01. Vecinos nuevos

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Ahí me hallaba, una vez más.
Mi mirada fija en el techo blanco y aburrido de mi habitación. Las vacaciones de invierno habían sido realmente un asco, ya no quedaba ninguna pizca de seratonina en mi cuerpo y no era difícil darse cuenta de esto.

Empezaba a cerrar mis ojos en contra de mi voluntad; el aburrimiento era tanto que ya no podía controlarlo. Ni una sola fiesta, ni una sola salida con amigos. Estaba cayendo dormida, cuando repentinamente la puerta de mi habitación se abrió de golpe, haciéndome dar un brinco y caer de cara al suelo cómicamente.

— ¡Willow! ¡Vecinos nuevos! —Me hizo saber la voz chillona de Sunoo y lo mire, sobándome la mejilla adolorida.

— ¿Qué es lo qué sucede contigo? —Fruncí el ceño.

— ¡Hay vecinos nuevos! ¡Se mudaron al frente! —Dió un brinco, como sí solo pronunciar esas palabras lo emocionaran de una forma indescriptible.

— ¿Y qué? De seguro se trata de alguna pareja de  abuelos. siempre lo son —bufé, sin darle importancia.

Nuestro vecindario siempre había sido realmente tranquilo y pacifico. Nada interesante pasaba en estas calles, nada emocionante. Y la principal razón de esto era que la existencia de juventud aquí era prácticamente nula. Una anomalía que necesitaba ser investigada. Nada de jóvenes, ni siquiera bebes, solo abuelos o gente que pasaba los treinta años de edad. Sunoo y yo eramos los unicos "niños" que vivían aquí.

No era novedad que algunos vecinos nos odiaran profundamente por ser desde pequeños dos mocosos insoportables y chillones. Nuestras madres siempre recibían quejas, nos acusaban de andar en cosas de diablillos, ¿pero que podíamos hacer? Sunoo me impedía ser una chica normal. Él era la mala influencia en mí.

— No, esta vez son tres —volvió a hablar, dejando caer su trasero sobre mi cama con una sonrisa gigante que hacía engordar sus mejillas.

— ¿Abuelos? —Lo seguí con la mirada, fastidiada.

— ¡No! ¡Préstame atención, Willow! —Me lanzó una de mis almohadas, despeinándome completamente—. ¡Es una familia! ¡Con tres hijos!

— Estas bromeando. —Lo miré con seriedad para ver si estallaba en risas dejando en evidencia que era una de sus otras tontas bromas en las que siempre caía, pero no sucedió.

— ¿No me crees? ¡Mira por tu misma! —exclamó ansioso y agarrando de mi mano me arrastró hasta la ventana de mi habitación.

En la casa de al frente en la cuál solía vivir un anciano gruñón con muchos perros, ahora había un gran camión de mudanza.

Me giré a ver a Sunoo. Nuestras miradas brillantes y juguetonas conectaron con nuestra única neurona y pensando lo mismo, nos fuimos corriendo a bajar las escaleras de mi casa como salvajes.

No me mal interpreten, no es que no haya tenido interacciones con algún chico o chica de mi edad con anterioridad, en mi escuela había una colección de ellos , ¿pero vecinos de mi edad? Eso si me emocionaba.

Saliendo al patio de mi casa frené de golpe, jalando a Sunoo del brazo quién ya iba unos pasos más adelantado.

— ¡Espera! ¿Qué vamos a hacer allá? No tenemos ningún plan ni nada...

— Sólo hay que saludar y darles la bienvenida Willow, o sea, socializar, algo que claramente tú no sabes haces, pero hey, para eso estoy yo... —Rió y le di un manotazo para que me tomara en serio.

— ¿Y sí son bebes? ¿Siquiera los viste? —inquirí con desconfianza y Sunoo rodeó sus ojos, negando.

— Willow... ¿Por qué crees que estoy tan emocionado? Mi mamá hablo ya con ellos... ¡Son dos chicos y una chica! ¡De nuestra edad!

— ¿Todos? —solté extrañada y esté sonrió perversamente.

— Dos de ellos son mellizos y uno es un año mayor, creo... eso le entendí a mi madre.

— ¿Hola...? —Nos interrumpió entonces una voz masculina y nos giramos, encontrándonos de golpe con un señor que vestía con una camisa blanca y shorts simples, pero manteniendo su elegancia hasta en su mirada—. ¿Ustedes son los vecinos de al frente, no? Es bueno saber que hay chicos jóvenes aquí... —Lo mismo pienso Señor, me llamo Sunoo, es un gusto, soy de la casa de al lado y ella es mi amiga, Willow... Veo que recién están sacando las cajas de mudanza... ¿Necesitan ayuda? Nos encantaría ayudar—. Comenzo a hablar Sunoo, sin frenos.

El señor lo miró y sonrió, asintiendo con lentitud. —Bueno, no nos vendrían mal más manos fuertes.

— ¡Claro! ¡Nosotros lo ayudáremos! —Rió ansioso el pelinegro y tomo de mi mano para que lo siguiera de una vez, dándome una mirada cómplice.

Llegamos al camión y nos encontramos con la sorpresa de que dentro de el había una chica sentada sobre unas cajas de mudanza, mientras veía con un semblante de aburrimiento su teléfono.

— ¡Hija! Baja de ahí y ayuda a bajar las cajas, ellos nos ayudaran, son vecinos. —Le habló el señor, llamando su atención para después ir camino a su casa, dejandonos a los tres a solas.

La chica desvió su mirada hacía nosotros y pude sentir su belleza impactar conmigo. Tenía el cabello negro largo y lacio, labios carnosos y rojos como las frambuesas, junto unos ojos negros realmente hermosos.

— ¿Vecinos...? —Sonrió amablemente y bajo del camión, dejando su celular sobre una de las cajas como si ya no existiese para ella.

— Hola, me llamo Sunoo. —Se presento el pelinegro, corriendome rápidamente a un lado con su cadera.

— Me llamo Jisoo, me alegra saber que no me aburriré aquí... Oí que solo vive gente de edad. —soltó una tierna risita y mire de reojo a Sunoo quién ya estaba perdido en la belleza de la chica, olvidando por completo mi existencia.

Suspiré y tomando una de las cajas, comencé a ayudar a bajarlas. Sunoo también tomo una de las cajas de mudanza del camión, pero rápidamente desapareció cuando Jisoo lo invitó a pasar a su casa, dejándome a solas en el camión.

No me quejé, los dos chicos se veían muy alegre hablando, por lo que sin nada más interesante que hacer, me hice a cargo de las otras cajas.

No eran pesadas, ni tampoco livianas, pero había una que otra que me hacía sacar jadeos.

Sabía que no era buena haciendo ejercicio; esto me lo dejo aún más claro.

— Hey, no hagas el trabajo tu sola, esos chicos no hacen nada... ¡Hey Jisoo! ¡Dile a tus hermanos que bajen a ayudar! —Exclamó el señor y se fue hacía al camión a bajar algunas cajas.

Lo quedé mirando, agradeciendo por dentro sus palabras. Tuve la intención de seguir mi camino hasta la entrada de la casa, pero fue entonces cuando sentí unas manos más grandes posarse sobre las mías, quitando al instante el peso que sentía de la caja.

Mi mirada se fue hacía adelante, pero no fue hasta que la caja estuvo completamente fuera de mis manos que pude ver al amble chico que se había tomado la molestia de ayudarme.

Definitivamente alto, de tez blanca como las hojas de papel nuevas, cabello oscuro como el carbón y con una sonrisa tan particular y única que daba la impresión que sus comillos eran algo sobrenatural.

Quise soltar un suspiro de la impresión, pero claramente supe controlar mis impulsos de chica adolescente.

— ¿Muy pesada? —preguntó en un tono amable, dándome una mirada de arriba hacia abajo. Parpadeé un par de veces, sin saber si mi aturdimiento se debía a él o a la fuerza que había estado haciendo todo este tiempo.

— No tanto en realidad... —murmuré y el chico asintió, sin borrar su sonrisa.

— Gracias por ayudarnos —Me agradeció y balbucee un "de nada", observando completamente cohibida como este se despedía con una suave mirada de mí, llevando la caja hasta los adentros de su casa.

Mordí mis labios escondiendo mi sonrisa nerviosa y decidí escapar a refugiarme a mi casa sin siquiera despedirme del señor o esperar a Sunoo.

No podía asimilarlo.
¿Tener al vecino mas hermoso que mis ojos habían visto? Imposible.

Entre a la casa como una verdadera adolescente encantada, riéndome sola.

Solo podía intuir que este año sería bastante emocionante.

DEVIL'S ADVOCATE / SUNGHOONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora