Capítulo 2

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Es un beso desesperado. Los chasquidos se escuchan en todo el apartamento.

No lo invitó con esa intención, pero tampoco le explicó por qué lo hizo.

—Omi...

—Te extrañé.

Da pasos hacia atrás, chocando su espalda con todo lo que Kiyoomi permite, mientras lo besa de manera desenfrenada. Hay humedad, hay chasquidos, hay lenguas de por medio.

Una mano se aferra a su sudadera mientras que la otra aprieta su cintura con fuerza, causando revuelo adentro del cuerpo de Atsumu. No puede pensar claramente cuando los labios de Omi están sobre los de él, moviéndose vulgarmente, haciéndolo olvidar de todos sus problemas.

Sin embargo, cuando sus pantorrillas chocan contra la cama, su cerebro vuelve a reaccionar y abre sus ojos. Omi ya está sobre él, comiéndose sus labios mientras abre sus piernas para acomodarse. Es rápido para estas cosas pero Atsumu ya no puede concentrarse en él cuando el recuerdo de estar llorando en el baño, casi teniendo un ataque de pánico, regresa a su cabeza.

Estuvo una semana faltando a los entrenamientos por supuestas razones médicas que su propio doctor justificó. Está muy enfermo, no puede agitarse ni saltar. Por suerte su entrenador le creyó y le dijo que descansara y que si necesitaba algo, que llamara al médico del club. Atsumu le dijo que sí, pero obviamente no haría caso.

La última vez que vio a Omi fue el viernes, día que llevó el justificativo. Intercambiaron miradas: uno adentro de la cancha, agitado y preocupado, el otro mirándolo con un peso sobre sus hombros, cargando una verdad lamentosa y avergonzada.

Por llamada le explicó a sus amigos qué le pasaba. Hinata, el opuesto del equipo, le dijo que si necesitaba algo, siempre podría llamarlo a él. Bokuto, a diferencia de Hinata, le dijo que el martes iría a verlo y que no lo detendría. Obviamente, a parte de él, el resto del equipo fue excepto Omi por trámites de la universidad.

Entonces, luego de una charla con él mismo y con su increíble doctor, decidió citar al pelinegro para decirle que estaba esperando un bebé suyo. Wow, jamás pensó que utilizaría esa oración sin sarcasmo.

Cuando vuelve a la realidad, se da cuenta que ya no tiene ropa. Los dedos de Kiyoomi bailan sobre el elástico de su bóxer y sus labios bajan por su pecho, besando suavemente su estómago. Atsumu baja la mirada y ve su cabello cayendo sobre su piel, sus pestañas brillando, la punta de su nariz acariciando su estómago y sus labios, húmedos y calientes, plantándose donde se supone que está su hijo.

Siente repentinas ganas de llorar. Pensando con temor cómo reaccionará Omi cuando le diga la verdad.

Sus labios siguen ahí, plantándose y dejando suaves y cálidas marcas. Sus dientes raspan su piel y sin pensarlo, sintiendo sus ojos cristalizarse porque seguramente esta sea la última vez que estará con Omi (ya que seriamente piensa que lo dejará), lleva su mano a su cabello y tira de él. El pelinegro lo mira con una ceja alzada, dejando un suave contacto entre su estómago y su labio inferior.

—¿Quién te permitió tocarme?

Cuando actúa así de dominante, Atsumu quiere suspirar y dejarse comer por él. Usualmente es lo que pasa cada vez que tienen estos encuentros, pero hoy todo es distinto. No puede pasar eso, no cuando se atraganta con la verdad.

—Solo bésame, por favor.

Murmura con la voz rota, pero Kiyoomi no lo nota. Simplemente le hace caso confundido, subiendo otra vez y tomando su barbilla, inclinándose para juntar sus labios y satisfacer a Atsumu, quién dobla sus rodillas y toma su nuca, acercándolo más.

Quiere sentir los labios de Omi una última vez. Quiere disfrutarlos porque ama besarlo, porque se siente cómodo con sus besos y eso nunca le pasa con nadie. Siempre estuvo tan tranquilo con él que nunca se imaginó terminar todo y ahora, que es lo que está por pasar, no quiere soltarlo. Se niega a dejarlo ir.

Vaya, las emociones se intensifican durante el embarazo.

Siente los dedos de Omi otra vez juguetear con el elástico de su bóxer. Atsumu jadea y se separa del beso, bajando la mirada y dejando que el aliento pesado del pelinegro acaricie su frente.

—Omi, espera.

—¿Justo ahora?

—Tengo... no, necesito decirte algo...

Alza la mirada, sintiendo sus manos arder sobre las mejillas de Sakusa. El pelinegro lo observa confundido: labios hinchados, húmedos y rojizos, mirada brillante y el sudor ya comenzando a aparecer. Luce tan apuesto como siempre. Atsumu piensa que dichosa será la persona que esté con él.

—¿Qué pasa?

Suena preocupado.

—Estoy esperando un bebé.

Suelta sin despegar sus ojos de los oscuros de Kiyoomi. Orbes confundidas bailando sobre las de él, intentando buscar un rastro de burla o diversión. Sin embargo, se decepciona cuando no nota eso en la mirada de Atsumu. Realmente está esperando un bebé, él no bromearía con algo asi.

Hay silencio. Puro silencio.

—¿De?

Teme por la respuesta. Desde que están juntos —sexualmente—, el rubio no ha estado con nadie más que él. Son exclusivos... y eso le aterra.

—Ti.

La respuesta lo descoloca por completo. Rápidamente se sale de encima de él, olvidándose que estaban a punto de tener sexo, olvidándose de todo a su alrededor. Está sordo y su mirada pierde su enfoque en todo menos en el chico frente a él. Luce lloroso, avergonzado y preocupado.

Lentamente se hace un ovillo, abrazando sus propias piernas mientras que Kiyoomi se queda sentado en la cama, intentando procesar que será padre.

—¿Estás seguro? —pregunta en voz baja.

Atsumu asiente.

—Sí —responde desviando la mirada—. En el cajón del buró están los exámenes de sangre que me hice —murmuró avergonzado.

Sakusa se levanta lentamente para buscar los papeles. No es que desconfíe de Atsumu, solo necesita leer que en serio será padre. Quiere... no sabe qué quiere. Solo vuelve a sentarse en la cama luego de sacar los exámenes y lo lee.

Hay números, semanas, una firma y una oración.

Resultado positivo. Dos semanas y tres días de embarazo. Paciente: Atsumu Miya.

Piensa que su vida acaba de terminar. Adiós vóley, adiós existencia porque su madre definitivamente lo matará, adiós universidad. ¡Hola, cuota alimenticia y escolar!

Hay un silencio horrible adentro de la habitación, tanto que siente que se está comenzando a ahogar. La tensión y la confusión se apoderan de cada rincón, dejándolo con la mente en blanco. Al igual que Atsumu, quien mira la espalda de Kiyoomi con lágrimas ya cayendo por sus mejillas. Está tan avergonzado y teme ser juzgado.

Sin embargo, tiene que hacer la pregunta que tanto teme. Aquella que su doctor le dijo que debía preguntar por obligación, para pensar que rumbo debería tomar su vida. Hay mucho estrés, esto de cargar con un bebé es más horrendo y complicado de lo que pensó.

—Omi —Otra vez susurra, descansando su mejilla en su rodilla—. Omi, ¿te harás cargo del bebé conmigo?

Su voz sale rota. No quiere escuchar la respuesta, le da pánico pensar que puede a llegar a estar solo todo el embarazo. Le aterra que su hijo se críe solo con él, no podrá. Es muchísimo.

—Yo...

Su voz lo devuelve a la realidad. Atsumu lo mira esperanzado, deseando que el pelinegro le diga que sí. Que no lo deje solo porque en serio no sabe qué va a hacer.

—Necesito pensarlo.

The Baby and The Sugar Baby | Sakuatsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora