Capítulo 7

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Enojado, Atsumu Miya dijo que no se sacará más fotos con nadie. Supongo que lo dijo debido a que su privacidad fue violada por sus propios fanáticos.

—¡Y supones bien!

Samson apagó la televisión y observó al chico frente a él, quien está tirado sobre su silla, con la mirada perdida en cualquier lugar de la habitación. Sakusa Kiyoomi se encuentra recargado contra la pared, observando con una mirada intimidante y sombría al entrenador de los MSBY.

—¿Cuándo pensabas decírmelo?

—Lo iba a hacer, pero un fanático de mierda se me adelantó —clavó sus ojos en el hombre—. Mis más sinceras disculpas.

—No seas sarcástico conmigo —Samson se acercó—. ¿Sabes todos los problemas que tendremos ahora por tu despiste?

—¡Su! —Atsumu exclamó, señalándose a él y luego a Omi—. ¡Un bebé es de a dos, no me retes solo a mí! —alzó la voz, furioso—. ¡Y segundo, ¿crees que a mí me gusta esto!?

—Atsumu...

—¡No, no, no! —se levantó sin despegar la mirada de su entrenador—. ¡No puedes venir a decirme algo como eso si no sabes por lo que estoy pasando! ¡A ver si te gustaría que fuera hacia tu mujer y le preguntara si su «despiste» ya va a la escuela!

Samson se quedó en silencio. Kiyoomi negó, cruzando sus brazos y bajando la mirada con un suspiro incluído.

—Bien, lo siento pero sigue siendo verdad que esto nos traerá mucha atención por parte de la farándula.

—¿Entonces qué haremos?

Sakusa preguntó. Samson solo lo miró.

Entonces el día termina ahí. Atsumu está de mal humor por los siguientes tres días y al cuarto, se encuentra sentado debajo del público de un partido de los MSBY. Ahí están todos sus amigos, jugando el último set antes de ganarle a un equipo europeo.

La sonrisa energética de Bokuto, la mirada brillante de Hinata y la seriedad de Kiyoomi lo hacen suspirar. Meian bloquea y cae mientras que Inunaki recepciona, alzándola con esfuerzo al armador suplente. Son dos segundos más, Bokuto remata y se da por finalizado el partido con una victoria más para los MSBY.

Atsumu aplaude emocionado, levantándose de su asiento y corriendo hacia su equipo. Hinata lo atrapa en un abrazo, que termina sumándose Bokuto y apretándolos con fuerza. La gente ovaciona y el equipo perdedor tiene una mala cara, aplauden tristes y enojados.

—¡Atsumu! —Samson grita—. ¡Tienes que despedirte del público!

Ah sí, ese es el plan. Luego del abrazo, Atsumu sonríe de manera forzada y mira al público. Niños, hombres y mujeres lo saludan con brillos en sus ojos, festejando todavía la victoria del equipo que apoyan.

Quiere llorar. Simplemente no quiere despedirse de esa gente que lo apoya, pero por obligación lo hace. Alza sus manos y las agita, despidiéndose del público que lo aplaude. Hinata, Bokuto y Meian hacen lo mismo, felices y a su vez apenados por ver al rubio irse de la cancha por un año entero.

Atsumu regresa a casa llorando, enojado con él mismo y con el bebé, a quien culpa por todo esto. Abre la puerta de un manotazo y camina a su cuarto, robándole un suspiro a Kiyoomi que llega detrás de él, cerrando la puerta y sacándose sus zapatos. Escucha los sollozos por el pasillo y quiere morir.

Probablemente el preservativo se rompió y no se dio cuenta cuando se lo sacó porque es un imbécil. Por eso mismo se culpa de que Atsumu ahora no pueda jugar. Quizás si no hubiese sido un despistado en ese momento, quizá no estarían en un problema tan grande como este. Serán padres y ya no pueden volver atrás. Han enterrado el pie en lo más hondo y no saben cómo sacarlo.

Sabe que Atsumu llora hecho un ovillo en su cama, ardiendo en enojo por no poder seguir haciendo lo que tanto ama. Y Kiyoomi no es bueno consolando: Las palabras no son buenas cuando él los controla; simplemente no van de la mano. Y piensa que sería una buena idea irse de casa un rato, huir a un bar y ahogar su agonía silenciosa con alcohol como acostumbra, pero prefiere quedarse para ver si Atsumu está bien.

Relame sus labios y camina a la cocina, abriendo el refrigerador. Lo primero que ve es una botella de cerveza en el fondo. Sus labios se hacen agua y sus manos pican por querer tocarla, pero cierra otra vez. No quiere beber, no cuando está en el mismo lugar que Atsumu y el bebé.

Entonces huye hacia el pasillo, encontrándose con la puerta del cuarto que ahora comparte con Atsumu. Escucha los sollozos del otro lado y suspira para entrar, preparándose mentalmente para encontrarse lo que ya sabe: Un hombre teñido sentado en su cama, limpiando sus lágrimas y odiándose a él mismo.

Atsumu tiene su rostro escondido entre sus piernas, las cuales abraza mientras tiembla. Kiyoomi realmente no sabe qué hacer, así que cierra la puerta detrás de él y se sienta en una esquina de la cama, quedándose en silencio y escuchando el lamento del padre de su hijo.

Y se queda ahí, en silencio. Es triste ver a Atsumu así y realmente le gustaría ayudarlo pero no sabe qué hacer. ¿Cómo podría consolar a Atsumu?

Y cuando quiere preguntarle qué hacer, la puerta es tocada. Es como la campana que lo salva, aquella que le dice que no lo haga. Quizá Atsumu es un peligro estando tan indefenso, así que solo se levanta y huye del cuarto, dirigiéndose rápidamente a la sala de estar otra vez.

Abre la puerta todavía preguntándole cómo ayudar al teñido. No lo conoce realmente, no hay nada que sepa de él más que algún gusto sexual culposo. Son dos desconocidos, compañeros de equipo y ahora parientes. No se siente como si hubiera una amistad en medio.

Su mirada se congela al ver la persona frente a él. Es fría, casi molesta. La única diferencia que tiene con Atsumu es que su cabello es gris.

—¿A dónde está?

Osamu Miya se abre paso en el departamento de su gemelo mayor. Kiyoomi lo mira atontado.

—En su cuarto.

—Bien.

Solo se limita a decir y camina, pero Sakusa vuelve a abrir la boca.

—Yo... saldré un rato. Para dejarlos solos.

The Baby and The Sugar Baby | Sakuatsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora