Y ahora allí, la imagen de ellos dos besándose, no se borraba de mi mente y la estaca tampoco de mi corazón; tenía que luchar contra ese recuerdo, ahogarlo en algún agujero de mi mente y así llevarlo al olvido; pero entre más luchaba más perdía y éstos se volvían más nítidos en mi cabeza.
Me dolía bastante y no entendía cómo es que tanto dolor podía caber en mi corazón; aun cuando éste ya no lo soportara, era algo que seguía acumulándose más y más cada vez hasta volver el corazón un órgano pesado y luego lo desplomaba hasta mis pies, dejando así sólo un espacio vacío en la cavidad de mi pecho. Y dolía, dolía bastante.
Había amanecido rogándole a Dios no toparme con Joseph, hasta ahora, casi medio día, él no había dado señal alguna de vida.
Decidí salir, así, si Joseph me buscaba no me encontraría en el departamento. Apagué también mi celular, sólo por si acaso.
El aire fresco me pegó en la cara, mientras intentaba resguardar mis manos en los bolsillos de mi chamarra. Había empezado el mes de Diciembre y con él, el frío austral. Caminé por calles que ya conocía y llegué a lugares familiares en los que ya había estado antes degustando su comida. La tarde se pasó así, pero el dolor del día anterior aún estaba allí, en alguna parte de mi interior, esperando cualquier descuido mío para vencerme. La curiosidad me invadió de pronto al recordar a Sharon, y en un intento de descifrar ese dilema, prendí mi móvil y marqué el número de Alex.
- ¿Aló?
- Alex, hola - musité.
- Hola, Olivia
- ¿Tienes tiempo para hablar?
- Claro, ¿qué pasa?
- Es lo que yo quiero saber, Alex. Pasa algo con Sharon, yo lo sé. La escuché el otro día hablando contigo en la madrugada - confesé.
- Oh... - hubo un silencio después de su exclamación. Los silencios así nunca son buenos.
- ¿Alex? Sí sabes algo, dímelo, por favor - supliqué.
- Está preocupada - dijo, con voz ronca.
- ¿Preocupada de qué?
- Liv, ella no es tonta. Los cambios en la actitud de Joseph la lastiman.
- ¿Qué quieres decir? - pregunté, estaba al borde de caer en la confusión.
- Que ella se da cuenta de que Joseph ya no es el mismo. De que su cariño parece acabarse y pertenecerle a alguien más.
Abrí los ojos como platos.
- ¿Alguien más? - tragué saliva.
- Joseph te presta más atención que a su misma novia, Liv. Eso es muy obvio - dijo, con voz severa.
- Pero... - no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, aun cuando ya me lo imaginaba
- Yo no... - balbuceé.
- Escucha, Liv. Sé que eres una buena, sé que serías incapaz de dañar a tu mejor amiga, y conozco también a Joseph, el jamás dañaría intencionalmente a una persona. Pero juntos, parece que se les olvida eso - me reprendió.
- Pero yo no...
- Solo te pido que no la dañes - me interrumpió
- Ella se fue porque le aseguré que no era nada malo, que Joseph tenía momentos así y la convencí de que ese viaje le relajaría, le dije que no pensara en eso.
- ¿No le dijiste que...?
- Por supuesto que no. Pero te suplico, que lo hagan daño, la última vez fueron muy obvios.
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EL MANUAL DE LO PROHIBIDO/JOSEPH QUINN
Романтика¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si esa cosa estuviera en la lista de "No toques, no codicies" pero que cada momento te incita más a tenerlo. Falso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era d...