Capítulo 1

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Estar llorando a las cuatro de la mañana en el baño de tu apartamento no es algo muy normal.

De joven lo hacía. Cuando estaba frustrado porque no se creía lo suficientemente bueno jugando, cuando se peleaba con su madre o cuando alguien rompía su corazón, se sentaba en su retrete a solo llorar, dejando ir la tristeza.

Ahora de grande también lo hace. Cuando pierden un partido, luego de escuchar las quejas de sus compañeros, se encierra en el lugar más cercano (usualmente un baño) y se permite convertirse en un ovillo y sollozar con fuerza. Está enojado, frustrado y triste porque se siente insuficiente para todos.

Pero esta vez no es así. La razón por la que llora no tiene nada que ver con un partido perdido. Esta vez, su estómago se contrae, su cuerpo tiembla y su corazón late desenfrenado al ver, a dos pasos de él, un test de embarazo sonando.

¿Cómo es que llegó a todo eso?

Bueno, hay que volver en el tiempo. Exactamente doce horas antes.

—Buenas tardes.

El frío aire acondicionado de la farmacia lo choca. Por suerte su piel no se eriza: usa una sudadera de uno de sus amigos, unos pantalones deportivos, una gorra y un cubrebocas. Es básicamente imposible que la helada lo golpee. Lo malo es que se está muriendo de calor.

—¿Qué se te ofrece?

—Un test de embarazo, por favor.

Tiembla al decirlo.

—¿Qué cosa?

La mujer no lo entiende. Atsumu cada vez siente más vergüenza, su rostro arde furiosamente y solo quiere regresar a casa. No deja de pensar que fue una mala decisión ir a una farmacia, a las cuatro de la tarde, a pedir un maldito test de embarazo.

Se acerca a la mujer, bajando su barbijo y sus labios tiemblan al repetirlo. Ella asiente con una sonrisa y golpea suavemente sus dedos contra el mostrador para luego irse a buscar lo que Atsumu, a duras penas, pidió.

Se sentía paranoico. Su estómago retorciéndose y sintiendo cada parte de él temblar. Está tan asustado que quiere salir corriendo de ahí, incluso lo considera, pero la farmacéutica regresa con esa sonrisa dulce que lo hace querer llorar.

—Supongo que estás así de nervioso porque el bebé se relaciona contigo —dice dejando tres cajas frente a él. Atsumu las mira horrorizado—. Comprar un test de embarazo no es eficiente, mejor pruébalo estas tres veces para asegurarte. Sin embargo, deberías realizarte un análisis de sangre en algún hospital.

—Está bien. Gracias.

Entonces regresa a casa lo más rápido que puede, caminando por calles en las que no hay nadie por simple temor a que descubran que Atsumu Miya, el armador titular de los MSBY Black Jackals, compró tres test de embarazo que realmente espera que den negativo.

Sus sospechas comenzaron dos semanas después de haberse acostado con Omi. Resulta que, a diferencia de las mujeres, su menstruación dura tres días como máximo. Tenía que llegar pero no lo hizo nunca, aunque Atsumu lo justificó con irregularidad. Luego se dio cuenta que no podía estar mucho tiempo sin orinar y por último, los vómitos. Literalmente respiraba y vomitaba.

Le contó a su hermano por llamada qué le pasaba. Osamu bromeando le dijo que quizá estaba esperando un bebé y Atsumu, sintiendo un foco prenderse en su cabeza, rió nervioso y dijo que era imposible. Que quizá estaba enfermo.

Dos días después (hoy), cansado de vomitar y tener la cabeza en cualquier lado por la simple sospecha de esperar un bebé, decidió reunir el valor suficiente para ir a una farmacia. Saliendo de su casa pensó que había enloquecido y regresando, intentó pensar que sí lo había hecho y que solo estaba muy enfermo. No había chances de quedar embarazado, siempre usaban protección cuando estaba con Omi.

Cenando solo, pensó que era un estúpido. La locura se había apoderado de él y decidió dejar los test a un lado. No estaba esperando un bebé, ¡era imposible! Incluso se rió de él mismo por llegar a una conclusión tan incoherente como esa. Quizá era gastritis.

Esa noche ni siquiera vomitó, lo que acalló sus pensamientos de un posible embarazo. Se fue a dormir tranquilo y se durmió temprano, feliz por solo estar enfermo.

O eso pensó. A las cuatro de la mañana, abrió los ojos y solo tuvo que salir corriendo a su baño por el increíble mal sabor en su boca. Prendió la luz, se arrodilló frente del retrete y vomitó ya entre lágrimas. Soltó todo lo que había comido esa noche, sintiendo su estómago vaciarse y su garganta quemar por la fuerza que su propio cuerpo, de manera inconsciente, estaba haciendo.

Cuando terminó de soltar todo, se levantó, lavó sus dientes y se miró al espejo. Era un triste desastre: rostro adormilado, cabello desordenado. Ojos enrojecidos, lágrimas manchando sus mejillas.

—Tienes que intentarlo —se dijo a sí mismo—. Solo para sacarte la duda, Atsumu Miya. Solo para eso, no estás esperando un bebé. Es solo tu cuerpo jugándote una mala pasada.

La locura se apoderó de él cuando caminó a su cocina descalzo y tomó la pequeña bolsa de la farmacia. Regresó a su baño repitiéndose que los test saldrían negativos y que todo estaría bien, que sacaría turno con el médico por una posible gastritis y seguiría con su vida normalmente. No hay un embrión formándose adentro de él, no. ¡Claro que no!

Intentando ser positivo, pensando que todo saldrá bien como siempre lo ha hecho, se sienta sobre su retrete y abre el primer test de embarazo. Recuerda las palabras de la farmacéutica y muerde su labio inferior. Hay probabilidades de que esto falle, ¿pero pueden tres test hacerlo? Lee las instrucciones una y otra vez pero no las entiende. Está tan nervioso que se le dificulta hasta leer las pequeñas letras, así que saca su teléfono y lo busca en internet.

—Cómo realizar un test de embarazo correctamente. Bien, esto me ayudará...

Se frustra al leer que necesita un bote de orina, pero automáticamente se calma al recordar que tiene unos cuantos por pedidos del médico. Se estira y toma alguno. Leyó que debe orinar adentro de estos, luego meter el test adentro, esperar lo que dice la caja, sacarlo y rogarle a Dios estar equivocado.

¿Acaso esto es lo que sienten las mujeres? Ahora es cuando empieza a compadecerse de las pobres.

Deja los tres test sobre el lavamanos, procurándose de que la parte reactiva no toque nada. Se sienta otra vez sobre el retrete y espera impaciente, mordiendo su labio inferior, apretando sus manos y subiendo y bajando su pie repetidas veces. Está tan nervioso que piensa que incluso se le puede llegar a bajar la presión o algo por el estilo.

Entonces luego cuatro minutos (porque los cuenta) escucha el pitido alarmante de los tres aparatos a la vez. Toma los dos primeros resbalándose y luego toma las instrucciones.

—Dos rayas, positivo. Una raya, negativo.

Murmura y mira los dos test.

Uno marca positivo.

El otro negativo.

Atsumu levemente alza la mirada, encontrándose con el tercer test sonando todavía. Ese que está ahí es el que definirá si tiene que sacar turno con el médico por gastritis o por prueba de sangre. Esa es la respuesta de si su vida está arruinada o no.

Entonces muerde su labio inferior y achina sus ojos al darse cuenta que está a nada de llorar. Arruga su nariz y deja escapar un jadeo, haciendo que las primeras lágrimas caigan y que el pánico se apodere de él. Va a morir si lee que es positivo. Realmente lo hará.

Se hace un ovillo en su lugar, manchando con sus lágrimas la sudadera gris y subiendo sus piernas, pegándolas a su pecho mientras esconde su rostro entre sus brazos. Está destruído, el pitido sigue sonando y agujereando sus tímpanos. Su vida está a nada de cambiar y no lo quiere aceptar. Quiere que todo vuelva a la normalidad, quiere estar durmiendo ahora. ¡Que sea un mal sueño, por favor!

Puede ser una mala jugada de la casualidad. Una parte de Atsumu se retuerce por levantarse y leer el resultado, mientras que otra le dice que no lo haga porque simplemente no está listo para saber qué rumbo tomará su vida después de ver si hay dos rayas o una.

Sin embargo, sabe que debe hacerlo. En algún momento tendrá que leer qué hay y tendrá que afrontar la realidad. Entonces decide levantarse, clavando sus dientes en su ya destruido labio y se acerca a mirar el test.

Dos rayas.

Se va a desmayar.

The Baby and The Sugar Baby | Sakuatsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora