|CAPÍTULO 05|

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- Vamos, liv, sé que conociste a alguien, tus ojos me lo dicen -insistió, con la sonrisa aún más amplia y los ojos chispeantes de curiosidad.

-Pues, amm... sí y no-farfullé.

-¿Sí y no? ¿Cómo es eso?

- Bueno, conocí a alguien que a decir verdad, me deslumbró; pero...

-¿Pero qué?

-Pero, no puedo decir que sea ese "alguien especial" -hice las comillas con mis dedos.

-¿Por qué no

- No creo en el amor a primera vista, lo sabes -sacudí la mano, como restándole importancia al asunto.

-Sí; ¿pero sabes? Con Joseph fue amor a primera vista - sonrió, como si de pronto se hubiera perdido en el recuerdo -¿Tu dónde conociste al chico? -preguntó de repente.

-Emm... em... -vacilé, mientras buscaba algún lugar ideal - en el avión.

-¿Se sentó junto a ti? - la curiosidad de Sharon parecía nunca terminar.

-Mmm... -recordé entonces cuando Joseph se sentó a mi lado en el piso del pasillo, reí - algo así.

-¿Quieres contarme?

-No en realidad, no tiene demasiada importancia, Sharon. Era sólo un chico atractivo, cuántos más no hay aquí.

Y era cierto, porque para empezar, Timothée sólo era una cara bonita entre muchos otros rostros en toda Venecia y además, no podía inventarme una historia acerca de otro chico sólo por no tener el valor de decirle a Sharon que su novio me parecía los más atractivo desde que había llegado a Venecia.

Pero eso en mí no era normal.

-Estoy realmente cansada, Sharon. Dime ¿Dónde está mi cama?

-Habitación - corrigió ella y luego sonrió -Justo allá -señaló hacía la derecha, apuntando una puerta de madera, blanca.

-Gracias. Mañana será un día fenomenal, mañana que no esté tan cansada.

-Que duermas bien, Liv. ¡Wow! No puedo creer que estés aquí -lo último pareció que se lo dijo a ella misma - ¡Te quiero!

-Y yo a ti. Buenas noches.

Arrastré las maletas hasta el pequeño cuarto que sería mi habitación y luego me interné en el. Era de tamaño medio, ni tan grande ni tan pequeño. Ideal para mí. La cama estaba al otro extremo de la puerta, contra la esquina; cerca de la ventana, y había un pequeño escritorio al lado derecho y un armario enfrente de la cama y del escritorio pequeño. Saqué de la maleta más pequeña el estuche donde traía mi cámara, y tomé una foto de la habitación. Aventé luego las maletas en alguna parte de la habitación y puse con cuidado la cámara en su estuche y lo coloqué sobre el escritorio, estaba demasiado cansada como para ponerme a acomodar ropa justo ahora.

Me acosté sobre la cama y coloqué las manos bajo la cabeza, entonces me puse a pensar en todo lo ocurrido durante el día, y el rostro que había traído a mi memoria, era tan bello con el de un ángel, pero, un rostro que no me pertenecía. Pero, ¿porqué había pensado en él? En la idea de que Sharon y Joseph no se conocían lo suficiente como para decirse "te amo"; me reí por lo bajo al descubrir que lo que yo tenía ahora era envidia, desde Dennis sólo idiotas habían figurado en la lista de mi corazón, y ahora Sharon había encontrado a alguien que no lo parecía, y yo le tenía envidia. Volví a reír. Qué patético. Pero lo cierto era que detrás de aquella risa burlona había una palpable preocupación, el corazón de Sharon no podía volver a romperse por segunda vez en una forma tan desastrosa como la primera. Allí figuraba mi miedo.

O eso creía yo.

EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora