Capítulo 3

4K 558 196
                                    

Hace dos días no sale de casa.

Su ánimo está por debajo del suelo. Se convierte en un ovillo en el sofá de su sala, abrazando sus rodillas y estando en silencio porque se niega a ver una película. No quiere saber nada de amor, incluso aunque no le guste románticamente Omi, si llega a ver a una familia feliz, se desbordará en lágrimas.

Ahora que sabe que criará solo a su bebé —Porque ese «Necesito pensarlo», para él, significa rotundamente que no se hará cargo—, piensa que podría comenzar a considerar un aborto. Si a Omi no le interesa su hijo, a él tampoco porque no quiere un bebé a esta edad. Solo quiere seguir jugando y...

Y parece ser que su bebé está leyendo sus pensamientos y se ofende, porque Atsumu, al instante que piensa en eso, su estómago se revuelve y solo pasan veinte segundos para que esté arrodillado en su retrete, vomitando entre sollozos.

Deja ir toda su comida, pero también la tristeza que siente porque estará solo y tiene miedo de todo. Tiene miedo de que su bebé se críe mal, no poder sobrevivir a una crianza... No quiere abortarlo, no quiere dejarlo porque ya lo ama a pesar de tenerlo solo hace dos semanas, pero teme por él y por su vida. Por absolutamente todo lo que está relacionado con el bebé.

En ese momento piensa que no podría abortar o darlo en adopción. Es su hijo y no quiere perderlo. Llora y vomita, intentando eximirse de la culpa que lo carcome por pensar de tal forma y a su vez deja que la pena se vaya con sus lágrimas, triste de que su hijo se criará solo con un padre.

Pero los días pasan. Y trágicamente, él sigue vivo.

No asiste a los entrenamientos y viste ropa grande, mirándose en el espejo y pensando que así puede disimular todo. Pero dentro de unos meses, ni siquiera se va a dignar a salir de su casa. La vergüenza, poco a poco, lo consume. Y cree que morirá por culpa de ella.

Sin embargo, aquel pensamiento de morir por un sentimiento, se desvanece cuando se baja el pantalón para orinar y ve que hay sangre.

Una mancha de sangre en su ropa interior. Un poco grande, preocupándolo demasiado. Tanto que siente que su transpiración se seca rápidamente.

—Mierda.

Arregla su ropa y sale del baño quedándose sordo. Voy a morir. Es mi muerte. Aquellas palabras no dejan de repetirse en su cabeza una y otra vez, escuchando el pitido de sus tímpanos indicándole que se aleje de las puntas porque se va a desmayar en cualquier momento. Intenta destapar sus oídos tragando y poco a poco lo logra hacer, pero ahora sus piernas empiezan fallar mientras su garganta se seca y sin querer tira un vaso al suelo, explotando en pequeños vidrios que él pisa por estar descalzo.

—¡'Tsumu, ¿está todo bien?!

Quizá es el destino. Quizá su ángel guardián decidió destapar sus oídos por la milésima de dos segundos para poder escuchar la voz de alguien, aunque no sabe quién es. Todo es borroso.

Ni siquiera sabe cómo llega a abrir la puerta, pero lo siguiente que recuerda es susurrarle al chico que lo sostiene en brazos que lo lleve al hospital.

Así que cuando abre los ojos, no se sorprende al encontrarse con el blanquecino cuarto. Hay olor a limpieza y le molesta, siente sus tripas revolverse. ¿Acaso quieren que vomite? Se ve que sí, porque cuando siente su garganta llenarse de lo que sea que tiene en el estómago, solo tiene que mirar a su costado para recibir una seña desinteresada —porque esa persona está usando su teléfono y señalando al piso sin siquiera verlo—, sin embargo a Atsumu no le importa y baja la vista rápidamente, tomando el balde y vomitando por tercera vez en el día. Piensa que no es normal.

Cuando termina, el chico le acerca una servilleta y deja el teléfono a un lado. Una mirada brillante que está seria. Atsumu limpia su boca y toma desesperado la botella de agua en el buró.

—Así que... ¿cuándo pensabas decirme?

Termina de beber agua, dándose cuenta que ha tomado hasta la mitad de la botella, y mira al chico con una mueca. Le arde la nariz por alguna razón.

—Nunca.

Las palabras salen como astillas. Le duele todo.

—¿Y pensaste que «nunca» me daría cuenta?

Bien, nunca lo ha escuchado tan serio. Atsumu lo mira como si estuviera siendo reprochado por su mal comportamiento. Se siente pequeño bajo la mirada molesta de su amigo.

—El plan era desaparecer por un año.

—¿Y cómo te está yendo?

—Mal.

El chico en el asiento termina suspirando y se levanta. Atsumu piensa que lo va a matar.

—Hazte a un lado...

Dice bajo, rozando la decepción. Él hace caso sin dudarlo y su amigo simplemente se acuesta junto a él, apoyándose contra la pared y pasando su brazo por los hombros del rubio.

—Eres un idiota.

—Lo sé. Lo siento.

—Si no hubiese estado, 'Tsumu...

—Pero estuviste —murmura—. Y gracias por eso.

Pasa su brazo por su estómago, abrazándolo y descansando su cabeza en su pecho. Se quedan en silencio unos largos segundos donde los dos piensan qué hacer o cómo actuar.

—Oye —Atsumu no dice nada—. ¿Puedo ser el padrino?

Termina soltando una risa y siente suaves caricias de su parte en su brazo.

—Claro que sí, Bokuto.

—¡Genial! —exclamó recuperando su característica alegría—. Ahora, ¿quién es el padre?

Atsumu siente su sangre congelarse. ¿Debería decirlo o mantener la identidad de Kiyoomi en secreto por las dudas?

—¡Oh! Antes de que me olvide —Atsumu regresa a la realidad—. En el camino llamé a Hinata y a Omi, así que deben estar viniendo.

Mierda.

—No, no, Bokuto... mierda.

—¿Qué pasa?

Lo mira curioso, sinceramente no entiende qué le pasa a Atsumu. Se ha sentado en la cama, apoyando una mano en su pecho y mirando a la nada confundido. Bokuto no entiende la situación.

—Oye, no te estreses. Eso es malo para el bebé.

Atsumu gira su cabeza hacia él lentamente.

—Omi es el padre.

Bokuto no se esperaba eso.

—¿Eh?

—Omi es el padre y me dijo que iba a pensar en si iba a hacerse cargo del bebé o no, Bokuto. Y... mierda, espero que no venga.

Tira de su cabello, sintiendo su cabeza punzar debido al dolor. Ya se ha estresado otra vez y no lleva ni una hora despierto. Se pregunta si puede pasar todo el proceso de embarazo dormido para no sufrir ni él ni el bebé.

—¿Omi está pensando si hacerse cargo de su propio hijo? —pregunta indignado—. ¿Qué mierda tiene que pensar tanto?

—Yo... no lo sé, solo... solo me dijo eso.

Atsumu sigue perdido en sus pensamientos, temiendo por tener que ver a Omi. Prefiere que el pelinegro se mantenga alejado de él antes que-

—¡¿Qué pasó!?

Todo su proceso mental se ve interrumpido cuando la puerta se abre de golpe y dos figuras entran al cuarto. Primero uno de los más bajitos del equipo: Hinata Shoyo, el opuesto prodigio que se convirtió en su mejor amigo rápidamente. Es un chico increíble y es una pena que esté de novio. Hubo un tiempo que incluso le gustó a Atsumu pero lo rechazó cuando le dijo que estaba en una relación con la misma persona desde los quince años.

Y atrás de él, está Kiyoomi Sakusa.

Atsumu se olvida de cómo respirar cuando sus ojos se encuentran con los de él.

The Baby and The Sugar Baby | Sakuatsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora