|CAPÍTULO 17|

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- Hasta pronto, Tim - dije.

Cuando lo vi introducirse a su departamento, me giré a mirar a Joseph, quien seguía parado allí, de brazos cruzados mirándome.

- ¿Decidiste hacerle caso a Sharon? - bromeó.

- ¿Qué? - inquirí, confundida.

Se separó de la puerta cuando yo me dirigí para abrirla.

- Sí, eso de buscarte pareja - musitó, pero la broma ya no le salió como tal.

Exploté en estruendosas carcajadas.

- Sólo salí a tomar un café con mi vecino para conocerlo mejor - expliqué - Eso no tiene nada que ver con los planes macabros de Sharon.

Él rio.

- ¿Con que son macabros? Se lo voy a decir, te acusaré - bromeó, divertido.

- No hace falta, ella lo sabe - abrí la puerta y Joseph se introdujo detrás de mí 

- ¿Si sabes que Sharon llega hasta las ocho verdad? - dije, sarcástica.

- Lo sé, pero es que no tengo mucho que hacer y es mejor pasar el rato aquí mientras que la espero.

- Bueno, es agradable tenerte aquí mientras que llega - pensé... esperen, esperen, no lo pensé, ¿lo dije?

- Gracias, qué linda - musitó y en ese momento di gracias de encontrarme de espaldas puesto que todo el color se me subió al rostro - Mañana saldremos todos, así podrás conocer a mi hermano, Alex, ¿lo recuerdas? - dijo, totalmente ajeno al caos que estaba habitando en mi interior debido a sus palabras.

- Emm... sí, estoy emocionada - farfullé.

- Alex también.

Así, planeamos lo que sería el día de mañana y estar a su lado lo encontraba cada vez más cómodo y magnífico. El tenía ese raro poder para maravillarme, dejarme sin el habla o adivinarme los pensamientos a veces; era simplemente sensacional y la fierecilla se regocijaba llena de felicidad; pero sólo hasta que llegaba Sharon, porque luego, al verlos reírse el uno con el otro y llamarse "amor" estaba empezando a incomodarse y me hacía salir de la escena cursi que no queríamos ver ni ella ni yo. Porque empezaba a resultarme drásticamente incómoda.

...

-¡Bestia, arriba! - Sharon tenía la costumbre de despertarme con golpes en la puerta, por eso era lindo que se fuera a trabajar.

Balbuceé entre la almohada y luego comprendí que los molestos golpes en la puerta no pararían hasta que Sharon me viera con los ojos abiertos. Me llevé los puños a los ojos y comencé a tallarlos para desemperezarme, luego abrí paso a un bostezo grande.

Me paré con pereza y abrí la puerta, Sharon estaba en la cocina buscando algo en el refrigerador. Me miró.

- Ponte algo lindo, algo verde, a Alex le gusta el verde - dijo.

- Estás loca - musité y me di la vuelta para vestirme.

- Si quieres gustarle a Alex, escucha mis consejos - gritó desde la cocina.

- No quiero gustarle a Alex, ¡ni siquiera lo conozco! - me quejé, saliendo de nuevo de mi habitación; increíblemente asombrada del esfuerzo de Sharon por emparejarme.

- Sólo vístete, ¿quieres? Ellos llegarán en cualquier momento.

- Eres perversa - la fulminé con la mirada.

- Pero así me quieres - me sacó la legua y me vi obligada a reír.

- Tonta - dije.

Me vestí con una blusa azul turquesa y con unos jeans anchos, sólo por llevarle la contraria a Sharon. A los pocos minutos, oí el timbre sonar, y la fierecilla empezó a saltar de un lado a otro cantando el nombre de Joseph.

Salí de mi habitación al oír el murmullo de las voces, y allí junto al ángel de oro, reposaba otro. Era muy parecido a Joseph, sin embargo, su cabello era rizado, casi como el de Joseph; pero estos rizos se encontraban un poco más despeinados, su piel, casi del color de la de su hermano, hacía lucir sus ojos verde oscuro, y cuando me sonrió, los pómulos se le elevaron notablemente.

- Hola - musité.

- Olivia, mira, él es Alex- me dijo Sharon, empujándome por el codo hacía el par de ángeles.

Extendí mi mano para saludarle y él respondió a mi saludo.

- Hola - me dijo.

No estaba muy segura, pero sentía dentro de mí como dos partes; una, atenta a Alex; pero la otra, atenta a Joseph. Seguro la fierecilla estaba dentro de la segunda.

- Bueno, ya que se conocieron, ¿a dónde vamos a ir? - preguntó Sharon.

- ¿Quieren desayunar en...? - la voz de Joseph habló por fin, y yo, competa, me perdí en ella.

Dejé de oír entonces la conversación que tenían los tres, de hecho, mis ojos estaban tercos y habían dejado mis otros sentidos inactivos, ya que ellos se aferraban a mantener la vista en Joseph.

Los labios de los demás, luego me miraron. ¡Reacciona! Me ordenó una voz en mi cabeza. Entonces mis sentidos comenzaron a activarse de nuevo.

- ¡Liv! - me sacudió Sharon.

- ¿Eh? - musité, terriblemente desconcertada.

- ¿Qué si quieres desayunar pizza? - me preguntó.

- Amm... sí - dije.

¿Cuánto tiempo me habían estado hablando?

- Vamos, entonces - concluyó Joseph.

Nos dejaron pasar primero y luego, en el auto de Joseph nos dirigimos a un pequeño local de pizza, que desprendía el aroma a salsa abarcando alrededor de unos tres metros y medio.

Nos sentamos en una mesa, Joseph y Sharon de un lado y Alex y yo en el otro. Ambos enfrente de ambos.

- Pidamos la pizza típica, para que Lea pueda probarla. Apuesto que jamás has probado un hecha en Italia.

- Eso es obvio, Sharon, ya sabes que no - dije, riendo.

Luego de unos minutos, la pizza estaba servida enfrente de nosotros; y el olor a queso y salsa se desprendían en cada movimiento mínimo de la pizza. Me sirvieron dos rebanadas, que inmediatamente me comí, ya que sabía delicioso; mientras que intercambiábamos la típica información de lo que recién se conocen.

Yo miraba a Joseph sólo cuando nadie me observaba a mí, evitando ser descubierta mientras lo apreciaba en cada paso que daba, cada gesto que hacía y cada palabra proveniente de sus labios. Él era hermoso a su propia manera y ni siquiera se daba cuenta de eso.

EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora