Andrew.Nunca creí que podría enamorarme de una chica tan intensamente hasta que Katie apareció con su mal temperamento y cara de odiar a todo el mundo. Su espíritu indomable y su manera de enfrentar las cosas cuando se siente amenazada, fueron lo que me hicieron poner los ojos en ella de otra manera. Puede ser que al principio no la soportaba, parecía estar empeñada en joderme, ni siquiera sabíamos nada del otro y ya nos odiábamos a muerte. Joder, ni siquiera sé el momento exacto en el que me enamoré de ella, antes quería mantenerla cerca para hacerle la vida miserable y ahora la quiero cerca porque cuando no estoy con ella siento que me falta el puto aire.
Mi madre está empeñada en alejarme de ella, piensa que no es mujer para mí y que estoy cometiendo un error en seguir con esto, pero siendo honestos ya me cansé de obedecer a mi madre en todo lo que quiere, es mi vida y nada de lo que diga me hará alejarme de Katie... no después de todo lo que me costó que se abriera y aceptara lo que yo sabía que ya sentía por mí pero se negaba a admitir.
Una vez le dije que haría todo para proteger que nadie la lastimara y eso me incluye a mí, así que en el momento en que supe que Mason Wilde la había hecho llorar, fui cegado por una rabia indescriptible, casi se sintió como si mi cuerpo solo hubiese sido manejado por pura rabia, para cuando fui consciente ya tenía a Katie rodeándome el torso con fuerza, solo eso... solo ella pudo tranquilizarme. Katie sin siquiera darse cuenta, logró tener un poder sobre mí que nadie más tiene y solo ella hace que mi frio y negro corazón se sienta vivo, por eso me niego a dejarla, me niego a mirar hacia otro lado que no sea el azul de sus ojos... azul que se ilumina cuando me ve, y azul que se oscurece cada que la hago mía.
— ¿A dónde me llevas? — pregunta después de unos minutos de camino en el que nos alejé del Royal. Llevo unos días pensando en que puedo hacer para hacerle ver lo mucho que mi importa, lo primero fueron los tulipanes, pero tengo algo mejor y realmente espero que le guste.
— Ya te dije que es una sorpresa — le respondo sin apartar la mirada del camino. A ella no le gustan las sorpresas, pero sé que esta le va a gustar, además a mí tampoco me gusta y sé que está planeando una fiesta para mi cumpleaños. Puede que ella sepa cómo usar la cara de póker, pero sus amigos no, en realidad Abby no, prácticamente me lo confesó todo con la mirada de loca.
— Odio las sorpresas — refunfuña
— Lo sé — digo con una sonrisa. Amo molestarla, porque me gusta cómo me mira, y jamás me voy a cansar de eso. Resopla y se queda callada el resto del camino hasta el lugar de nuestro destino. Bajo la velocidad y aparco frente a un local de comida rápida, Katie se ríe y me mira incrédula.
— ¿Un MCdonals? — pregunta entre risas
— Fingiremos que es tu cumpleaños — me encojo de hombros y suelta una fuerte y sonora carcajada que enciende mi pecho.
— ¿Es enserio? — pregunta con los ojos brillosos. Una vez le dijo a mi hermana menor que sus hermanos solían llevarla a un MCdonals para celebrar sus cumpleaños, pero después de un tiempo dejaron de hacerlo y la decepción en su voz me hizo querer comprarle toda la jodida franquicia, pero claro está que eso sería algo descabellado, así que solo le compré un nombre.
— Vamos — abro la puerta y ni siquiera lo piensa para seguirme dando saltitos como si fuera una niña de cinco años hacia la entrada. Esbozo una sonrisa y le abro la puerta para que entre primero, sacudo la cabeza por lo feliz que la ha puesto venir a este lugar y avanzamos hasta la mujer que atiende tras el mostrador. — Dos paquetes Black — pido y Katie me mira llena de confusión, así que le señalo hacia los menús que están encima y su boca se abre al leer el paquete número cinco con su apellido como nombre.
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Cariño, esto es guerra
Romance¿Qué pasaría si juntas a dos personas expertas en póker en una sola mesa? ¿Qué pasaría si dos personas con temperamento de los mil demonios se cruzan? Bueno... lo sabrás a continuación porque esta es la historia de una chica de Illinois, chicago, qu...