|CAPÍTULO 29|

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- Querida mía - se acomodó para mirarme de frente y me miro con un gesto divertido y a la vez comprensivo

- Lamento confirmarte que estás enamorada - me hizo un cariño en la barbilla.  

- ¡¿Qué?! - chillé, atónita.

- ¿Por qué no? - preguntó, sumamente tranquilo.

- ¡Porque es el novio de mi mejor amiga! - vociferé como si fuese obvio. 

- No debo, no puedo - negué con la cabeza, frenéticamente.

- Uno no decide de quien enamorarse - suspiró 

- Y si no, mírame a mí; no debo ni puedo estar enamorado de Sharon, y lo estoy - se encogió de hombros.

- ¿Por qué lo tomas con tanta tranquilidad? - dije casi queriéndole sacudir de los hombros.

- Porque no voy a ponerme a llorar ni atormentarme. ¿Qué más puedo hacer si no es aceptar y vivir con eso? Aunque me duela.

- Y bastante - admití, ahora caía en la cuenta del porqué es que lo entendía desde un principio.

- Ahora sé por qué nunca me juzgaste - dijo, adivinando ante el pensamiento.

- ¿Y qué vamos hacer ahora? - pregunté, derrotada ante el sentimiento.

- Tratar de separarlos y hacer que Joseph te amé a ti y que Sharon me ame a mí - dijo sarcásticamente.

- Como una película de comedia romántica - solté una risa amarga.

- Claramente no haremos nada, no podemos hacer nada.

Me recargue en el respaldo de la silla y cruzándome de brazos. Seguí pensando lo que dijo Alex y por un momento creí que era real; reí, que tontería. Sin embargo a aquella fierecilla le había gustado.

- ¿Te digo algo? - dije intentado alejar aquel pensamiento.

- Dime.

- Creo que Joseph se...- me daba vergüenza decir eso, porque seguro Alex pensaría que estaba viendo cosas donde simplemente no hay nada.

- ¿Qué?

- Se pone un poco celoso cuando me ve con Tim - termine diciéndolo como un susurro.

- ¿Tim? ¿El vecino de Sharon?

- Si

- ¿Por qué se pondría celoso?

- No sé, es decir... - quería creer que de alguna forma le atraía. 

- He notado que cada vez que Tim me toma de la mano y que le doy un beso en la mejilla o que Tim me corteja, Joseph no parece muy contento - admití.

- ¿Te gusta Tim? - preguntó y me hizo recordar cuando Joseph lo hizo también.

- Es agradable, pero lo prefiero como amigo.

- Entonces, déjame adivinar, ¿utilizas a Tim para darle celos a Joseph? - me reprochó.

Lo primero que pensé en decir que "no", pero luego, cuando lo pensé más, decir "no" seria completamente falso; porque consiente o inconsciente, yo hacía aquello para ver el ceño fruncido de Joseph en su rostro y luego sentirme bien al saber, o mejor dicho, creer que yo le robaba algún tipo de sentimiento de inquietud.

Alex interpretó mi silencio

- Liv, eso no se hace - me regañó, como un hermano mayor.

- Pero la mayoría del tiempo no lo hago a propósito.

- Y Joseph no tiene porqué ponerse celoso - reflexiono 

- Esto es demasiado raro - dijo reflexionando lo que había dicho. No quería hacerme ilusiones, no debía.

EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora