14|

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Levanté la mirada y me topé con un bello rostro meramente inmaculado. Su piel llana y pálida hacía lucir sus ojos claros, sin embargo poseían un hermoso color verde con motas de luz y las pestañas se expandían con firmeza hacía arriba. Sus labios rellenos y rosados se estiraron y formaron una bonita sonrisa curiosa.

-Hola -pronunció

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-Hola -pronunció.

-Hola -dije, medio atontada por el bello rostro juvenil que tenía justo en frente.

-Perdóname. Es que soy un poco distraído -musitó, ligeramente ruborizado.

-No, no; la distraída soy yo -dije y luego me reí.

- Soy Timothée Chalamet -me estrechó la mano.

- Olivia Bouchard -me presenté.

- Eres americana -adivinó.

-Sí, California, de allí vengo.

-¿En serio? Yo nací en Texas. Soy americano también; pero con raíces europeas -explicó.

Ahora había entendido entonces, por qué me había hablado desde un principio español; pero luego dirigí la mirada hacía la puerta del departamento en el que él iba a introducir la llave antes de que yo le chocara.

-¿Vives aquí? -balbuceé, al captar el trío de números que formaba el trecientos ocho.

-Sí, con mi tía; te dije que tenía raíces europeas.

La vieja gruñona con la que Sharon me había dejado la llave de su apartamento era tía del lindo muchacho que me sonreía en este instante. Abrí los ojos ante la sorpresa.

-¿Eres sobrino de la señora Montórfano? -inquirí.

-Sí, ¿la conoces?

-Sí, bueno no -dije y su expresión pasó a ser una mueca de confusión - Mi amiga me dejó la llave de su departamento aquí y sólo pasé a recogerla, de allí conozco a tu tía -expliqué.

-¡Oh! ¿Eres tú la linda chica que se mudó con Sharon? -preguntó como si hubiese completado un rompecabezas en su memoria.

-Sí y... gracias por lo de "linda".

-Oh, bueno, eres linda -musitó y se encogió de hombros -¿Vas a algún lado?

-Sí, a un laboratorio de fotografía ¿Sabes dónde queda la calle Squero de San Trovaso? -pregunté, mirando el papelito arrugado en mi mano y tartamudeando al leer el nombre de la calle.

-Sí, es cerca de uno de los canales hacía el norte.

-¿Está muy lejos?

-No, puedes ir caminando; son como cinco cuadras de aquí.

-Oh, gracias.

-Puedo llevarte si quieres, tengo auto -ofreció.

-No, gracias, hoy caminaré, tengo tiempo de sobra -musité con aplomo.

-Oh, ésta bien, ¿puedo invitarte luego a un café? Para conocernos, digo, vamos a ser vecinos -se encogió de hombros un tanto avergonzado y ligeramente ruborizado.

-Claro, me encantaría.

-Hasta luego, entonces.

-Hasta luego -dije - Oh, y grazie mille -murmuré lo que había aprendido de Joseph el día de ayer, cuando agradeció al mozo.

Timothée me sonrió.

-Di niente, bella ragazza (De nada, hermosa niña)-pronunció

Me ruboricé un poco y le dije adiós con la mano; luego bajé las escaleras y me encaminé por las calles de Venecia esperando encontrar lo que buscaba.

Luego de unos minutos de contabilizar mentalmente las cinco cuadras que Timothée me había mencionado, miré hacía el pequeño recuadro blanco ubicado en el muro externo del último edificio de la cuarta calle: Squero de San Trovaso. Sonreí satisfecha al haber acertado en mi búsqueda. Tenía la calle, pero aún me faltaba el laboratorio, decidí caminar hacía la izquierda, en donde los número ascendían, tenía que encontrar el doscientos treinta y siete.

Afortunadamente lo encontré, además de que pude visualizar fuera del lugar el letrero en letras grandes y negras que decía "Photo Lab". Eso hasta un torpe puede entenderlo.

Crucé la acera y me adentré en el lugar solitario y oscurecido, solamente iluminado por las luces del exterior que traspasaban por el ventanal, pero aquello no redujo ni un poco los escalofríos.

-¿Hola? -musité, esperando a que alguien en el oscuro lugar me respondiera.

-¡Tonta máquina! -gruñó una voz fina y delicada que salió de detrás de los almacenes. Una voz de mujer.

Me quedé pasmada, y mis pies se quedaron congelados en el mismo lugar en donde se habían parado.

-¿Hola? -volví a repetir, ahora un poco temerosa.

EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora