|CAPÍTULO 48|

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Tras el escritorio de roble, había una señora con el pelo cobrizo, enrulado hasta los hombros. Los ojos remarcados con lápiz negro y los labios pintados de un rosa pálido. Las arrugas en su piel se hicieron más notorias cuando esbozó una sonrisa.

- Pasa, corazón - dijo amable. 

- ¿Dónde está el señor Martínez? - preguntó al notar que venía sola.

- Excelente pregunta, lo mismo me pregunto. Salió casi corriendo hacía el pasillo continuo - me encogí de hombros y ella rio.

- Bueno, muéstrame el trabajo que hicieron - me hizo un gesto con la mano para que me acercara y me sentara en una de las sillas frente a su escritorio.

Caminé hasta ella y me senté, entregándole el sobre de fotografías. Ella las sacó del sobre y comenzó a mirarlas.

¿A dónde habrá ido Jacob? ¿Qué era tan importante como para dejarme sola en esto? A menos de que fuera algo de lo que no quería que me enterara. Sacudí levemente la cabeza. Me estaba volviendo una paranoica. Pero Jacob me daría una explicación y después de oírla le daría un zape sin importa qué.

Posé mi vista en la placa de metal dorado que estaba frente a mí v la leí pasivamente. Katherine González, Editora de la "Notes". Mantuve mi vista sobre la placa, mientras que la señora González revisaba las fotografías y asentía en gesto de conformidad.

- Son muy buenas fotografías . dijo y luego me sonrió, mostrándome de nuevo todas esas arruguitas. 

- Hacen un muy buen trabajo - abrió su cajón derecho y sacó de allí un recibo. Garabateó en él con un bolígrafo y luego me lo pasó. 

- Dile a Ruth que te selle esto y que te diga dónde cobrarlo.

Miré el papel, era el pago por nuestro trabajo. Las cejas se me elevaron al ver la cantidad.

- Fue un placer trabajar con ustedes - se levantó y yo hice lo mismo, luego me tendió la mano.

- Igualmente - le sonreí.

Salí de aquella oficina y al salir vi a Jacob, que apenas venía llegando.

- ¿Ya pasaste? - me preguntó.

Asentí con la cabeza una sola vez y luego me giré hacía Ruth.

- ¿Podrías...?

- Oh, claro - tomó el papel y lo selló y luego de firmarlo también me lo devolvió. 

- Lo cobras al fondo del otro pasillo - me regaló una sonrisa con sus potentes labios rojos.

- Gracias.

Jacob se acercó, lo golpee en la cabeza.

- ¡Auch! ¿Eso por qué fue?

- Por dejarme sola, sentí que la señora González me comería viva.

Rio y tomó el papel.

- ¡Vaya! ¿Todo eso para nosotros? - dijo, mirando la cantidad que nos pagarían.

- La mitad para cada quien - reí, mientras caminábamos hacía el pasillo opuesto. 

- Por cierto, ¿a dónde fuiste?

- ¿Eh? - conocía esa expresión de desentendimiento que ponía cada vez que no quería decir algo.

Entonces la incertidumbre me recorrió el cuerpo.

- No vamos a empezar este jueguito ¿A dónde fuiste, Jacob? - lo miré, parando mi caminar.

- Ah... saludar - se encogió de hombros.

EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora